Lamentamos profundamente la pérdida de la poeta Isabel Escudero, hermana de nuestro colaborador Antonio Escudero

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DiarioJudio.com se une a la pérdida que embarga a la familia Escudero por el irreparable deceso de la poeta Isabel Escudero, amiga de Israel y del pueblo judío; eterna compañera de Agustín García Calvo y hermana de nuestro colaborador y amigo Antonio Escudero Ríos.

Deseamos que pronto encuentren paz en su menoría y en su poesía.

Muere la poeta Isabel Escudero

La pareja del filósofo y escritor Agustín García Calvo falleció en Madrid el pasado martes.

Juan Bonilla/ElMundo.es – Antes de cada recital que daban, y dieron cientos, Isabel Escudero y Agustín García Calvo gustaban de advertir que si las piezas que leían no nos decían nada entonces las habían escrito ellos, el yo particular de cada uno, pero que si, por un acaso, alguna conseguía herirnos, entonces eso significaba que quien las había sacado de la nada o cazado en el aire no eran ni el uno ni la otra, sino algo misterioso, imposible de cuantificar, que corre siempre por debajo y que quizá pudiera denominarse pueblo. Frecuentemente, en los recitales de Isabel Escudero, salías herido o con alguna de sus coplas o cantares clavado en una pared del cerebro, unas palabras que desvelaban un secreto que hasta entonces no habías sabido enunciar pero que, gracias a que estabas hecho de lo mismo que ella, gracias a que ella tenía el talento o la magia de leer lo invisible, quedaba ya para siempre descubierto. “Yo sé que me moriré algún día/ Si no lo supiera/ no me moriría”.

Isabel Escudero y Agustín García Calvo, fotografiados en Madrid en 2008. JOSÉ AYMÁ

Isabel Escudero murió en Madrid el pasado martes. Formó con Agustín García Calvo un dúo -cómo decir pareja si uno de los grandes libros de García Calvo se titula precisamente Contra la pareja- que se distinguió por su incansable labor en favor de la poesía popular, de la poesía cuya pretensión esencial es surcar el aire y ser voz de otros hasta perder el nombre propio de quien la hubiera engendrado. Lo extraordinario de sus estampas -apariencia hippie y todo eso- consiguió quizá que muchos se los tomasen menos en serio de lo que sus extraordinarias obras merecían. De hecho, parece mentira que del poema póstumo de García Calvo, un milagroso Sermón de dejar de ser, no se haya escrito apenas una palabra en nuestra prensa. A ellos, naturalmente, lo que pensaran o dejaran de pensar sobre sus actuaciones y libros, y su condición de personajes singulares, les traía más bien sin cuidado, pero en algún momento resultaba inevitable quejarse del poco caso que se les hacía o el muy comedido interés que despertaban sus empresas, más allá de un grupo siempre fiel de seguidores.

Eran, por supuesto, empresas contra el tiempo, contra la pretenciosa modernidad, contra la realidad. De ahí que la obra poética de Isabel Escudero tenga la ingravidez milagrosa que algún día le permita prescindir de las fechas en las que se realizó como prescindirán de su nombre. Precisamente por aspirar a perder el nombre propio de la autora, en época donde se diría que el caudal máximo al que puede aspirar un poeta es al de tener una voz personal, su obra era tan distinguida, tan reconocible. Nadie como ella supo hacer avanzar la incesante novedad de la tradición popular. Con oído infalible y un ingenio que debía proceder de la observación de la vida cotidiana y del reconocimiento de la realidad como un parque de abstracciones que nos encierra en conceptos, produjo una serie de libros compuestos de pequeñas piezas atentas a la honda levedad de los cánones de la poesía popular. Coser y cantar (1984), Cifra y aroma (2002), Fiat Umbra (2008), Gorrión… migajas (2008), Nunca se sabe (2010) y Alfileres (Coplas libertarias) (2014). Cuando de vez en vez acertaba a herirnos, nos hería como sólo los grandes poetas han sabido hacerlo, con una gracia y una economía excepcionales: “Esto sí que tiene ciencia/ Yo dependiendo de ti/ y tú de tu independencia”.

En los poemas de Isabel Escudero las cosas hablan, no dejan de hablar, las cosas concretas de la vida: cuando aparece un concepto, es para hacerlo trizas. “El juego del Amor es/ un juego tan complicado,/ que el que pierde no sabe/ cual de los dos ha ganado”. Y su magia consiste en aplicar una lupa que desvele el secreto del mundo: “En una gota de agua/ caben tres ríos/ Y en cada instante/ el infinito”. Para abrazar esa colección de secretos, es necesario liberarse de todo ideal capcioso, de las mentiras de la realidad, de toda fe: “Llevo la fe prendida/ con alfileres/ para que cuando sople el aire/ se me la lleve”. La verdad del aire contra la mentira de la fe. Eso era, eso es la poesía que escribió -que cazó en el aire para todos nosotros- Isabel Escudero.

Además se interesó por las aplicaciones didácticas de la poesía popular y los ritmos tradicionales (era profesora titular de la Facultad de Educación en la UNED). Fruto de ese interés y sus estudios son sus libros Razón Común=Razón poética (1994) y Cancionero didáctico: Cántame y Cuéntame (1998) que todavía podrían ser de gran utilidad si se quisiera hacer uso del juego y el milagro de la poesía entre nuestros escolares.

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