Arnold Belkin, el hijo canadiense del Muralismo Mexicano

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Judíos destacados en México

Arnold Belkin nació en Calgary, Alberta en Canadá en 1930. Creció en Vancouver y se han referido a él como “El hijo canadiense del Muralismo Mexicano”. Belkin pintor, dibujante y escultor judío canadiense, estudió en Canadá en Vancouver School of Art de 1944 a 1945 y en Banff School of Fine Arts de 1947 a 1948. Las tendencias socialistas de sus padres, inmigrantes rusos, ejercieron influencia sobre su interés por el movimiento muralista, y se mudó al país del muralismo: México a la edad de 18, donde continuó estudiando en la Escuela de Pintura y Escultura La Esmeralda en 1948-49 con Agustín Lazo y Carlos Orozco Romero.

En 1950 integró el grupo de asistentes de David Alfaro Siqueiros y muy pronto comenzó a producir murales, tales como “The People Don’t Want War” y “Scenes from Don Quixote” a los que siguieron muchos otros en México, Estados Unidos, Canadá, Cuba y Nicaragua. Presentó exposiciones individuales en galerías de Vancouver y Calgary en 1953, 1958 y 1959. En 1959 pintó en México el cuadro de gran formato (Belkin lo calificó de mural portátil), 260 x 480 cm, Levantamiento del Ghetto de Varsovia, para el Jewish Community Center de Vancouver. Su inclusión en colectivas de pintores canadienses organizadas por instituciones canadienses sólo se dio en 1948 y 1953. En la Expo 67 de Montreal estuvo en el Pabellón de México como pintor mexicano.

Arnold Belkin murió en la Ciudad de México en 1992. Dejaba dos hijas de su primer matrimonio con la bailarina Esperanza Gómez y una nieta, hija de su primogénita Ariela, diseñadora y orfebre de joyería en plata. En los incontables emparejamientos que sobrevinieron tras su divorcio (sólo una vez con una canadiense, la minuciosa grabadora Felicity Rainnie, quizás su relación más estable) ya nunca tuvo descendencia.


Tiempo después de su fallecimiento los canadienses comenzaron a interesarse por primera vez en la obra y la persona de Arnold Belkin. A México llegaron una investigadora y un videoasta con proyectos para realizar, respectivamente, una biografía y un documental. Algo no les funcionó subjetivamente o no se ajustó a sus expectativas, pues ninguno concluyó su trabajo, aunque llevaban invertido bastante tiempo en entrevistas con sus allegados y en análisis de su plástica. Puede arriesgarse la suposición de que el personaje con el que se toparon era poco canadiense, demasiado latinoamericanizado en un sentido difícil de asimilar por el intelectual “normal” del país del norte.

La obra de Belkin está perfectamente integrada al arte mexicano de la segunda mitad de este siglo con sus aportaciones, sus polémicas, sus tomas de posición en lo estético y lo público. Se le podrá revisar, pero será imposible segregarlo. Mientras que los canadienses apenas comenzarán a conocerlo, y habrá que ver si al asumirlo en México pueden integrarlo a su historia cultural contemporánea.

Arnold Belkin nunca intentó el retorno ni padeció de añoranzas por su tierra natal. Sus héroes fueron Simón Bolívar, el Che Guevara, Emiliano Zapata, Felipe Ángeles, Francisco Villa. Rubén Jaramillo, Lucio Cabañas. El, que era pintor de sucesos históricos, nunca le dedicó una alegoría a El Acta de Unión o a la Confederación Canadiense. Cuando quiso internacionalizar las galerías del Museo Universitario del Chopo, llamó a artistas de Perú, Estados Unidos, Colombia, Cuba, Nicaragua, mas no de Canadá. Esto no fue producto de discriminación alguna, sino de un alejamiento tal que había impedido los contactos que no fueran los familiares. Amó mucho a su madre, quien vivió largos años. Su incorporación al índice de los artistas plásticos canadienses será un fenómeno casi inédito.

Nominado por: Miriam Zachs

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