Ludwik Margules z”L, uno de los directores de escena más importantes de México

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Judíos destacados en México

Ludwik Margules, uno de los directores de escena más importantes del país, falleció el 7 de Marzo de 2006 a los 73 años de edad. Fue sepultado en el Panteón Israelita, en una ceremonia de la tradición judía.

“Ludwik Margules era un profundo conocedor del ser humano y su complejidad interior, eso lo convirtió en un ser exigente con la vida y con el teatro, por eso fue un gran maestro”. Así definió Saúl Juárez, titular del Instituto Nacional de Bellas Artes (INBA), al director de escena, teórico, traductor, maestro de actuación y dirección, que murió por la tarde del 7 de marzo.

“El formador de generaciones de actores –dijo el director general del INBA– construyó una trayectoria ejemplar en el teatro mexicano. Hace dos años tuvimos la oportunidad de compartir con la comunidad teatral el Homenaje donde celebramos cuatro décadas de su trabajo, integrado por diversas actividades, entre ellas exposiciones, presentaciones de libros biográficos y una reseña fílmica, que fueron el preámbulo para el montaje Noche de reyes en el Teatro El Galeón, donde el maestro Margules estrenó su última puesta en escena”.


“Ludwik Margules fue una figura esencial para entender el teatro mexicano contemporáneo y una de las voces más rigurosas para desentrañar la puesta en escena. Aunque nació en Varsovia el año de 1933 –señaló Juárez–, el maestro Margules hizo de México su país, donde llegó a finales de la década de los 50. Y tuvimos el orgullo que el Teatro El Galeón, el Orientación, el Palacio de Bellas Artes y la Escuela Nacional de Arte Teatral del INBA fueran su casa”.

En efecto, Ludwik Margules hizo del teatro su casa en México. De ello han dado testimonio las más de cuarenta puestas en escena, operas y la formación de varias generaciones de actores y directores en distintas instituciones, lo cual lo llevó a formar en 1991, junto con algunos colaboradores, El Foro Teatro Contemporáneo, como un espacio de reflexión y práctica teatral, el cual dirigió hasta que la enfermedad lo obligó a retirarse.

“Érase un hombre a una pipa asido, y érase –amén de un gran artista– un ser excepcional, de fisonomía única y personalidad contradictoria, dueño de un lenguaje inconfundible y un acento que obliga a la imitación, gran maestro y amigo mejor, poseedor de un anecdotario asombroso y protagonista de otro francamente inverosímil. Alguna anécdota se cuela en el camino y aunque él evite a toda costa las referencias a su ‘folklore personal’, insisto en que ningún perfil suyo estaría completo sin esos comentarios y sucesos que, amén de la gracia, lo pintan de cuerpo entero”.

De esa manera, Rodolfo Obregón, director del Centro de Investigación, Documentación e Información Teatral Rodolfo Usigli (Citru), describe al maestro Ludwik Margules en la introducción del libro Ludwik Margules. Con todo y pipa, una recopilación de testimonios a cargo de Obregón y Ángeles Castro, editada por Anónimo Drama.

En otro libro, también de Obregón, Memorias. Ludwik Margules –publicado por el Citru y Ediciones El Milagro— el director de escena de obras como Noche de Reyes o como quieran, que se estrenó en el teatro El Galeón del Centro Cultural del Bosque en el 2004, año en el que se le rindió un Homenaje Nacional, organizado por el INBA, habrá de decir: “Me sentí exiliado mucho tiempo, pero desde hace muchos años ya no cultivo el exilio, siento a México mi hogar”.

De quien recibiera en el año 2003 el Premio Nacional de las Artes, la escritora y crítica teatral Esther Seligson escribió: “Dice Ludwik Margules que no sabe bien a bien ni cómo ni porqué se metió al teatro; que siendo ayudante de un ayudante del fotógrafo Walter Reuter, por aquellos primerísimos años en que, después de “prefecto”, trabajó en una fábrica de tabiques, o vendiendo esténciles, entró a la Ibero a estudiar cine y ahí el maestro Enrique Ruelas le habló de la UNAM. ¿Fue el azar quien le llevó los pasos tras las bambalinas?”

“La genialidad es inexplicable –afirma la escritora–, pero algún serio y entendido astrólogo nos diría que en el caso de Margules, y teniendo a Marte en Capricornio, se trata de una persona que existe sólo a través de lo que emprende, como si la vida no fuera más que una larga labor, un interminable cumplimiento al que se consagra con pasión y coraje, con una obstinación sin discernimiento de la verdad y el error”.

Autores como Anski, Helasko, Mrozek, Pinter, Chejov, Brecht, Sartre, Genet, Shakespeare, Marlowe y Juan Tovar fueron el motivo de su trabajo teatral: “Teatro como rito, como experiencia existencial insustituible por ninguna otra experiencia como única posibilidad de tomar conciencia inmediata de nuestro ser y estar en el mundo”, ese fue el teatro de Ludwik Margules, asegura Seligson.

A través de la guerra descubrió el lado escalofriante de nuestra especie: “su sed de poder y su perdición al tenerlo”. Quizá por eso, su trabajo está marcado por la búsqueda de intimidad entre las personas, por su desmesurada pasión por la belleza -que nada tiene que ver con los recurrentes «finales felices» o aquellos en que «el bien siempre gana»- sino la belleza en la autenticidad de la persona, en su origen, en la identidad más desnuda del yo. Según Margules, sólo a partir de ahí es posible crear, amar, hacer teatro verdadero.

El director de escena y dramaturgo Rubén Ortiz, quien fue alumno, asistente de Margules y coordinador académico del Foro Teatro Contemporáneo, ha señalado: “Ver a Ludwik Margules trabajando con los actores es igual que con sus alumnos: es aparentemente despiadado, pero eso es sólo una mirada muy mexicana de lo que es, de lo que él mismo llama ‘una máquina de guerra’. Exprime a la gente de manera que salga totalmente de su comodidad para empezar a dar algo nuevo. Es necio y obstinado, tal vez porque en los años sesenta y setenta le tocó consolidar la labor de director de escena desde su propia visión, siempre en la frontera entre lo nacional y lo no nacional”.

David Olguín, quien desde 1983 se mantuvo cerca del maestro como discípulo, actor, asistente, adaptador, dramaturgo, amigo y socio, dijo: “Muchos guardamos alguna de las historias del hombre y las seguiremos evocando, aun cuando la grandeza no habita en su biografía, sino en el legado artístico, en su visión del teatro y en la exigencia y rumbos que han señalado su estética y su ética al hablar en escena (…). Permanece intacta mi admiración por Ludwik, el director de escena, a su afán de perfección, a su vocación inevitable por tirarse de bruces, montaje tras montaje, al abismo de la conciencia y del corazón humano”.

Nominado por: Ofelia Iszaevich

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