Josef Rottenberg, El eterno revolucionario

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Judíos destacados en México

Hay maestros a quienes algunos alumnos admiran pero pocos quieren, hay maestros a quienes algunos alumnos quieren pero pocos admiran; y hay maestros, contados por cierto, a quienes todos los alumnos quieren y admiran. El “lerer” (maestro) Rottenberg fue uno de éstos últimos: singular él y privilegiados los alumnos quienes lo tuvieron.

El lerer Rottenberg nació un 11 de junio en un pueblo cerca de Varsovia, y murió en México el 13 de junio de 1984, a los 78 años.

¿Qué es lo que distinguió al maestro Rottenberg? ¿Por qué es recordado con tanto cariño y admiración? Es porque fue no solamente un excelente maestro, sino porque fue amigo, guía y consejero dentro y fuera del salón de clase para todos sus alumnos y exalumnos. Su humilde departamento en el segundo piso de la calle de Amsterdam se volvió la sede de estudios postgraduados para todos los que lo requerían: si alguien necesitaba hacer un trabajo y buscaba bibliografía, en Idish o en Inglés, lo encontraban en la extensa biblioteca del lerer Rottenberg; si alguien necesitaba oír un consejo, se lo daba el inteligente lerer; si querían una ayuda para la enseñanza de historia, el erudito maestro de esta materia se lo daba; si ya siendo joven lererke, una de sus exalumnas del Seminario tenía un problema con el Director o con el Patronato, se dirigía al viejo revolucionario para que interviniera y arreglara el asunto.


Cuando el lerer Rottenberg llegó a México después de la guerra, ya había dejado atrás un largo camino lleno de peligros, de difíciles y a la vez, interesantes experiencias. No hay un alumno que no se acuerde de sus pláticas cada viernes, al finalizar la semana escolar: les contaba de sus aventuras, siendo oficial judío del ejército polaco; habló cómo siendo miembro activo del Bund ( partido político socialista judío), tenía que huir de Varsovia cuando los rusos invadieron Polonia al principio de la guerra (con el pacto Stalin-Hitler) ya que las primeras víctimas de los comunistas fueron los Bundistas; y cómo esta huida, así como la larga y peligrosa trayectoria lo llevó a Shanghai, (sus años en esta lejana y exótica ciudad los describió Rottenberg en el libro que editó en México, con el título “De Varsovia a Shanghai”).

Pero no solamente sus años en Shanghai fascinaron e impresionaron a sus alumnos, también sus descripciones de las luchas del trabajador judío para mejorar su vida, así como el clamor para la igualdad y justicia para todos los trabajadores, tuvieron los mismos efectos. El maestro quiso subrayar el idealismo y la vitalidad que existía en los jóvenes judíos, dentro de la pobreza, en la Polonia antisemita.

Rottenberg fue el eterno luchador: luchó por algo o en contra de algo, pero siempre luchó. Durante años fue el lerer Rottenberg quien luchó e insistió a nivel comunitario que los maestros judíos necesitan y merecen alguna compensación para el día que dejan de trabajar. (ÉL decía: “como cualquier trabajador”). Tenía que luchar aún con nosotras, las propias lererkes que éramos tan jóvenes en aquel entonces y pensábamos – ¿25, 30 años de trabajar para recibir la pensión? ¡ridículo! – Casi solo lo logró y esta pensión existe, gracias a él, hasta hoy en día. Y muchas, las que pensábamos que nunca va a llegar el día, estamos hoy recibiendo de este fondo. (“Elter Pensie” que abarca al Colegio Israelita de México, Yavne, Tarbut y Naye).

‘El lerer Rottenberg, el viejo revolucionario, trató de organizar un sindicato de maestros judíos. “La fuerza está en la unión”, decía y como no lo logró, él fue todos los años de su vida, el representante de este no-existente sindicato, y cuando tenía que arreglar algún asunto entre maestro y patronato, nuestro querido lerer lo hacía en nombre del “sindicato”…

El maestro Rottenberg llegó solo a México. Perdió a una esposa y un hijo en nuestra gran catástrofe. (Rara vez los mencionó, creo que fue demasiado doloroso para él hablar de ellos). Nunca se volvió a casar. Oí, a veces, como gente decía: ” pobre, está solo como una piedra”. No estuve de acuerdo. El lerer Rottenberg ni fue pobre ni nunca estuvo solo. Una persona que está rodeada de amigos, libros, de múltiples intereses, de una filosa pluma y sobre todo de cientos de alumnos que lo adoraban, lo buscaban, lo consultaban y lo visitaban, nunca está solo.

“Se recibe lo que se da”. El lerer Josef Rottenberg dio mucho y recibió mucho. Se le recuerda con el gran cariño que mereció.

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