Desde el atardecer y por ocho días el mundo judío celebra Janucá, la fiesta de las luminarias

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Desde este atardecer y por ocho días el mundo judío celebra Janucá, la fiesta de las luminarias.

En el siglo II antes de la Era Común, la Tierra de Israel estaba bajo el gobierno greco-sirio de Antíoco, quien pretendió terminar con la observancia de los Bnei (Hijos de) Israel, para lo cual estableció una serie de leyes a fin de asimilarlos a la cultura griega de la época. Para ello declaró ilegal la observancia de las mitzvot (preceptos), en especial el Brit Milá (circuncisión), el Shabat y el estudio de la Torá, castigando a los transgresores con la pena de muerte.

No fueron pocos los miembros del pueblo judío que aceptaron esas disposiciones y comenzaron a “helenizarse”; es decir, asimilarse a la cultura griega abandonando la de su propio pueblo, mientras que otros trataban de adaptarse sin perder su peculiaridad.


Pero hubo un hecho que significó el inicio de una revuelta al poder de Antíoco, la profanación del Templo de Jerusalem, sacrificando un cerdo a un dios del panteón griego. Si bien en un comienzo fueron unos pocos, liderados por Matitiahu y luego por su hijo Yehuda el Macabeo, los que comenzaron a enfrentar al ejército griego acantonado en Eretz Israel (la Tierra de Israel) lo hicieron en forma de guerrillas desde las colinas de Judea, obteniendo un triunfo que puede considerarse milagroso debido a la disparidad de las fuerzas, que al cabo de tres años culminaron con la derrota del ejército más poderoso de aquella época y pudieron ingresar a la ciudad de Jerusalem, donde encontraron el Templo Sagrado en ruinas y profanado con ídolos.

Los macabeos lo limpiaron y el 25 de kislev, que de acuerdo al calendario hebreo es hoy, martes, al anochecer, lo reinauguraron. Debido a que la palabra inauguración en hebreo es Janucá, a partir de ese momento anualmente comenzó a conmemorarse esa victoria.

El problema que les surgió a los macabeos fue el encendido de la Menorá, el sagrado candelabro del Templo, ya que no había aceite puro suficiente, pues solo encontraron una vasija que llevaba el sello del Sumo Sacerdote y que duraba un solo día, pero de acuerdo a los textos el contenido de esa única vasija de aceite puro milagrosamente duró 8, el tiempo necesario para producir un nuevo suministro.

Este año, Janucá continúa hasta la caída del sol del miércoles 20 de diciembre.

El ritual establecido para la celebración indica que al iniciarse el día hebreo, es decir a la noche, debe prenderse el primer día una vela o luminaria, el segundo día dos, y así sucesivamente hasta llegar a las ocho velas o luminarias, añadiéndose en la oración de Shajarit de la mañana, el Halel completo, una oración de alabanza integrada por una serie de salmos del rey David, incluyendo las bendiciones anteriores y las que se encuentran a su término.

En la oración denominada Amidá, que se pronuncia a la noche, a la mañana y la tarde de estos ocho días, se agrega un texto especial: Veal Hanisim (Y por los milagros), una declaración de agradecimiento por los milagros ocurridos en Janucá, en la sección de Avodá, que también está dedicada a expresar sentimientos de gratitud similares.

Al ser los días de Janucá festivos, no se recita la oración Tajanún después de la Amidá de Shajarit (matutino) y de Minjá (de la tarde).

Durante los ocho días de la festividad se leen textos específicos del Séfer Bamidvar (Números), donde se relata cómo los dignatarios de Israel, que eran los jefes de las tribus, ofrecieron sus sacrificios inaugurales del Tabernáculo y el primer encendido de la Menorá por parte de Aarón.

El texto está dividido en 8 secciones, y los días de semana suben 3 personas a la Torá; en Shabat el texto correspondiente a ese día se lee como Maftir y en los días de Rosh Jodesh Tevet se lee primero la sección de Rosh Jodesh y luego la correspondiente a Janucá, subiendo a la Torá 4 personas.

En Janucá se puede trabajar normalmente como en el resto de los días hábiles. Se acostumbra que las mujeres no realicen labor alguna la primera media hora luego del encendido de la Januquiá (candelabro especial de esta festividad).

Es costumbre de Janucá aumentar la tzedaká (caridad) y jugar, especialmente los niños, con el dreidl o sevivón, especie de perinola confeccionada para la festividad.

De acuerdo a la tradición, como los griegos habían prohibido el estudio de la Torá, los miembros del Am (Pueblo de) Israel los desobedecieron, pero cuando se acercaban los helenistas, escondían los textos y jugaban con un dreidl o sevivón.

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