Un equipo israelí descubre cómo comían nuestros ancestros hace 400 mil años

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Un equipo de la Universidad de Tel Aviv ha analizado meticulosamente dientes humanos prehistóricos hallados en la cueva de Qesem, localizada en el centro de Israel en 2000, y elaborado a partir de ellos el patrón de comportamiento que siguieron sus habitantes sobre qué comían, con qué potencia masticaban y cómo cortaban los alimentos antes de llevárselos a la boca.

Todo gracias al desgaste, desgarro y pequeñas fisuras que aparecieron en gran parte de las piezas dentales, que permitieron a los científicos reconstruir cómo cortaban el alimento en pequeños trozos antes de deglutirlo.

El procedimiento consistía en coger un trozo de carne de tamaño considerable con una mano y agarrarlo fuertemente por un extremo con los dientes, mientras que con la otra mano se empleaba el filo de un pequeño sílex para cortarla o desgarrarla en el aire, de tal manera que el individuo pudiera ingerir un pedazo razonable.


Pero estos modales podían tener sus riesgos y los menos experimentados llevarse un tajo en los carrillos (cachetes), encías o los propios dientes con los mismos cantos tallados, lo que provocaba esas incisiones que despertaron la curiosidad de los investigadores.

“Vimos que había pequeños cortes en la parte exterior del diente y que fueron hechas con herramientas como rocas duras o sílex con los que cortaban la comida y en la maniobra podían dañárselos”, explicó Rachel Sarig, antropóloga dental y odontóloga de la citada universidad, que lideró el estudio publicado este mes en la revista científica “Quaternary International”.

Gracias a las marcas dejadas en los dientes por estos primitivos utensilios de cubertería, analizadas con microscopio electrónico, los investigadores han sido capaces de reconstruir el patrón de comportamiento, aseguró.

El estudio analizó trece dientes pertenecientes a unos once individuos diferentes, en su mayoría niños o jóvenes adultos.

La gran cantidad de arañazos, su forma y ubicación similar llevaron al equipo a descartar la posibilidad de que las marcas fueran hechas tras la muerte por animales o fenómenos naturales.

Otra de las conclusiones sugiere que estos homínidos debieron emplear una gran potencia a la hora de masticar: “Tenían músculos muy desarrollados y esto se debe a la combinación de comidas duras y una alta capacidad muscular”.

Prueba de ello es el amplio desgaste de las piezas pese a pertenecer a jóvenes, lo que sugiere que tenían además una dieta muy abrasiva que, según Sarig, implica que la consistencia de la comida era dura y requería mucha masticación al no estar compuesta solo por proteínas animales, sino también vegetales como semillas.

Pero los dientes aún no han revelado qué tipo de homínido vivió en Qesem. Y es que la falta de restos humanos de importancia en el yacimiento trae a los arqueólogos de cabeza.

“Las personas que vivieron en esta zona hace 400 mil años eran hábiles y capaces de cazar diferentes animales, seleccionar partes del cuerpo de la presa, cocinarlas -encontraron la evidencia más temprana del uso de fuego controlado- y luego consumir las partes seleccionadas y extraer la médula”, expuso el profesor Ran Barkaí, arqueólogo que intervino en el estudio.

El retraso en la ingesta de las partes de alta calidad de la presa implica que la carne era compartida con otros miembros del grupo.

Qesem se ha tornado desde su hallazgo en una mina de pequeñas herramientas de piedra, generalmente recicladas de otras de mayor tamaño y que fueron empleadas para cortar y despedazar a modo de rudimentarios utensilios de cubertería.

“El foco de esta actividad se daba en una zona central de la cueva, donde se asaba la carne y se comía en pequeños trozos”, precisó Barkaí al subrayar la gran cantidad de huesos de animales con marcas de cortes causados por las herramientas, lo que indica que eran despedazados.

Los arqueólogos consideran al habitante de Qesem un eslabón intermedio entre Homo Erectus y el Neardenthal, pues con ambos comparte afinidad, del que se tienen escasas evidencias.

“Sabemos una mínima parte de toda las actividades que realizaban en la cueva, pero sí que la habitaron durante 250 mil años, lo que en sí supone una forma de supervivencia exitosa desde el punto de vista evolutivo”, concluyó el investigador. EFE

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