Un Liam Neeson Renovado y Mejorado, pero no Diferente
Es muy difícil elegir entre la convicción el deber y la ambición.
Ahora bien en muchas ocasiones la ambición deriva de la necesidad, pero finalmente viene obedeciendo a intereses, que pueden ser mezquinos.
Años y años de riesgos peligros, responsabilidades, y hasta luchas externas e internas, no conllevan necesariamente el éxito, sino, en muchas ocasiones, la frustración y el fracaso.
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Un día como cualquier otro, al subir al tren que ha tomado por más de 10 años, es abordado por una guapa, pero misteriosa mujer, que le propone un negocio, al parecer muy sencillo, pero que al mismo tiempo, también denota un gran tinte de corrupción.
Es bastante el dinero que le ofrece, y es bastante también el riesgo moral y emocional en que ahora se encuentra, cuando ni siquiera tiene tiempo de responder debidamente si acepta o no la “misión”.
Cuando recapacita, ya se encuentra inmerso en toda una maraña de problemas, que no solamente lo ponen en riesgo, sino a muchísimas personas, incluyendo desde luego su familia.
Ahí surge la personalidad triunfadora y de reto de un detective de carrera, quién hace a un lado las mieles de la ambición, para tratar de sacar adelante esta extraña tarea, pero siempre y cuando no daña a nadie.
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Eso se antoja verdaderamente difícil, casi imposible, pero es donde tendrá que echar mano de todas las habilidades, experiencia y sentido común que un detective con experiencia puede tener ahora en su calidad de “El Pasajero”.
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