Huyeron de Boko Haram y terminaron siendo abusadas por oficiales nigerianos

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El campo era supuestamente un refugio. La vida de Falmata había sido arrasada por la guerra desde que cursaba sexto grado, cuando los soldados de Boko Haram la raptaron de su casa y la violaron repetidas veces durante tres años.

La primavera pasada finalmente logró escapar y se escabulló hacia el monte mientras sus captores dormían. Con solo 14 años había logrado llegar sola a un campamento para víctimas de la guerra, pero apenas se acostó para pasar la noche escuchó pisadas afuera de su tienda. La voz de un oficial de seguridad le ordenó salir. Obedeció aterrada.

Horas después, cuando había regresado a su tienda, llegó otro oficial y también la violó, dijo.


“El mismo día que me trajeron, los soldados comenzaron a violarme. Lo hicieron uno tras otro. Ni siquiera estoy segura de que esos dos supieran uno del otro”, dijo Falmata.

La violación ha sido un horror característico de la guerra con Boko Haram, que ha devastado el noreste de Nigeria durante ocho años y se ha extendido más allá de sus fronteras. Al menos siete mil mujeres y niñas han sufrido la violencia sexual de Boko Haram, según estimaciones de las Naciones Unidas. Los milicianos secuestran y violan niñas, adolescentes y mujeres, se quedan con ellas como si fueran sus novias y son pasadas de mano en mano entre los combatientes.

No obstante, las fuerzas de seguridad nigerianas también han violado a las víctimas de la guerra, como depredadores de la misma gente que tienen que proteger. Docenas de casos de violación, violencia y explotación sexual perpetrados por guardias, oficiales del campamento, oficiales de seguridad y miembros de grupos civiles de observadores se reportaron en siete campamentos en el estado de Borno solo el año pasado, informaron las Naciones Unidas.

Falmata, de 14 años, fue secuestrada y violada en múltiples ocasiones por milicianos de Boko Haram. Su trauma continuó cuando llegó a un campamento para víctimas del conflicto. Foto: The New York Times.

Hace más de un año, el gobierno nigeriano prometió investigar las acusaciones de violaciones en los campamentos para la gente desplazada por la guerra. “Estos reportes tan alarmantes no serán tomados a la ligera”, dijeron. Sin embargo, los informes de ataques sexuales en los campamentos aún son comunes, incluso de niñas pequeñas que dijeron haber sido violadas por soldados en muchas ocasiones.

“Los soldados venían y me apretaban muy fuerte”, dijo una niña de 13 años durante una entrevista. Dijo que había sido violada aproximadamente diez veces ese año en un campamento en Maiduguri, la ciudad que es epicentro de la pelea contra Boko Haram, antes de escapar por su propia seguridad.

“Tenían la edad suficiente para ser mis padres”, dijo sobre los soldados que la violaron.

La milicia nigeriana ha despejado partes del campo para buscar los escondites de Boko Haram y ha obligado a cientos de miles de civiles a mudarse a enormes asentamientos en el noreste nigeriano. Muchos otros civiles han logrado llegar a los campamentos por sí mismos después de escapar de los mortales asaltos de Boko Haram.

En un campamento, llamado Teachers Village (Aldea de los Maestros), algunos residentes dijeron que las fuerzas de seguridad han desarrollado todo un sistema para seleccionar a sus víctimas. Las mujeres jóvenes son llamadas para que les cocinen. Una vez que terminan, los oficiales de seguridad les insisten en que se aseen y les ordenan bañarse en el cuartel mientras los hombres observan.

Decenas de casos de violación, violencia y explotación sexual llevados a cabo por guardias, funcionarios del campo, oficiales de seguridad y miembros de grupos parapoliciales civiles fueron denunciados en el estado de Borno el año pasado. Foto: The New York Times.

“Al principio ninguno de nosotras sabíamos lo que estaban haciendo, pero luego comenzó a circular en el campamento el rumor de que violaban a cualquiera que cocinara para ellos”, dijo Hadiza, de 18 años.

Después de vivir en el campamento por varias semanas, dijo Hadiza, la seleccionaron para cocinarles a los oficiales. Estaba aterrada.

“Definitivamente ha llegado mi hora”, recuerda haber pensado.

Más tarde, se le pidió que sirviera agua a cuatro oficiales de seguridad en su habitación mientras cenaban. Salieron uno a uno, según dijo, hasta que solo quedó un hombre. Él la arrastró hasta un cuarto apartado y la violó, dijo.

Hadiza quedó lastimada, pero no pidió asistencia médica por temor a que los oficiales quisieran vengarse. Dijo que trató de pasar inadvertida durante dos semanas, pero los oficiales la encontraron y la violaron de nuevo. Afirmó que había sido violada hasta veinte veces en el campamento.

“Una vez que te identifican como una mujer con la que quieren tener sexo, difícilmente te dejan en paz un solo día”, dijo Hadiza.

Para la primavera, los rumores de las violaciones en el campamento Teachers Village se habían extendido tanto por todo Maiduguri que la gente comenzó a aparecerse a las puertas del lugar para buscar a sus parientes extraviados. Unos familiares lejanos llegaron por Hadiza y se la llevaron.

El año pasado, el presidente Muhammadu Buhari pidió una investigación sobre los ataques sexuales en los campamentos después de que el Observatorio de los Derechos Humanos detallara los abusos en un informe y ordenara tomar nuevas medidas para proteger a los más vulnerables.

Los oficiales de seguridad recibieron más capacitación y al menos cien oficiales mujeres han sido asignadas a puestos dentro de los campamentos. El resultado es que el número de quejas de ataques sexuales ha disminuido, según algunos grupos de ayuda y la policía.

“Al principio ninguno de nosotros sabíamos lo que estaban haciendo, pero luego comenzó a circular en el campamento el rumor de que violaban a cualquiera que cocinara para ellos”, dijo Hadiza, de 18 años. Foto: The New York Times.

Según la embajada de Estados Unidos, la policía ha arrestado a varios hombres por abusar y explotar sexualmente a mujeres y niñas. Los arrestos, llevados a cabo en diciembre de 2016, incluyen a dos oficiales de policía, un guardia de prisión, dos miembros de la milicia civil, un funcionario público y tres soldados.

Sin embargo, una junta especial de investigación militar aseguró en junio que las acusaciones en contra de sus soldados en los campamentos eran infundadas, en tanto que Jimoh Moshood, un vocero de la policía, dijo que las investigaciones seguían su curso.

“Las autoridades nigerianas han avanzado muy poco para cumplir la promesa del presidente Buhari de que los sobrevivientes tendrían justicia”, dijo Mausi Segun, director ejecutivo de la división africana del Observatorio de Derechos Humanos. “El retraso refuerza el sentimiento de impotencia de los desplazados y es más probable que incentive a más perpetradores a aprovecharse de su vulnerabilidad”.

Falmata, la chica de 14 años secuestrada por Boko Haram, dijo que su sufrimiento comenzó cuando estaba en la escuela primaria disfrutando de sus clases y bailando música kanuri.

Los combatientes allanaron con violencia su casa y se la llevaron cuando estaba cuidando a su madre enferma. La forzaron a casarse con un militante, pero el hombre murió en batalla una semana después, así que se la dieron a otro esposo. Trató de resistirse y se la dieron a un tercero. Siendo apenas una adolescente quedó embarazada, cuenta Falmata, pero el bebé murió pocos días después de nacido.

Una noche despertó y se dio cuenta de que todo el campamento dormía. Era el momento, pensó. Corrió hasta que llegó a una aldea y encontró a una anciana con una linterna que le señaló un camino. Unos soldados la vieron y la llevaron al campamento Dalori, un asentamiento a las afueras de Maiduguri.

Pensó que había llegado a un lugar seguro, pero enseguida se enfrentó al mismo tipo de abusos sexuales del que había escapado arriesgando su vida. Aunque ahora los abusos eran perpetrados por la gente que estaba ahí para protegerla.

Sabía que tenía que escapar otra vez, así que pidió un pase para ir al mercado. Salió caminando del campamento del mismo modo que había escapado de Boko Haram: sola, sin dinero y sin idea de hacia dónde ir.

Cuando era niña, recuerda, una vez visitó a su abuela en Maiduguri, pero solo le quedaba un vago recuerdo del lugar. Falmata divisó a un hombre que ya había visto cerca del campamento y que hablaba su lengua, y le rogó que la ayudase.

“Mira, tengo un problema”, le dijo. “Esta gente me va a matar. Vienen por mí todas las noches”.

Los dos condujeron alrededor de la ciudad por horas, tratando de encontrar una pista de la abuela de Falmata, preguntándole a todo el mundo. Finalmente, la encontraron. Ella pensaba que Falmata estaba muerta.

Falmata vive ahora con su abuela, pero está demasiado avergonzada para contarle lo que pasó. Algún día, espera poder seguir estudiando y convertirse en abogada. Quiere defender a los desvalidos.

Con información de The New York Times.

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