“¡Papa, me voy a lejano oriente!
“¿Qué fue lo que perdiste allá?”, le preguntó su papá.
“Mira”, le contesta el joven, “vine aquí solo para avisarte, no me preguntes tanto.”
“Pero, ¿qué vas hacer allá?, no hay judaísmo, ni Shabat, ni otras cosas, ¿qué vas a hacer?”
Cuando vio el papá que sus palabras entraban por el oído derecho de su hijo y salían por el izquierdo; le dijo:
“Ve, hijo y si te pones los Tefilin todos los días, te mando un cheque de 5,000 dólares para tu paseo”.
El joven aceptó inmediatamente y salió a su paseo muy contento. Después de una semana llama a su papá y le dice: “Papá, necesito
la plata, por favor cuándo me la envías?”
El papá le pregunta: “¿Te pones los Tefilin?”. El joven contesta: “Sí, claro que me los pongo”. “Entonces ya te envío la plata, la plata llegará”, le dice el papá.
Después de 2 semanas el joven llama otra vez y pasa lo mismo; su papá le pregunta sobre los Tefilin y el joven contesta que sí, “Incluso me los pongo dos veces al día”, agrega. Y el papá le dice que la plata está en camino.
Después de un mes sucede lo mismo y el joven se enoja mucho y le dice a su papá que si la plata va caminando ya tenía que estar allá. Y su papá le dice que la plata está ya muy cerca.
Pasaron dos meses el joven regresa a su casa muy enojado con su papá. Y le reclama sobre sus mentiras y que nunca mandó la plata, nunca vio un solo dólar.
Entonces su padre le contesta: “Bueno hijo, antes de hablar sobre mis mentiras, hablemos de las tuyas. Trae tus Tefilin y ellos nos van a contar si te los pusiste o no”.
El hijo abrió bolsa de los Tefilin y de repente cae al piso un cheque frente a sus ojos. Sorprendido, el hijo se quedó sin palabras y su padre lo miró moviendo su cabeza en gesto de desaprobación.
A veces buscamos la recompensa lejos pero en verdad está muy cerca.
A veces hacemos una pregunta: “¿Acaso a Di–s le importa lo que yo hago?”, “¿Si Él es tan grande, qué le importará lo que hace una criatura tan pequeña como yo?”
En verdad, esa pregunta se la hicieron todos los filósofos en la historia.
Y la respuesta es: “A mí, por ejemplo, no me importa lo que pasa con una hormiga y además, tampoco entiendo su lenguaje, soy grande…”
Sí, pero LIMITADO, por eso no podemos alcanzar a entender a los demasiados pequeños.
Y por esa misma razón es que no podemos ver a los átomos y las pequeñitas partículas del universo. ¡Somos limitados!
Di–s por su grandeza sí puede bajar y entender hasta el último detalle. Es más, Di–s está en cualquier lugar incluso dentro de nosotros. Uno lo busca en el cielo y no sabe que está tan cerca, aquí mismo, en este instante, ahora, ¡ya!
En la fiesta de Shavuot –la fiesta de la entrega de la Torá– leemos la Haftará de Ezequiel, en la que se habla del trono celestial que tiene 4 patas: león, águila, toro y humano.
La pregunta es: ¿Realmente Di–s tiene una silla?; ¿Qué nos enseñan esas imágenes del trono?
De acuerdo con lo que está escrito en el Talmud, Di–s está sólo con aquellos que tienen fuerza, riqueza, sabiduría y la humildad. Esto, aparentemente es incomprensible.
¿Cuál es la culpa de una persona pobre o si alguien no tiene fuerza?, ¿Por qué Dios no inspira su presencia?
La respuesta es que esas cualidades tienen otra significación. Como está escrito en el tratado de Avot: cuando una persona adquiere estas cuatro cualidades, las de las cuatro imágenes del trono celestial, se convierte en trono de Di–s. Obviamente, no se habla de riqueza material o de fuerza física, sino de lo siguiente:
León: un símbolo del heroísmo. ¿Quién es un héroe? Quien conquista sus deseos.
Águila: un símbolo de la sabiduría. ¿Quién es sabio? El que ve el futuro como el águila, que ve todo desde arriba.
Toro: es el símbolo de la riqueza (el becerro de oro). ¿Quién es rico? El que está conforme con lo que tiene.
Y el hombre: representa la humildad.
Al tener esos 4 cualidades (cuatro pies), Di–s inspira la Shejiná (su presencia divina). Y esto es el trono celestial.
A propósito, de acuerdo con estas cuatro cualidades fue el orden de ubicación de las tribus del desierto.
Las fiestas que tenemos no son nada más que recuerdos históricos. Y hay que prepararse antes para recibir las enseñanzas de cada fiesta. Hay gente que llegan a las fiestas y no saben de qué se trata. Como el señor que se cayó del piso 15 de un edificio, y cuando llegaron las ambulancias y le preguntaron qué le pasó, contestó: “No sé, acabo de llegar.”
Las fiestas que tenemos son una forma de adquirir estas 4 cualidades o atributos divinos.
León – Heroísmo: A través de las Altas Fiestas. Elul. Año Nuevo. Yom Kippur, Hashana Rabá. León de Judá.
Águila – Inteligencia: La fiesta de “SHAVUOT” cuando recibimos la Torá. La fuente de una parte muy fuerte de la sabiduría del mundo.
Toro – Riqueza: Pascua (Pesaj). Salido de Egipto con grandes activos y posesiones. Ver el becerro de oro. Es la expresión de la riqueza bovina.
Persona – Humildad: Sucot– Estar debajo de la Sucá. Todo el mundo es igual, en una casa temporal sin ningún lujo. Símbolo de humildad.
Por otro lado, hubo cuatro generaciones que perdieron esas cualidades:
La Generación del diluvio, que no tenía sabiduría. Noé (Noaj) construyó el arca durante mucho tiempo para que las personas tuvieran tiempo de mejorar su camino; y no vieron que el diluvio que estaba por llegar.
La Generación de la torre de Babel/Babilonia (confusión, mezcla). Que el pecado era la valentía, la fuerza equivocada, pensado que podían luchar contra Di–s. Bereshit/Génesis 10:8.
Sodoma y Gomorra, que pecaron en la riqueza; establecieron leyes para evitar la ayuda entre uno y el otro y no permitieron traer huéspedes o pobres.
Y Egipto; el error era el Orgullo de Faraón… “¿Quién es Dios que debería escuchar siempre?”, preguntó a Moisés.
Por eso también, se lee en la fiesta la lectura que habla sobre todas las fiestas. Para enseñar nos que cada una de las fiestas hacen parte de un solo camino para ser el trono de Di–s.
Que logremos desfrutar de estas fiestas, no solo de la comida material, sino también de los manjares espirituales y que el sabor perdure todo el año.
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