A los sefardíes de Marruecos

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Cuando de mi tierra hablo, cuando a Marruecos me refiero, hay algo que en la mente tengo grabado, que siempre repito y en lo que no me cansaré jamás de insistir. Y ello es la convivencia armónica, ejemplar, respetuosa -salvo excepciones- que, al menos en la Zona Norte administrada por España desde 1912 a 1956 y también en la internacional de Tánger, existió entre los creyentes de las tres religiones mayoritarias que allí se profesaban: musulmanes, judíos y cristianos. Y esa armonía y respeto, continuó cuando en 1956 Marruecos fue ya independiente.

Nací cuando ya conseguida la independencia, reinaba Sidi Mohammed V. Y durante los diecisiete años que allí viví, siempre existió una tolerancia y un respeto mutuo que por ser habitual, por formar parte del día a día, he podido valorar ya pasado el tiempo. No relato un “cuento azul”, nada de quimeras, sino realidad vivida y vívida.

Creo sinceramente que entre otras cosas, el alma del blog en que ahora escribo, es su espíritu de convivencia. ¡No es poca cosa! Conseguir que en él se escriba sobre cuestiones bien dispares, con autoría de cristianos, musulmanes y judíos; y que personas pertenecientes a estas tres religiones puedan plasmar sus comentarios, dice mucho por sí mismo.


Cansado estoy de que me hablen de la Castilla del siglo XIII y que pongan como ejemplo de comprensión y confraternización a Toledo y a su Escuela de Traductores. Loable fue el hecho, sin duda alguna, pero remoto en el tiempo.

Por ello he querido referirme, al principio de estas líneas, a algo más reciente: concerniente a quienes lo vivimos, sin tener que remontarnos a la Edad Media y a Al-Andalus, o a los reinos cristianos que entonces existían en la Península Ibérica.

Pero en el Norte de Marruecos y además de lo referido, ocurrió un hecho insólito e histórico. El que los españoles cristianos, en tierras musulmanas, se reencontrasen, además de con los andalusíes, con los judíos expulsados de España en 1492, los sefardíes: con los hijos de Sefarad; que jamás olvidaron sus orígenes hispanos, que conservaron usos, costumbres y hasta la lengua (bien que preñada de vocablos hebreos, árabes y portugueses); la misma lengua que hablaban sus antepasados de casi quinientos años atrás, los que se fueron de España llorando…

En absoluto me referiré a la Zona que Francia administró, siendo conocedor que en ella también vivían muchas familias de origen sefardí. Sólo me centraré en la que España administró bajo el régimen colonial y, por extensión, a la Zona internacional de Tánger. Pues en la primera y de manera oficial, fue donde se reencontró con quienes casi medio milenio atrás había expulsado.

Boda hebrea en Larache

Ya en 1860, con la llamada “Guerra de África”, los españoles hallaron con sorpresa en Tetuán y zonas circundantes a quienes a ellos se dirigían en una lengua comprensible. Pero fue tras 1911-1912, cuando los españoles al fin se reencontraron con aquellos hijos de la diáspora, con aquellos expatriados por supuestos motivos religiosos. Y fue a partir de entonces, en el tiempo que duró el llamado Protectorado español en parte de la zona norte de Marruecos (1912-1956) y aun años después, donde los españoles, en muchos casos ignorantes del pasado, se reencontraron con los descendientes de los expulsados y cuando tuvieron la oportunidad de convivir en armonía y tolerancia: unos intentando comprender qué había sucedido en realidad para que en tiempo tan lejano hubiesen sido objeto de expulsión quienes ningún problema planteaban y en los que nada malo percibían. Los sefardíes marroquíes dichosos de encontrar con quienes podían hablar y entenderse en su dialecto castellano: el haquetía, aunque pronto aprendieron el español “moderno”; y generosos al perdonar -olvidar era imposible- la vejación sufrida y un injusto exilio. Fueron tiempos para reconocerse y quererse. Por supuesto que hubo roces e incomprensiones; pero fueron coyunturales y consustanciales a cualquier tipo de convivencia.

Es necesario hacer hincapié que la trascendencia del reencuentro, la constituye tanto el hecho en sí como algo novedoso y único hasta ese momento: el que no fuese algo ocasional, si no duradero y fructífero en el tiempo. Como poco, por más de cuatro décadas… Y el que fuera algo que afectó no tan solo a un grupo de personas, si no a un considerable contingente humano.

Desde el recuerdo al Marruecos en que nací y viví – Larache fue mi epicentro – en la tierra querida, donde el verdadero reencuentro entre españoles y sefardítas fue posible; donde la convivencia entre españoles -cristianos o no creyentes- y “hebreos” ( en aquel tiempo así siempre los denominamos) fue un hecho histórico, este cristiano quiere hoy dedicar un recuerdo a quienes fueron y son sus amigos, con quienes el convivir -insisto, como lo fue entre los creyentes de las tres religiones- por cotidiano y normal, fue gratificante y enriquecedor. Quiere decirles algo a los sefardíes…

Fiesta hebrea en Larache

Los sefarditas de Marruecos jamás olvidarán que se fueron de España llorando. Ojalá que nunca olviden a los españoles con quienes se reencontraron y convivieron.

Sólo me queda añadir, aparte de mi profundo respeto y cariño, que verdaderamente el Norte de Marruecos fue la tierra del reencuentro, la tierra del milagro. Y ello ocurrió en tierras cherifianas, en las del Magreb- al- Aksa, en el Imperio de Poniente. Aunque en los corazones de los que allí nacimos o vivimos, su sol es y será siempre naciente.

A LOS SEFARDÍES DE MARRUECOS

De Marruecos sefarditas,
¡los hijos de Sefarad!
Sentimiento que palpita
con deseo de hermandad.

Que de España os alejaron
pesarosos, con gran dolor.
A quienes os expulsaron,
¡apenas si un resquemor!

Alegría fue la vuestra,
con la que nos recibisteis.
Rencor casi sin muestra
por penar que padecisteis.

Hijos de tierra lejana,
Sefarad en vuestro ser.
Hijos de tierra cercana,
¡lo imposible pudo ser!

Con nosotros convivisteis,
en Marruecos fue posible.
Logramos, al fin pudisteis
calmar pesar insufrible.

Y en Marruecos fue el Norte
donde el reencuentro sucedió:
¡español buscando norte
a sefardita reencontró!

Españoles encontraron
a expulsados que penaban.
Expatriados hallaron
que su tierra anhelaban.

De Marruecos sefardíes,
de Sefarad siempre seréis.
Vuestras raíces sefardíes
¡nunca, jamás olvidaréis!

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