De Einstein a Filón de Alejandría, 2da. parte

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Spinoza y Descartes

Gebhart señala la influencia de Descartes en Spinoza: su filosofía ha brotado de las raíces de la filosofía de Descartes.

Descartes parte del escepticismo que desde Montaigne constituía la atmósfera espiritual de Francia, para lograr por la superación de la duda, la certidumbre de la razón. Cuando Descartes eleva a las matemáticas a la categoría de ciencia fundamental, que con su principio de claridad y precisión, da la norma de la verdad a todas las demás ciencias, Spinoza lo sigue en absoluto”. “La verdad hubiera estado eternamente oculta al género humano si la matemática no le hubiera enseñado al hombre una nueva norma de esta”. Pero difiere de Descartes en cuanto en que para este, el hombre era un compuesto de dos sustancias radicalmente distintas, materia y espíritu, mientras que para Spinoza ellas se hallan fusionadas.


El método fue el mismo en Descartes y en Spinoza, pero en este último estaba al servicio de una idea ajena al cartesianismo, la idea de la unidad del todo. Ella no nació de ese método sino que tuvo sus raíces en una visión religiosa. Descartes, siguiendo la teología cristiana, incluye en la noción de d-os, la infinitud, la inmensidad de esencia y la potencia inagotables. Lo que Spinoza ha tomado con energía del cartesianismo es la concepción de una verdad objetiva pura, desarrollable por el entendimiento, que excluye de modo radical todos los elementos de subjetividad que introducen los sentidos y la imaginación. Para Spinoza, la verdad geométrica era el modelo de la verdad objetiva. En su construcción metafísica, Descartes afirma la existencia de una sustancia infinita, d-s, y de dos sustancias finitas, la pensante y la extensa. Para Spinoza, en cambio, hay una única sustancia dotada de infinitos atributos.

“Así pues, si no puede darse razón ni causa alguna que impida que d-os exista o que lo prive de su existencia, habrá que concluir, absolutamente, que existe de un modo necesario (Etica, Proposición XI). Proposición XIV: “Siendo d-os un ser absolutamente infinito, del cual no puede negarse ningún atributo que exprese esencia de substancia, D-os es único, esto es, que en la naturaleza no hay sino una sola substancia y que esta es absolutamente infinita” (Proposición VIII). “Todo cuanto es, es en d-os y sin d-os, nada puede concebirse” (Proposición XV). “D-os es absolutamente causa primera”.

En Spinoza nada hay que se parezca a la duda metódica de Descartes. Para Descartes, el punto de partida de su construcción filosófica es el yo, el sujeto presente. Para Spinoza, el punto de partida es d-os. Descartes fue para Spinoza una gran autoridad. Pero Spinoza fue en todo momento un pensador independiente. Spinoza es anticartesiano en la medida que es místico, neoplatónico, hombre de sentimientos religiosos, formado en la cultura religiosa judía. Se distingue del Renacimiento porque es cartesiano. Porque es un hombre del siglo XVII, porque construye un sistema determinista, matemático, mecánico, de cuya concepción de la naturaleza están excluidos el animismo y el vitalismo renacentista.

Spinoza recorrió el mismo camino que Pascal pero en sentido inverso. El autor de Los Pensamientos se había educado en la disciplina rigurosa de las matemáticas y concluyó en una actitud de escepticismo ante el intelecto y la exaltación de la fe. En su discusión con Boyle, Spinoza mostró, impregnado del espíritu de las ciencias físicas de su tiempo, ciencia para la que era verdad incontestable que todo el universo material está sujeto a las mismas leyes, que todo él tiene idéntica estructura, que la razón es capaz de describir esa estructura en fórmulas matemáticas, que las nociones de los sentidos son subjetivas y no reflejan la realidad, que la realidad verdadera no posee ciertas cualidades de que el hombre tiene noticia a través de las sensaciones.

Además, como sin d-os nada puede ser ni concebirse, es indudable que todo lo que hay en la naturaleza considerada con su ciencia y perfección, envuelve y supone el concepto de d-os, de donde resulta que a medida que conocemos mejor las cosas naturales, mayor y más perfecto conocimiento adquirimos de d-os, y en otros términos (puesto que conocer el efecto por la causa no es más que conocer una de las propiedades de esta causa), a medida que conocemos mejor las cosas naturales, conocemos con mayor perfección la esencia de d-os, que es causa de todo lo demás” (Tratato Teológico Político, pág. 72).

El derecho natural del siglo XVII pretendía fundar un régimen jurídico independiente de la voluntad particular de cualquier Estado e independiente también de toda revelación divina. Era la razón quien descubría ese derecho y quien enunciaba sus normas. Así pensaban Hugo Grocio y otros autores igualmente inclinados a hacer del derecho un estudio objetivo. El libro de la naturaleza está escrito en caracteres matemáticos y el camino de acceso a ella está en nuestra propia razón. Para conocerla no es menester revelación alguna o la moral y el derecho debían prestarse a una indagación análoga a la del saber científico. De esta convicción surgían las doctrinas del derecho natural y lo mismo debía ocurrir con la religión. La razón humana, sin el auxilio de las verdades reveladas, era capaz de descubrir los principios de la religión natural. La ciencia matemática de la naturaleza, el derecho natural y la religión natural eran doctrinas
del mismo linaje. Frente a la concepción de Hobbes del hombre natural como un animal de presa, de cuya voracidad solo puede defenderle un poder absoluto que le sujete a la razón, está la de Spinoza, según la cual cada ser participa de la sustancia infinita que es d-os y recibe de esta participación el grado de existencia que mide su derecho.

Continuará…

Acerca de David Malowany

Nací en Montevideo en 1967. Egresé de la Universidad de la República en 1992 con el título de Doctor en Derecho y Ciencias Sociales.Soy docente universitario en la cátedra de derecho comercial en la Universidad Católica y en la Universidad de la República, en las carreras de contador público y administración de empresas.Desde el 2008 soy columnista de Mensuario Identidad.

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