Detrás de la Declaración Balfour

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El 2 de noviembre de 1917, Arthur James Balfour (1848-1930) por entonces Secretario de Relaciones Exteriores de Gran Bretaña, emitió la famosa carta dirigida, no a la Federación Sionista de ese reino, que presidía Jaim Weizmann (1874-1952) sino a Lord Walter Rothschild. Dicha declaración consigna que el Gobierno de Su Majestad británica contempla favorablemente el establecimiento en Palestina de un Hogar Nacional para el pueblo judío y que pondrá su mejor empeño en facilitar el logro de ese objetivo, entendiéndose claramente que no se hará nada que pueda perjudicar los derechos civiles y religiosos de las comunidades no judías existentes en Palestina ( Eretz- Israel- Palestina y la actual Jordania) , o los derechos y el status político de que gozan los judíos en cualquier otro país. El General británico Allenby se apoderó de Jerusalén, derrotando a Turquía, un mes después de la mencionada declaración.

Balfour fue criado por una madre escocesa de la que adquirió una admiración por las historias bíblicas. David Lloyd George (1853-1944), Primer Ministro británico cuando se emitió la declaración, era un devoto baptista galés que de acuerdo a su propio testimonio estaba más familiarizado con los lugares de Tierra Santa que con el frente de la Gran Guerra. Según le contaría Herbert Samuel (1870 -1963) a Weizmann, a Lloyd George no le importaba para nada los judíos, ni su pasado, ni su futuro, pero pensaba que sería un ultraje permitir que los Santos Lugares pasaran a posesión de los agnósticos y ateos de Francia.

Balfour y Weizmann se conocieron en 1906 cuando el primero le recriminó al segundo el rechazo por parte del congreso sionista de la creación del hogar nacional judío en Kenia que entonces formaba parte de la colonia británica de Uganda. Weizmann le explicó, Señor Balfour, suponiendo que yo le ofreciese París en lugar de Londres, ¿la aceptaría? Pero doctor Weizmann, nosotros tenemos Londres, respondió el inglés. “Es cierto, contestó el sionista, pero nosotros teníamos Jerusalém cuando Londres era un pantano”.


Durante los años que precedieron a la Primera Guerra Mundial, Weizmann, conoció a C.P. Scout, el poderoso editor del rotativo liberal Manchester Guardian, y, por su intermedio, a miembros del Parlamento por Lancashire.Volvió a encontrarse con Balfour, en ese entonces era jefe de los conservadores. También conoció a Lloyd George que cuando sería ministro de Defensa trabajaría con Weizmann, que como químico, era experto en municiones y al antes mencionado parlamentario británico de origen judío Herbert Samuel.

En una reunión celebrada en 1914, Samuel le advirtió a Weizmann que el hogar nacional judío no podía incluir ni a Beirut ni a Damasco, pues allí existía una numerosa población que no podría ser asimilada. Por lo tanto sería ventajoso que el resto de Siria fuese anexionado por Francia, pues para la futura nación israelita bajo protección británica, era mucho mejor tener por vecino a una potencia europea y no a los turcos.

El 16 de mayo de 1916, ante la inminencia de la derrota turca en Medio Oriente, se celebró el convenio secreto entre Mark Sykes representando el Ministerio de Relaciones Exteriores británico y Georges Picot su homólogo francés, concertado en Versalles el 16 de mayo de 1916. Bajo los términos de dicho acuerdo reservado, la sucesión del Imperio Otomano supondría el siguiente reparto entre las dos potencias victoriosas: Francia recibiría directamente el control de las zonas que posteriormente comprenderían Siria (hasta Mosul), Líbano, el sureste de Turquía y la Alta Galilea. Gran Bretaña reclamaba para sí las zonas que pronto se convertirían en Transjordania, Irak, el golfo Pérsico y el desierto del Neguev. De acuerdo a dicho convenio, Eretz Israel- Palestina se dividiría en tres partes. La septentrional que incluiría los ríos Litani, Jordán superior y Jarmok, quedarían en poder de Francia. La costa que va desde Acre a Haifa pasaría a Inglaterra y los Santos Lugares serían Internacionalizados. Tenemos que recordar que en aquel momento el mundo no era consciente de la existencia del Acuerdo Sykes-Picot. No fue hasta 1918, cuando los bolcheviques se apoderaron del Ministerio de Asuntos Exteriores zarista, que tomo estado público este reparto colonialista.

Finalmente en diciembre de 1916 David Lloyd George se transformó en primer ministro y Balfour fue su secretario de Relaciones Exteriores. Ambos estaban descontentos con el Acuerdo Sykes Picot. Los estudiosos señalaban otros factores adicionales que pudieron haber llevado al gobierno de Lloyd George a emitir la Declaración Balfour. Uno de ellos era, según el polémico historiador no sionista Shlomo Sand, la creencia, dentro de los círculos gubernamentales británicos, de que la judería estadounidense podía hacer más para persuadir a su gobierno para que se movilizara en la Gran Guerra.

Sykes salió de la reunión decisiva del gabinete donde se aprobó la Declaración Balfour y le dijo a Weizmann, ¡es un varón!. Al examinarla, Weizmann comentó: pero no es el niño que esperaba.

Para el historiador británico Paul Johnson, gracias a Weizmann los judíos estuvieron en el lugar correcto en el momento exacto. Este pueblo tenía sobre Eretz Israel-Palestina una pretensión romántico-religiosa y tal vez histórica, pero en desacuerdo a los criterios que posteriormente al fin de la guerra, según el Acuerdo de Versalles debían concederse para la obtención de la independencia a las naciones que antes eran minorías en grandes imperios multinacionales. De acuerdo a dicho tratado, el otorgamiento de las mismas, le correspondería a las poblaciones que por razones de nacimiento, lingüísticas o raciales resultasen mayoritarias en los censos. Cuando se publicó la declaración vivían en dicha zona de 85 mil a 100 mil judíos frente a 500 mil habitantes de otras etnias, en su mayoría árabes.

Publicado en la edición impresa de Identidad Uruguay en Julio de 2014. B”H.

Acerca de David Malowany

Nací en Montevideo en 1967. Egresé de la Universidad de la República en 1992 con el título de Doctor en Derecho y Ciencias Sociales.Soy docente universitario en la cátedra de derecho comercial en la Universidad Católica y en la Universidad de la República, en las carreras de contador público y administración de empresas.Desde el 2008 soy columnista de Mensuario Identidad.

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