La fundadora y presidenta de la Asociación Be Sepharad-Legado Sefardí, Pepa Rull, ha afirmado este miércoles en Carmona (Sevilla) que el Edicto de Granada de 1492 que ordenaba la expulsión de España de los judíos que no se convirtieran al catolicismo hizo que el país comenzara a sufrir un “indudable empobrecimiento empresarial y económico”, y aún “más importante un empobrecimiento de índole científico, intelectual, de capital humano en definitiva”.
Según un comunicado de la Universidad Pablo Olavide (UPO), la experta ha realizado estas declaraciones con motivo de su participación en el curso ‘Historia y cultura de los judíos de Sefarad’, el cual dirige y que se imparte desde este miércoles hasta el viernes como parte de la oferta académica de los Cursos de Verano de la UPO.
Rull ha explicado que la repercusión económica que acarreó esta decisión política en los años posteriores es difícil de calcular en términos cuantitativos, teniendo en cuenta que España “perdió a un pueblo experto y con habilidades innatas en muchos campos de la estructura administrativa y económica”. Una “pérdida” que, no obstante, se palió entre otros motivos por la permanencia de los judíos conversos o la llegada de banqueros italianos al calor de las riquezas que generó el descubrimiento de América.
En su opinión, aunque el pueblo judío que tuvo presencia ininterrumpida en Sefarad –la península ibérica– desde la época romana hasta 1492 era una minoría desde el punto de vista cuantitativo, “jugó un papel muy importante en diversos campos, como el de la economía o las finanzas, destacando durante siglos en diplomacia, relaciones internacionales, el desarrollo intelectual y del conocimiento o la ciencia, aportando a la historia de España no sólo artesanos, comerciantes y banqueros, sino también grandes libreros, médicos, astrónomos o cartógrafos”.
Para Rull, todo este aporte económico, cultural y científico “se frustró” cuando, “esgrimiendo motivos religiosos”, se expulsa a los judíos que no se abrazaran la fe católica, y que aunque se dieron otros motivos “de índole política, económica y social”, el desencadenante directo fue “la presión ejercida sobre los reyes Isabel y Fernando por parte de la Inquisición y la canalización del odio del pueblo llano, con un personaje central que supo jugar hábilmente sus cartas, el inquisidor Torquemada”.
Según la estimación de algunos historiadores, a partir de ahí al menos la mitad de los 80.000 judíos residentes en España tomaron el camino a la diáspora tras oponerse a renegar de su fe.
La directora del curso ha explicado que “inicialmente, muchos pusieron rumbo a Portugal, el reino de Navarra y el norte de África, sobre todo a Marruecos, pero también a Italia, Países Bajos o Inglaterra”. Una parte importante de ellos fueron “a los territorios del entonces Imperio Otomano atendiendo al edicto de acogida del sultán Bayaceto II y creándose comunidades de sefardíes muy prósperas durante algunos siglos en ciudades como Salónica, Estambul o Esmirna”, ha añadido.
Aunque no existen cifras suficientemente contrastadas que permitan conocer el número actual de descendientes de judíos sefardíes que hay en el mundo, la experta ha asegurado que “la Unión Sefardí Mundial habla de entre 30 y 40 millones, si bien muchos de ellos ya no son judíos hoy en día”. No obstante, “han seguido y siguen siendo España, civilización hispánica”, ha matizado Rull, quien ha considerado que desde el primer momento, los judíos que emigraron “conservaron el judeoespañol o sefardí como lengua propia, así como la gastronomía y las costumbres populares” que habían adquirido en su tierra.
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