Así recibieron los judíos de Tetuán a los soldados españoles en 1860

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Los soldados del Regimiento de Infantería Zaragoza se llevaron una sorpresa cuando, al entrar en Tetuán, se encontraron a los miembros de la comunidad judía lanzando vivas a la Reina Isabel. En el fondo, fue un reencuentro entre españoles. Esto es lo que sucedió tras la batalla.
Dos días después de la derrota de las tropas del Sultán ante la ciudad de Tetuán y, en vista de la retirada -y casi huída- de sus guerreros, el ejército español avanzaba para ocupar esta importante ciudad mediante una acción convergente de varias columnas. Los que más destacaban eran los voluntarios catalanes, que iban por el flanco derecho, porque sus barretinas rojas los hacían identificables en la distancia.

Pedro Antonio de Alarcón, el periodista ‘empotrado’ en el cuartel general español, nos ha dejado un relato emocionado sobre las prisas por entrar en la ciudad y las paradas en el avance para localizar con los catalejos cuándo ondeaban las primeras banderas españolas en las murallas y en la alcazaba tetuaní.

Los primeros que llegaron a la puerta de la muralla fueron los soldados del Regimiento de Infantería Zaragoza –actualmente está disuelto- y la encontraron cerrada con llave. Luego se supo que el gobernador había huido por la puerta del otro extremo de la ciudad llevándose las llaves de las puertas de las murallas. Por ello, los soldados empezaron a forzar la puerta con sus bayonetas hasta que, de repente, les sorprendió que, desde dentro, salieran grandes voces que gritaban: “¡Que entren pronto! ¡Los moros están entrando por la otra puerta! ¡Vienen a matarnos! ¡Abrid a la Reina de España!”.


Murallas de Tetuán a finales del siglo XIX

Los soldados españoles no entendían qué estaba pasando ¿Cómo era que, dentro de Tetuán, hablara alguien en español y diera vivas a la Reina? ¡Qué cosa tan rara! La realidad fue descubriéndose rápidamente. Las voces gritaban: “¡Somos judíos, somos amigos! Tocad las cornetas para que huyan los moros”. Pero, con las puertas cerradas, seguía sin saberse qué estaba ocurriendo en esos instantes.

Por fin, rota la cerradura, las tropas españolas entraron en Tetuán y empezaron a recorrer las calles. Estaban asoladas, saqueadas; por todas partes se veían destrozos, cosas rotas, muebles, ropas, todo tirado por el suelo; puertas de las viviendas forzadas, muertos tendidos por las calles… ¿Y este desastre? Cuando los soldados españoles empezaron a hacerse cargo de la situación supieron que, hasta pocos instantes antes, las tropas marroquíes, desmandadas, habían estado saqueando su propia ciudad antes de salir de ella para seguir retirándose ante el avance español.

Estos saqueos no sólo afectaron a los judíos y sus viviendas, sino a los propios habitantes de Tetuán. Las causas de este maltrato han de verse en la peculiar estructura tribal que tenía entonces el ejército marroquí, y sus difíciles y a menudo violentas relaciones entre todas ellas y la autoridad del Sultán.

La comunidad judía de Tetuán fue la primera en padecer esta violencia de las tropas marroquíes. ¿Por qué? Porque vivían sojuzgados como una casta inferior dominada y despreciada por los marroquíes.

Vista de Tetuán -por Mariano Fortuny-

Pero aun había una cosa no tenía explicación: ¿Cómo es que esos judíos hablaban en español? ¿Lo habían aprendido pocos días antes al saber que el ejército de España se acercaba victorioso a Tetuán? No. La razón es mucho más interesante. Eran sefardíes puros. Esta denominación procede de Sefarad, el nombre que los judíos dieron a España tras la expulsión en 1492 de sus antepasados ordenada por los Reyes Católicos.

Esa comunidad judía de Tetuán era descendiente directa de aquella que se instaló allí tras la expulsión. Cuando llegaron a Tetuán no se encontraron con otros judíos, así que no tuvieron que adoptar otros modos y lenguas que la que traían de Castilla y que conservarían desde aquel año hasta el de 1860 y más allá.

De hecho, Pedro Antonio de Alarcón dejó dicho que, cuando los judíos salieron en tromba de sus casas para aplaudir a los soldados españoles y vitorear “¡Bienvenidos! ¡Viva la Reina de España!”, lo hacían “con un acento particular, enteramente distinto del de todas nuestras provincias”. A esta forma de hablar se llama ‘ladino’ –es decir, latino- y también ‘djudeoespaniol’, o al menos, así suena al oído.

Y Alarcón también nos describe cómo vestían esos sefardíes, que las calles de la judería eran rectas y no tortuosas como las de los barrios moros, y que los interiores de sus casas estaban decorados en estilo castellano. En concreto, cuenta que en una casa vio una silla cuyo respaldo figuraba la representación del Quijote. Esta comunidad judía se sabía y se sentía –a pesar del hecho de la expulsión y de que ésta se hubiera llevado a cabo varios siglos atrás- originaria de Castilla; así lo afirma la profesora Sarah Leibovici en su estudio sobre esta comunidad judía española, y de ahí viene el otro nombre que los identifica, los ‘megorashim’, o sea, ‘los expulsados de España’, que englobaba a los de otras procedencias, como Galicia, Aragón, Cataluña y Valencia.

 

Entrada de las tropas españolas en Tetuán

Mientras duró la ocupación militar española de Tetuán, unos 8.000 oficiales y soldados se alojaron en el interior de la ciudad –el resto del ejército acampaba en los alrededores-, prefiriendo hacerlo en las viviendas de la judería, donde fueron bien acogidos.

Este reencuentro de españoles-españoles con judíos-españoles acabó el 2 de mayo de 1862, cuando el ejército español se retiró como consecuencia de la situación de paz. Acababa así un corto período de tiempo en que aquellos judíos gozaron del interés y del buen trato de las tropas españolas que contrastó con el desprecio y repudio que recibían de las autoridades ý habitantes de Tetuán.

 

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