Marcos David Katz, Educador, humanista, empresario, líder y filántropo

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Judíos destacados en México

Nació en Cracovia, Polonia el 22 de febrero de 1927 y murió el martes 26 de julio del 2016. , este mexicano por naturalización ha sido distinguido con preseas como el Kethre Shem Tov Award, el más alto honor de la Unión de Congregaciones Ortodoxas-Judías de América, así como la medalla Vermeil de la Academia Francesa de Artes, Ciencias y Letras, y la condecoración de Caballero de la Legión de Honor. Licenciado en Derecho por la Universidad Iberoamericana, es miembro de más de una docena de consejos de administración, ha fundado empresas como Inmobiliaria Arsaraz, Promotora Dínamo, Aerolíneas Marcos, Química Apollo y Constructora Reynolds Latinoamericana, entre otras. Además, fue presidente de Hipotecaria Nacional y hasta la fecha conserva el cargo de Presidente Honorario. Es dueño de más de 50% de las acciones de la aerolínea Abromar. Fundó la Cámara de Comercio México-Israel y promovió el Tratado de Libre Comercio entre ambos países.

Familia de gran corazón, Marcos David y su esposa Adina Katz han contribuido a la salvación de una treintena de vidas, presas del cáncer mediante sus donativos para el transplante de células madre y médula espinal a través del Ezer Mizion’s Bone Marrow Donor Registry (BMDR), el registro judío de donantes de médula mas grande del mundo.

La familia Katz colabora tambien de manera generosa y significativa en investigaciones para estudios judaicos y han contribuido a la formación rabínica por mas de cuatro décadas.


El 17 de Mayo de 2011, La Universidad Bar-Ilan anunció que el día 24 del mismo mes le sería conferido el Doctorado Honoris Causa por su contribución a Am Yisrael y por sus esfuerzos por reforzar la identidad, herencia y cultura judías.

Hay quienes dicen que en la vida todo es negociable, sin excepciones; y esa es la enseñanza que la vida le ha legado a este empresario que, entre otras cosas, promovió el TLC entre México –su país por adopción– e Israel. Su experiencia la resume en tres verbos que, afirma, si tienen buen fundamento, dejarán ganancia segura a quien los aplique: Deber, querer, poder.

Para algunos, el mejor negocio de su vida ha sido el que más dinero les ha dejado; sin embargo, para otros –como Marcos David Katz, el mejor es haber sabido utilizar su inteligencia para sobrevivir en medio de una guerra, “importar” una novia desde Medio Oriente, casarse con ella, formar una familia y lograr mantener la tranquilidad en momentos de peligro real porque han aprendido que cuando no hay nada que hacer, lo mejor es tranquilizarse; y si acaso hay esperanza de hacer algo, dar la batalla.

Con el destino no se hacen tratos, simplemente dicen que está escrito para cada quién y no hay más que aceptarlo y sobrellevarlo lo mejor que se puede. Pero, ¿qué ocurre cuando el destino es negociar? Algunas personas consideran un don el de presentir acontecimientos, pero en el caso de Marcos David Katz, esta cualidad va ligada a la de su gusto por hacer de su mente una fábrica de ideas que hagan la vida práctica.

Desde pequeño lo aprendió obligado por la guerra que llevó a su familia a huir de su natal Polonia por tierras turcas y luego a Medio Oriente, al lugar donde un día se proclamaría el Estado de Israel. Su familia se separó y cuatro años después de haber huido de los nazis, un día se puso su mejor traje para ir al puerto de Haifa a buscar a su madre, que, aunque le habían dicho que había muerto en el campo de concentración de Bergen Belsen, él supo que estaba entre alguna de las 600 personas de los barcos que llegaban a la tierra prometida.

Aquella fue la primera vez en que la confianza en su intuición le dio una victoria. Su madre estaba viva y unos meses después estaba en México. Aquí se forjó lo que -en opinión de uno de sus amigos- podría ser “la pequeña biografía de un negociador profesional”.

Apenas tenía 19 años cuando se convirtió en director de una escuela de enseñanza hebrea en Monterrey, Nuevo León. “Yo tenía cultura, sabía literatura, inglés, y acepté trabajar allí y aportar lo que había aprendido hasta ese momento”. Pero después de dos años de trabajar allí, decidió renunciar. “Le dije a mi jefe que me quería ir, y cuando me preguntó el motivo, le dije que no me concentraba bien, que estaba distraído porque pensaba en la novia que había dejado en Israel y la quería traer a México. Él me dijo que si ése era el problema, me ayudaría a traerla”.

Katz era entonces un reconocido profesor en su colegio y pronto tuvo en sus manos los 600 dólares que costaba el boleto para que Adina Kenner, la chica que conoció en Turquía siendo un jovencito, se convirtiera en su esposa en México. Más de 50 años juntos y cuatro hijos –reconocidos profesionistas en sus campos de acción– avalan que ese fue un trato de ganar-ganar. La escuela mantuvo por un tiempo más a su mejor profesor y Marcos Katz tuvo dos de los mejores días de su vida: “El primero, cuando me casé, y el segundo mejor, cuando nació mi primer hijo”.

Cada joven tiene sueños y quiere hacer algo, este empresario asegura que nunca le atrajo hacer dinero por montones y ser rico. “Lo que sí me puse como meta –creo que es un consejo que puede servir a los jóvenes– es siempre, esté en donde esté, tratar de ser el mejor, ya sea barriendo calles, o dando clases, o en los negocios”.

Aunque estaba contento con su trabajo y se considera un profesor por naturaleza, deseaba ser independiente y tener su propio negocio. Ya en la ciudad de México “anduve pensando dos o tres días por Avenida Juárez que el problema es que a la gente no le gusta mucho pensar y no le da oportunidad de producir ideas a la mente. Así anduve hasta que un día, en el Hotel del Prado me encontré al Presidente del Comité Central Israelita de México, un hombre que me llevaba 40 años de edad. Era un hombre muy fino. Ya nos conocíamos y me quería mucho. Le pedí 5 mil pesos allí mismo, en la calle. Y me dijo:

Sí, ¿para qué los quieres? Yo tengo ahorrados 5 mil pesos en el banco y quiero hacer negocios con usted. Y sacó la chequera y me los dio. Confió en mi, aunque yo no sabía qué iba a hacer exactamente…jajaja”.

Así se prendió –literalmente– su negocio, pues el dinero lo invirtió en la importación de encendedores suizos Thorenz. Una vez que ‘jaló’ ese primer negocio siguió en la línea de importación de distintos artículos que fueron haciendo crecer su empresa.

Posteriormente sería hasta agente de ventas de aviones israelíes en México. Tal vez de allí le quedó el gusto por el mundo de la aviación; actualmente, entre sus negocios se cuenta poco más de 50% de las acciones de Aeromar. Además, cuenta con su propio equipo de aviones.

Todo es negociable

“Cuando uno llega a una negociación, siempre debe entrar mudo y dejar que sea la otra parte la que hable. A todo mundo le gusta hablar, y yo puedo estar callado por tres horas; yo escucho. Y con esto es mucho más fácil reaccionar. Hay que evitar ser quien empieza el tema”. Así es como define Marcos Katz una negociación exitosa, aunque admite que sí puede haber fallas, pero es cosa de voluntad lograr revertir los resultados negativos. Y mientras da una breve cátedra sobre este arte, no deja de observar lo que acontece a su alrededor, aún cuando parece que sólo se concentra en su pensamiento.

En su opinión y experiencia, lo peor que puede suceder es levantar la voz cuando se trata de ganar en los negocios. Katz habla como si estuviera dictando una clase de historia; sus recuerdos van hilando con gran fluidez anécdotas y ejemplos sobre cada cosa que cuenta. Aspira el humo de su cigarro con parsimonia, deleitándose en cada bocanada, sabedor de que captura la atención de sus interlocutores.

El primer punto importante para una negociación, dice el empresario, no es saber el valor, el precio que está dispuesto a pagar el otro. “Muchas negociaciones se caen porque no se hace una presentación adecuada de lo que se ofrece, y ni se dan las garantías necesarias”.

Pero no hay que entusiasmarse y perder la cabeza, pues, una clave para ganar, a veces es saberse contener –dice con un ligero acento extranjero– “no hay que estar tratando de demostrar a cada momento que se es inteligente porque el camino ganado se puede perder, aún cuando uno sea el mejor negociador”. Sonríe.

Certezas

Un buen negociador es también un buen observador, y alguien que confía buena parte de sus decisiones a la intuición. “Si se leen los ojos del otro y se tiene confianza en uno mismo, cualquier persona puede lograr lo que quiera. Yo hago lo que se me ocurre, no acudo con consultores ni abogados, hay que saber leer la mentira o la amenaza en el otro; nunca dejo que me presionen. Cuando eso sucede, corto de inmediato”.

Cuando no se puede remediar, no hagas nada, no te preocupes. “Le temo sólo a una enfermedad –pero tampoco la puedo evitar–, a que le pase algo a mi familia y amigos, es decir, en los casos en los que no puedo hacer nada. En donde puedo, doy batalla. El temor se me fue cuando era niño, cuando vi lo que pasaba en la guerra, en esos casos nada se controla, allí se aprende mucho”.

Una vez volando a Dallas, de repente se encontraron una turbulencia y el avión comenzó a caer. “Yo siempre vuelo acompañado de mi asistente, ella era una mujer casada con dos hijos. Cuando comenzó a caer todo por la turbulencia abrí mi libro y empecé a leer. Me seguí tranquilo, y ella rezando. Le dije ‘Rosita, por favor cálmese; no puedo leer’.

Finalmente el avión se reestableció. Ella me dijo ‘no vuelvo a volar con usted, porque con su tranquilidad me volvió loca’. Y no es que no tuviera temor, sólo estaba razonando, cuando no hay nada que hacer y no puedes ayudar ni intervenir, es mejor no pensar en eso”.

Placeres de la vida

Es bueno tener un plan de vida, pero sólo seguirlo hasta donde se pueda realizar, no es bueno entercarse. Se puede soñar, pero hay que ser práctico. Y la idea de empezar todos los días con proyectos es una propuesta demasiado tentadora que lanza la vida a quienes les gustan los riesgos y no hay obstáculo suficientemente fuerte para limitarlos.

El tercer mejor día en la vida de Marcos Katz llegó cuando obtuvo su título como abogado en 1979. El día que su hijo mayor se recibió como ingeniero químico él inició su carrera de Derecho “sin faltar a un examen en los cuatro años que duró, y cuando terminé, me titulé inmediatamente”. Entonces, el empresario contaba con 45 años, pero no le preocupaba comenzar, era un anhelo que quería cumplir; un título universitario.

Katz no se considera un líder, dice que la gente lo hace uno de ese gremio, pero prefiere pensar que sólo trata de resolver los problemas inmediatos. “Siempre tengo a todos consultándome algo, desde las cosas cotidianas hasta asuntos de la oficina”, dice mientras sonríe divertido y vuelve a dar bocanadas a su cigarro entrecerrando los ojos. Da un aire soñador, de una persona satisfecha.

Y si existe algo que le podría proporcionar un placer más, sería poder escribir una biografía mínima y plasmar su experiencia en relaciones humanas en un volumen editorial. “He aprendido sobre este tema, y me gusta transmitir mis conocimientos. Si la gente respetar al prójimo, créame que muchos malentendidos se podrían evitar”.

Entonces hace una pausa y vuelve a esa especie de ensimismamiento en el que practica su actividad favorita: producir ideas.

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