Drama en El Cairo: Morsi, Hamás y Obama

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Las organizaciones pro-derechos humanos y muchos otros observadores de Egipto desdeñan los cargos presentados la semana pasada por el Gobierno militar de El Cairo contra el depuesto presidente Mohamed Morsi y otros activistas de los Hermanos Musulmanes. Los militares ya han acusado al ex mandatario de complicidad en los ataques contra los manifestantes que buscaban su derrocamiento el verano pasado. Lo cual, por supuesto, resulta tremendamente hipócrita, porque está claro que los militares pueden haber matado a más gente en su represión de los Hermanos Musulmanes tras el golpe que derribó a Morsi y lo condujo a prisión. Pero no han acabado ahí; el Gobierno acusa ahora al expresidente, entre otros, de implicarse en conspiraciones terroristas con agentes de Hamás y de Hezbolá.

Buena parte del escepticismo manifestado por Human Rights Watch respecto a todo esto está justificado. Si lo que pretenden las acusaciones es sostener que Morsi estaba cediendo el control de Egipto a Hamás o a Hezbolá, o que conspiraba para entregarles secretos nacionales fundamentales, todo el asunto es ridículo. Pero los observadores occidentales no deberían perder de vista los hechos básicos sobre los que los fiscales militares parecen haber urdido una trama conspiratoria extra. Caben pocas dudas respecto a que Morsi consideraba a Hamás y, en menor medida, a Hezbolá y a sus patronos iraníes, aliados naturales en una nación y una región en las que se mira con sospecha y temor a los Hermanos Musulmanes. Si eliminamos la paranoia respecto a las influencias extranjeras que, en la cultura egipcia, no anda nunca lejos de la superficie, lo que nos queda es la realidad de un Gobierno de la Hermandad que, naturalmente, miraba a Hamás en busca de apoyo en caso de necesidad. Todo ello, en vez de ser una razón para que la Administración Obama se distancie más del actual Gobierno egipcio, debería ser motivo de reflexión para quienes, en el Departamento de Estado y en la Casa Blanca, estaban dispuestos a contribuir al ascenso de Morsi a la presidencia de Egipto y a sus esfuerzos por mantenerse en ella.

Los hechos relativos a las relaciones entre el Gobierno Morsi y los Hermanos Musulmanes, por una parte, y sus aliados putativos en Gaza y el Líbano, por la otra, son algo turbios. Desde la distancia, resulta difícil determinar dónde acaba exactamente la realidad de una alianza entre Hamás y la Hermandad y dónde empieza la trama judicial urdida por el Gobierno militar para conseguir condenar a Morsi y a sus colegas. Baste decir que algunos de los cargos pueden haber sido exagerados, o ser malas interpretaciones de relaciones rutinarias entre ambos grupos. Asimismo, debería señalarse que las relaciones entre los Hermanos y el Movimiento de Resistencia Islámico palestino no fueron un lecho de rosas durante el año en el que Morsi estuvo al frente en El Cairo: en varias ocasiones cerró los túneles de contrabando entre Egipto y Gaza, en un esfuerzo tardío por detener el creciente caos en el Sinaí, desencadenado por la caída de Hosni Mubarak y la infiltración de Al Qaeda y de otros grupos islamistas.


Pero lo que no puede negarse es que Morsi, pese a ello, seguía considerando a Hamás un aliado cercano y un posible recurso en el juego de poder de El Cairo y en la balanza de poder regional. Como sabemos desde hace tiempo, el movimiento palestino había ayudado a Morsi a fugarse de prisión durante el ocaso del régimen de Mubarak. Hamás fue fundado originalmente como filial de los Hermanos Musulmanes, y el ahora derrocado presidente lo consideraba un aliado natural. La idea de que contribuyó a armarlo, además de estar dispuesto a colaborar de otras formas (incluido como posible apoyo contra la oposición doméstica), no debería parecerle a nadie demasiado rocambolesca. Tampoco deberían sorprenderemos las acusaciones de que Morsi y los suyos consideraran abrirse a sus compañeros islamistas de Irán.

Las acusaciones presentadas contra Morsi y otros cargos de los Hermanos Musulmanes tienen una motivación política y nadie debería esperar que los militares les concedan un juicio justo. Pero también hay pocas dudas de que, si hubiera seguido en el poder, las alianzas islamistas que estaba estableciendo podrían haber cambiado no sólo la fisonomía de Egipto, sino la de toda la región.

Todo ello debería servir para recordarle a Washington lo insensato de sus políticas en el preludio del breve periodo en el que los Hermanos Musulmanes estuvieron en el poder, así como durante su supremacía. La Administración Obama siempre trató de aparentar ser neutral respecto quién estuviera al mando en El Cairo, pero las únicas ocasiones en que ha ejercido su considerable influencia sobre Egipto han sido cuando convenció a los militares para que permitieran que la Hermandad tomara el poder y, posteriormente, cuando castigó a los generales por derribar a Morsi.

Al hacerlo, ha destruido décadas de esfuerzo y de inversión de miles de millones de dólares en ayudas por parte de Administraciones precedentes para mantener a Egipto como aliado de Estados Unidos mientras siguiera en paz con Israel. Primero no consiguió ver el peligro de permitir que un grupo autoritario islamista tomara el control de la nación árabe más poblada, y luego calculó mal cómo su resentimiento por el golpe haría que los militares se abrieran a los intentos de los rusos de volver a meter la cabeza en El Cairo. Como escribí a comienzos de la semana pasada, la culminación de un acuerdo armamentístico entre Rusia y Egipto crea el marco para el declive de la influencia estadounidense en la región, y refuerza la capacidad de Vladímir Putin para crear problemas.

La reafirmación del brutal régimen militar en Egipto no es algo que haya celebrar, pero la única alternativa, en forma de Gobierno de los Hermanos Musulmanes, era mucho peor. Los vínculos entre Morsi y Hamás se están empleando para amañar un dudoso proceso judicial en su contra, pero, aún así, eran una amenaza para la influencia estadounidense y la estabilidad regional. En vez de derramar lágrimas de cocodrilo por Morsi (que ahora está recibiendo el mismo trato que estaba encantado de administrar a sus enemigos), aquéllos a quienes les preocupa la paz deberían estar contentos de que los militares estén haciendo todo lo que pueden para asegurarse de que nunca más vuelva a tener la oportunidad de perturbar Oriente Medio.

http://elmed.io/drama-en-el-cairo-morsi-hamas-y-obama/

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