Desde la cueva de Majpelá al Cementerio Israelita de La Paz en Uruguay

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Enseña la Biblia que cuando falleció Sará, Abraham trató con Efrón la compra de una cueva en sus tierras “como un bien destinado a sepulturas”. Efrón lo ofreció como regalo, pero Abraham se mantuvo firme en su deseo de pagar por él. Se comprueba de este pasaje bíblico lo caro que es para el judaísmo la debida sepultura.

Desde la época talmúdica se halla establecido el principio de “met mitzvá” que impone la obligación de entierro a toda la comunidad, o en despoblado a quien hubiese encontrado un cadáver. Dicho deber recae al principio sobre los herederos, pero si estos carecen de medios, los costos deben recaer sobre toda la comunidad. Si el difunto expresó el deseo de no ser enterrado, no se le debe hacer caso, pues sería una vergüenza para los vivos que ello no acontezca ( Najmanides). El cumplimiento de este precepto se considera especialmente meritorio.

La Ley deuteronómica dispone que el cuerpo del ejecutado debe enterrarse el mismo día. Los rabinos sacaron de ello la conclusión de que ningún cuerpo debe conservarse durante la noche, pero solo en Jerusalém se conserva la costumbre de no esperar al día siguiente para dar sepultura.


Desde los tiempos rabínicos se deplora la costumbre de colocar vestidos costosos, joyas y armas en la tumba, imitación de ritos paganos. Se dice que fue Rab. Gamliel II ( Siglo I D J) quien rebelado contra esta práctica pidió que no se lo entierre más que con un simple lienzo. Desde esa época se introdujo esa costumbre en los judíos.

Cuenta Flavio Josefo que al pasar una procesión fúnebre, la gente de Judea detenía sus actividades y acompañaba al difunto hasta su última morada. Esta tradición se conservó hasta el Siglo XVIII en algunos lugares. En esos tiempos existía también la costumbre de que ciertas mujeres se profesionalicen en las lamentaciones, marchando delante de la procesión y tocando tambores. El Talmud explica que la participación de estas a la cabeza se explica porque Eva fue propiciante de que la muerte viniese al mundo.

Al recibir la noticia de una muerte, los judíos piadosos pronuncian la bendición Barju Dayan ha Emet ( bendito sea el verdadero juez).

El hijo mayor o más estimado, o a falta de este, un amigo, debe cerrar los ojos del difunto. El Zóhar explica esta costumbre porque el difunto vio la presencia divina antes de expirar ( Shejiná) y no debe continuar después de ello presenciando su mundo anterior, ya que eso lo confundirá a la hora de presenciar el venidero.

En el enterramiento no se coloca a un hombre justo junto a un ignorante o malvado. Tampoco junto a su enemigo. Los que fueron excomulgados son enterrados en lugares apartados. No se puede colocar un ataud encima de otro, salvo que medie tierra de una vara de espesor. No se dice oración alguna por un hombre autoeliminado, ni tampoco si la muerte ocurre en día festivo, ya que esa circunstancia supone un favorecimiento de la providencia que exime de toda oración elogiosa.

Imagínese entonces el lector que la comunidad judía uruguaya solo pudo haber florecido cuando el Estado le concedió el permiso para establecer un cementerio lo cual aconteció entre 1916 y 1917. Cuentan nuestros mayores, varias anécdotas relacionadas con dicho proceso.

Se dice que una delegación de prestigiosos militantes comunitarios visitó en su chacra de Piedras Blancas al ex Presidente José Batlle y Ordóñez, líder del partido de gobierno, a efectos de obtener el permiso del Estado para la instalación de un cementerio israelita. El político reformista se horrorizó frente a la propuesta que recibía. Los judíos, discriminados en otros países, ciudadanos con todos los derechos en el nuestro, no aceptaban ser enterrados juntos a los demás!.

Tomás Berreta, parecería que fue quien dio el permiso para que en su Canelones, donde sería elegido Intendente, se erigiera en 1917 el cementerio israelita en la contigua a la Capital, ciudad de La Paz.

Una de las tumbas más emblemáticas y antiguas contiene a dos hermanos, Berta y Bernardo Bresler que fallecieron con edades similares. El segundo falleció ocho años antes que su hermana en la tragedia del Vapor Colombia el 24-8-1909 ocurrida en el Puerto de Montevideo. Como no existía cementerio israelita fue enterrado en el británico. Cuando su hermana enfermó y su muerte parecía inminente, su afligido padre formó parte de los que desesperadamente rogó por el ansiado permiso.

Se cuenta que el político Domingo Arena fue el asesor letrado de la primera sociedad de entierros askenazit ( la Jevrá Kadischá ) fundada el 18 de julio de 1916 en el Centro Asturiano. Dicha fecha es tomada como de fundación de la Comunidad o Kehilá Askenazit. Casi simultáneamente y con igual finalidad, es creada una sociedad sefaradita, llamada Jesed shel emet, que se traduce como brindarse verdaderamente o dar sin pedir a cambio. Los apellidos de los fundadores son Morón, Macadar, Sassón, Abudara, Cohen, Galante, Mizrají, Junio, Balas, Barqui y Baruj, entre otros.

Bibliografía: Nemirovsky Israel, Albores del Judaísmo en Uruguay. Enciclopedia Judaica Castellana, México, 1949, Tomo V.

Acerca de David Malowany

Nací en Montevideo en 1967. Egresé de la Universidad de la República en 1992 con el título de Doctor en Derecho y Ciencias Sociales.Soy docente universitario en la cátedra de derecho comercial en la Universidad Católica y en la Universidad de la República, en las carreras de contador público y administración de empresas.Desde el 2008 soy columnista de Mensuario Identidad.

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