Di Kolonie: Un barrio judío en el México Moderno

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Después de un siglo de existencia y múltiples transformaciones en su entorno, la colonia Condesa, (Di Kolonie) o mejor dicho sus habitantes, han sido testigos del continuo paso del tiempo y al ser ellos los mejores narradores de sus propias experiencias es necesario recurrir a la memoria como herramienta de recuperación. El recuerdo de tiempos pasados resulta determinante para la elaboración de este trabajo, entendiendo que dicho termino hace referencia a una realidad que ya no existe, por tanto la memoria en este caso debe ser considerada como una herramienta para el investigador a la par de una reinterpretación de los recuerdos por parte de los entrevistados; por lo que la objetividad de la memoria pasa a un segundo plano para dar prioridad a la narrativa.

La presencia de la comunidad judía en México, se remonta hasta los primeros años de la conquista española, con la presencia de varios criptojudios[1] que venían en la expedición comandada por Hernán Cortes. Sin embargo durante todo el periodo virreinal e incluso en el primer siglo de vida independiente, la comunidad no alcanzo un número significativo, incluyendo las 100 familias judías que trajo Maximiliano de Habsburgo durante su imperio[2]. Esta situación no cambiara hasta las primeras décadas del siglo XX, cuando el general Plutarco Elías Calles invita a los judíos a México, con la promesa de otorgarles tierras cultivables, protección y ayuda. Durante los años veinte llegaron al país 90,00 judíos ashquenazitas (de Europa oriental) y 6,000 sefaraditas (de origen ibérico), que sumados a los 5000 judíos aproximadamente ya establecidos hacían un total de 20,000 judíos en la Republica Mexicana[3].


Desde 1933 huyendo del fascismo y las políticas antisemitas que imperaban en Europa una gran cantidad de judíos buscaron lugares de asilo. Su expansión abarcó primero a los países limítrofes, pero debido a la saturación y políticas migratorias fue necesario buscar otras opciones. México, durante el sexenio de Cárdenas de 1936 a 1940, fue una de las naciones que más insistió en su postura anti- imperialista, en la no intervención y protestó contra el fascismo, la dictadura y la beligerancia de Alemania. Con este discurso muchos emigrantes judíos[4] en mente un México progresista.

Daniela Gleizer Salzman[5] asegura que México no tuvo una política de negación o de apertura, sino que fue a partir del contexto internacional y de la política de Estados Unidos, como construyó una postura selectiva, que se basó en el grado de asimilación racial y cultural. La investigadora ha documentado que de acuerdo a textos resguardados en el Archivo General de la Nación y en el de Relaciones Exteriores, en este periodo a los judíos que penetraron a México no se les consideró como refugiados, sino como migrantes que se tenían que adecuar a la legislación. Es a partir de 1938 cuando cambia el discurso y la actitud del gobierno respecto al tema.

“… cuando llegamos los judíos a México, llegamos realmente de inmigrantes, la gran mayoría, luego durante la guerra llegaron algunos refugiados, porque el inmigrante seria el que viene a buscar una vida mejor.”[6]

Una vez en el país, una gran cantidad de inmigrantes se asentó en las calles del centro de la Ciudad de México. Correo Mayor, Jesús Maria, Apartado, Academia, entre otras dieron origen al primer barrio judío.[7]

“Primero nos fuimos todos a Correo Mayor, toda la comunidad, en este, Correo Mayor y Soledad y Correo Mayor y Academia, todas esas calles eran de nosotros, del barrio. Ahí estaban las tiendas yiddish, las panaderías…”[8]

Una de las primeras actividades que realizaron estos inmigrantes, ante la necesidad de buscar un sustento, fue la de comerciantes de puerta en puerta, aboneros que recorrían las calles vendiendo mercancía que les facilitaban otros inmigrantes previamente establecidos en el país y con mayores posibilidades económicas.

“Bueno, yo creo que el hacia la profesión que hacían el noventa y tantos por ciento de los inmigrantes, era lo que llamamos en yiddish pedler o sea abonero, es decir, el conseguía de algún otro paisano que ya estaba mas o menos establecido, que le fiara un poco de hojas de rasurar, de maquinitas, un poco de medias, un poquito de lo que fuera y salía con su cajita a vender lo que pudiera en abonos, en donde fuera. Esto fue, creo yo, su primer empresa comercial, como lo hicieron muchos.”.[9]

“Bueno yo creo que en el periodo post-guerra es cuando la comunidad judia de México empezó a transformarse en una comunidad mayormente de tipo clase media. Cuando yo llegue todavía había una sección importante de elementos de clase media baja… aboneros, vendedores en pequeño, etcetera…a México llegaron fundamentalmente gente de clase media, comerciantes, artesanos, etc.”[10]

Posteriormente, gracias al trabajo duro y la mejora en la economía nacional, fueron capaces de abrir negocios propios. La estabilidad económica les permitirá buscar nuevas zonas donde habitar.

“Eso por una parte, empieza a mejorar también, aunque no todavía… el despegue económico se dará en los años de la guerra, pero ya empieza a haber este movimiento migratorio, pues nosotros mismos en 37, nos vamos… ya los que pueden empiezan a salir, ya empiezan a quedar en el centro las personas de menos recursos, aquellos que pueden y han mejorado en su situación empiezan a emigrar a las colonias, la colonia de moda es la Hipódromo 1937”[11].

“… Bueno, la situación económica tuvo mucho que ver en eso… ya en los años a partir del año treinta y cinco, ya empezó cierto número de gente a salir del rumbo de la Merced o de la Lagunilla y transportarse a la colonia Hipódromo.”[12].

Los judíos pertenecientes a la comunidad ashkenazi optaron por vivir en las colonias Condesa e Hipódromo. Su presencia se volvió notoria enseguida: abrieron sinagogas, colegios, panaderías y carnicerías kósher. El siguiente fragmento de entrevista revela los motivos de la comunidad para elegir a la Hipódromo como nuevo asentamiento

“Yo vivía en le colonia Hipódromo, el vivía cerca, pero el vive primero en el Centro, bastante en el Centro de la ciudad, en Honduras y después se fue de edad un poco mayor que la nuestra al barrio este en donde era la concentración mayor de judíos que había en la colonia Hipódromo, se llamaba en ese entonces, es el primer barrio donde salieron propiamente los judíos del centro de la ciudad, mas aire, a que tuviéramos mas sol, a que hubiera un parque, una cosa así, que nos pudiéramos mover mas libremente y entonces la mayor parte se fue para allá”[13].

Salir del centro se convirtió en una de las mayora aspiraciones de la comunidad y se entendió como dejar atrás el pasado de penurias e ingresar a la modernidad. La colonia se convirtió en garante de un futuro más prospero.

“El sueño de mi madre era salirse del centro de la ciudad e irse a la colonia para poder respirar “frishe luft[14]. Así cuando tenia yo 5 años de edad, nos cambiamos a una privada en la colonia Roma, entre las calles de Acapulco y Tampico”[15].

“De San Juan de Letran 56 nos pasamos al Parque España 17…”[16]

“…Luego nos volvimos a cambiar a la calle de Academia …De ahí nos cambiamos a Popocatepetl 10, en la colonia Hipódromo y de ahí nos cambiamos a la calle de Amsterdam…De ahí nos cambiamos a la calle de Sonora…”[17]

Estas aspiraciones también se ven reflejadas en la literatura de la comunidad, Moisés Rubinstein, fundador del periódico Di Shtime, lo narra así en su novela de la mano de la protagonista Malvina Shneyer:

“-¿Y a dónde se muda la señora?-pregunto atrevido, el portero, en su mano los dos pesos de propina. Ella observó los ventanales de los vecinos y envanecida y a todo volumen, contestó: -Nos cambiamos a Hipódromo… Nos mudamos a la colonia, a una inmensa vivienda, con tres recamaras, a unos pasos del Parque… ¡A un verdadero departamento¡¡Digno de la familia Shneyer¡… Ya desahogada, salió del patio con aire triunfante, en sus oídos, tal vez, las maldiciones de los vecinos. Eso a Malvina le importaba poco; con tal de que los pobres diablos la vieran pavonearse mientras se despedía y la escucharan que se mudaba a la Colonia”[18]

Muy pronto este moderno asentamiento se convirtió en la colonia por excelencia de los ashkenazis y por casi dos décadas un enclave importante de la presencia judía en el país.

“Mis papas eran, bueno mi mamá era americana, mi papá era inmigrante polaco, judíos y cuando llegaron ya esta era la colonia a donde venían los judíos y donde más o menos vivían, mis papas no conocían a mucha gente pero mi tío ya estaba desde antes, entonces sabían que era aquí donde se iban a encontrar con los paisanos, que así fue. Una colonia que fue muy habitada por los judíos, por los judíos europeos básicamente… porque además así la llamábamos la colonia, siempre esta se llamo la colonia. Cuando amigos o paisanos se iban a Polanco o a Teca o todo cuando se hablaba de la colonia siempre hablábamos aquí de la Hipódromo y algunos vivían en la Condesa, algunos vivían aquí cerca en la Roma pero la Hipódromo era la colonia, yo creo que en buena parte por el parque, porque era el lugar de reunión Estaba también por aquí las tiendas de abarrotes de cosas, bueno de las cosas que nos gustaban, los arenques y la mazda en tiempos de Pascua, había aquí unas sinagogas modestas, bastante modestas pero después se hizo ya el centro comunitario en Acapulco 70 “[19]

“La colonia judía en México digámoslo siempre vivió en ghetto todos juntos en la colonia Hipódromo, en la colonia Condesa, en edificios, en aglomeraciones.”[20].

“La colonia Condesa tenia fuentes, tenia árboles, tenia todo el tipo residencial y la gente que vivía ahí, pues era de mecha categoría.”[21]

Enrique Krauze señala que la colonia Hipódromo “No era un ghetto, propiamente, pero lo vivíamos como tal. Nuestras murallas eran mentales. Era como si el lenguaje oficial de aquella colonia fuera el yiddish, y la religión única la judía… La Hipódromo era la ciudad, y el parque el bosque.”[22]

El parque México se convirtió en el centro de la colonia y de la vida de sus habitantes, lugar de encuentro y de esparcimiento, guarda un lugar muy especial en la memoria de los entrevistados que lo disfrutaron en su infancia.

“…en la colonia Hipódromo y el punto de confluencia era el Parque Hipódromo, se llama, es el parque México…ahí jugábamos, peleábamos, disputábamos y lo manejábamos con criterios totalmente territoriales. Cada uno de los grupos tenia el pedazo de parque que le correspondía, y ay de aquel que se atreviese a cruzar la frontera sin tener los salvoconductos apropiados”[23].

“… después en la adolescencia, preadolescencia el parque siempre fue un corazón importante de esta colonia, el parque México, que se llamaba también San Martín, que los paisanos en broma decían: Nos vemos en Tel Aviv “[24].

“Chapultepec pues una cosa grandiosa para mi entonces porque un parque tan grande… que llevaba a los niños en la mañana, llevaba por Chapultepec y en la tarde en el parque México…Condesa eso, Condesa si”[25].

El recuerdo de sus calles evoca en ocasiones, el choque que para las familias de los entrevistados significo la búsqueda de una nueva vida, sin olvidar el bagaje cultural con el que habían llegado a México, sin olvidar la tierra de la que provenían.

“Recuerdo con más nitidez las caminatas, cogido de la mano de mi madre, diariamente, hasta la escuela a lo largo de la avenida Durango. Resuena en mis oídos los cantos de los pájaros. Mi madre me hacia percibir, mientras comparaba a los apuestos pero escasos árboles de esa avenida, con los inmensos bosques de su tierra natal en Novogrudok, pueblo localizado en la frontera entre Polonia y Rusia. Pasábamos a lo largo del viejo toreo que se encontraba en Durango entra las calles de Salamanca y Valladolid e íbamos a comer helados en una famosa neveria, también situada en la calle de Salamanca”[26].

Por otro lado, esta presente la memoria de los otros, de los goyim, de los no judíos que habitaban en la colonia y para quienes la presencia de la comunidad representó y representa una parte importante de su historia, una pauta para marcar la diferencia que los identifica como una comunidad. Es indudable que la memoria individual forma parte de la memoria colectiva, es decir, la memoria compartida por un grupo social, la cual reasume y reelabora la historia de este grupo en función del presente, seleccionando ciertos aspectos del pasado, destinados a ser recordados y transmitidos, y condenando otros al olvido. Las identidades colectivas, incluidas las identidades nacionales, son en gran medida el resultado de este trabajo de memoria, que presenta dos características esenciales. Ante todo, es una obra de selección entre los innumerables elementos que componen el pasado. La memoria es selectiva, es imposible recordar íntegramente el pasado, sólo una parte de ello permanece impresa en la memoria, mientras el resto cae en el olvido.

Memoria e identidad se encuentran entrelazadas de modo que el conjunto de significados de toda identidad individual y grupal que da un sentido de pertenencia a través del tiempo y el espacio está basada en el recuerdo y a su vez lo que es recordado está definido por la identidad asumida. Memoria e identidad no son cosas fijas sino representaciones o construcciones de la realidad, fenómenos subjetivos antes que objetivos.

En la década de los sesenta la mayor parte de la comunidad judía se cambia a un nuevo desarrollo habitacional, con ello su recuerdo se convierte en parte de la historia de los que quedan atrás.

“Para esto la mayor parte de clientes que dominaba en ese entonces eran inmigrantes judíos,… pero ya después fue cambiando el tiempo y los judíos se fueron de acá, hay algunos todavía, pero la mayor parte se fueron a La Herradura, San Jerónimo, Tecamachalco”[27].

“Bueno yo aquí, aquí yo que haya conocido artistas pues no, yo me acuerdo aquí todo lo que era la avenida México y Ámsterdam si se suponía que había artistas pero, más si había era judíos y estaban aquí en toda esa parte de la colonia en Avenida México y Ámsterdam vivían muchos judíos”[28].

“Lo que vivía mucho aquí eran judíos, había mucho judío, a raíz del 85 es cuando se acaba lo que es el judío, se marcha a Tecamachalco, pero aquí normalmente las mejores construcciones, lo que eran los mejores edificios, casi vivía mucho judío”[29].

Ya con una presencia muy disminuida, la comunidad judía continuó causando una profunda impresión de la memoria colectiva de los vecinos de la Condesa

“Y otra cosa que nos llamo mucho la atención fue la cantidad de salones de belleza y estéticas que había aquí, yo me preguntaba por que, pero cuando empiezas a caminar y a darte cuenta del entorno hay una gran comunidad judía todavía aquí que son de las personas mayores y ellas tienen la costumbre de una vez por semana irse a peinar al salón y les dura toda la semana, tu ves a todas las señoras ya de edad, las abuelitas de la comunidad judía todas andan impecables peinadas de salón. Esa fue de las cosas que nos llamo mucho la atención”[30].

La memoria es la fuerza que perpetúa, que prolonga la identidad colectiva, logra su perduración en el tiempo y posibilita la supervivencia de la cultura a través del proceso de construcción y reconstrucción de subjetividades. Los sujetos construyen su identidad a través de la memoria, en el caso de esta investigación, el recuerdo de una comunidad y la forma en que interactuó con su entorno permiten a los actuales habitantes de la zona construir una parte de su identidad al apropiarse de un pasado e interpretarlo. Di Koloniee es solo un recuerdo, nuevos aires se respiran en donde antaño hubo un barrio judío, otros olores inundan el ambiente de la colonia del gefilte fish y otras voces comienzan a escribir nuevos párrafos de la historia de la Hipódromo, pero no cabe duda que el párrafo referente a los judíos esta escrito con tinta indeleble en el recuerdo y el corazón de quienes vivieron con los ashkenazis de la Condesa.

Bibliografía

  • Archivo de Historia Oral, Universidad Hebrea de Jerusalem, Asociación de Amigos de la Universidad Hebrea de Jerusalem.
  • Carreño, Gloria, Luís Enrique Hernández Jiménez, “Inmigrantes judios ashkenazitas en Mexico”. Extranjeros en las regiones 2, num. 10, México, julio/diciembre 1995, pp. 162-167.
  • Cung Sulkin, Paloma, Silvia Cherem Shabot, et. al., “Imágenes de un encuentro. La presencia judía en México durante la primera mitad del siglo XX”, México, UNAM, 1992, 383 p.
  • Gleizer Salzman, Daniela, “México frente a la inmigración de refugiados judíos”, México, CONACULTA/INAH, 2000, 202 p.
  • Gojman de Backal Alicia, “Generaciones judias en México la kehila ashkenazi”, México, grupo editorial Eon, 1993, tomo I Pasaporte a la esperanza, 178 p.
  • Gojman de Backal, Alicia. “Colonizaciones fallidas. Los judios en la provincia”. Extranjeros en las regiones 2, num. 10, Mexico, julio/diciembre 1995, pp. 96-111.
  • Gojman de Backal Alicia, “La comunidad judia en la ciudad de México”, México, Instituto de cultura de la ciudad de Mexico, 1999, 64 p.
  • Gojman de Backal Alicia, “Camisas escudos y desfiles militares. Los dorados y el antisemitismo en mexico (1934-1940)”. México, UNAM, FCE, 2000, 565 p.
  • Perez Taylor, Rafael. Entre la tradición y la modernidad. México, Instituto de Investigaciones Antropológicas, 1996, 287 p.
  • Porras Padilla, Jeannette. Condesa Hipódromo. México, Editorial Clío, 2001, 207 p.
  • Proyecto de Historia Oral de las colonias Condesa, Hipódromo e Hipódromo-Condesa”, Tesis de Licenciatura. Historia Oral Condesa. Juan Andrés Esteva Salazar.
  • Ricoeur, Paul, et. al. ¿Por qué recordar? Foro Internacional Memoria e Historia, México, Granica, 2002, 248 p.
  • Rubinstein, Moisés, Una vida en Mexico, Coloni Podromo, México, Editorial Di Shtime, 1952, 198 p.

[1] Destacan Hernando Alonso, Santiago de Carvajal y Alonso de Ávila.

[2] Cung Sulkin, Paloma, Cherem Shabot, Silvia, Ariela Katz Gugenheim, et. al., Imágenes de un encuentro. La presencia judía en México durante la primera mitad del siglo XX.. México, UNAM, 1992, 383 p.

[3] Imágenes de un encuentro, op. cit.

[4] Ashkenazis en su mayoría.

[5] Gleizer Salzman, Daniela. México frente a la inmigración de refugiados judíos: 1934-1940, coedición del Instituto Nacional de Antropología e Historia y la Fundación Cultural Eduardo Cohen, 2002.

[6] “Proyecto de Historia Oral de las colonias Condesa, Hipódromo e Hipódromo-Condesa”, Tesis de Licenciatura. Historia Oral Condesa HOC-11. Entrevista realizada a Eliana Menasse por Andres Esteva Salazar, 5 de abril 2006, México.

[7] A este se sumaran con el tiempo la Hipódromo, Polanco, Tecamachalco, La Herradura e Interlomas por mencionar algunos.

[8] Archivo de Historia Oral, Universidad Hebrea de Jerusalem, Asociación de Amigos de la Universidad Hebrea de Jerusalem. [en adelante Archivo de Historia Oral (U. H. J.)] Entrevista a Jane Fishbein por Maty F. de Sommer, junio 3, 1988, México, D. F.

[9] Archivo de Historia Oral, (U. H. J.). Entrevista A Gershon Zevnovati por Anita J. de Viskin, junio 23, 1988, México D. F.

[10] Archivo de Historia Oral, (U. H. J.). Entrevista a Bernardo Fishleder por Maty G. de Okon, noviembre 22, 1988, México, D. F.

[11] Archivo de Historia Oral (U. H. J.) Entrevista a Esther C. de Aliphas, por Naty G, de Okon, diciembre 3, 1988, México, D. F., p. 21.

[12] Archivo de Historia Oral, (U. H. J.). Entrevista a Jacobo Klip por Rosi l. de Gervitz, noviembre 14, 1988, México, D. F., p. 92.

[13] Archivo de Historia Oral, (U. H. J.). Entrevista a Pascual Broid por Esther K. de Cesarman, enero 3, 1989, México, D. F., p. 61.

[14] Esta frase se puede traducir como “aire fresco” o “nuevos aires”, por lo que debe ser entendida como la aspiración de nuevas y mejores oportunidades.

[15] Archivo de Historia Oral, (U. H. J.). Entrevista a Horacio Jinich por Anita J. de Viskin, noviembre 4, 1988, México, D. F., p. 3.

[16] Archivo de Historia Oral, (U. H. J.). Entrevista a Salomón Gerson por Celia Z. de Zuckerman, noviembre 13, 1987, México, D. F., p. 15.

[17] Archivo de Historia Oral, (U. H. J.). Entrevista a Rosendo Gervitz por Rosi L. de Gervitz, septiembre 6, 1988, México, D. F., p. 96.

[18] Rubinstein, Moisés, “Una vida en Mexico, Coloni Podromo”, México, Editorial Di Shtime, 1952, p.8.

[19] Entrevista realizada a Eliana Menasse op. cit.

[20] Archivo de Historia Oral, (U. H. J.). Entrevista a Abraham Goldberg por Daniel Goldberg, septiembre 10, 1988, México, D. F., p.136.

[21] Archivo de Historia Oral, (U. H. J.). Entrevista a Jane Fishbein por Maty F. de Sommer, junio 3, 1988, México, D. F.

[22] Enrique Krauze, “Chagall en la Hipódromo”, Colonia Hipódromo Condesa, México, Editorial Clío, 2001, p.150

[23] Archivo de Historia Oral, (U. H. J.). Entrevista a Jacobo Finkelman por Maty F. de Sommer, marzo 13, 1988, México, D. F. p. 27.

[24] Entrevista realizada a Eliana Menasse op. cit.

[25] Archivo de Historia Oral, (U. H. J.). Entrevista a Elizabeth Glantz por Maty F. de Sommer, junio 15, México, D. F.

[26] Entrevista a Horacio Jinich, op. cit.

[27] Historia Oral Condesa HOC-2. Entrevista realizada a Antonio Hernández González por Andres Esteva Salazar, 28 de febrero 2005, México.

[28] Historia Oral Condesa HOC-3. Entrevista a Carlos Oliva Zavala por Andres Esteva Salazar, 5 de marzo 2005, México.

[29] Historia Oral Condesa HOC-15. Entrevista realizada a Salvador Arroyo por Andres Esteva Salazar, 13 de mayo 2006, México.

[30] Historia Oral Condesa HOC-10. Entrevista realizada a Raquel Nava por Andres Esteva Salazar, 22 de marzo 2006, México.

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