Egipto: música de rock desafía a la censura

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Uno de los hechos que con más elocuencia revela el carácter totalitario y antidemocrático de una autoridad es, sin duda, el ejercicio de la censura con objeto de acallar las voces y expresiones críticas. En esos contextos, la diversidad de opiniones y posturas es percibida como una amenaza que hay que detener a toda costa, en la medida en que el poder dominante finca la continuidad indefinida de su proyecto en la imposición forzosa y exclusiva de su programa político, sin tolerancia alguna hacia divergencias o desviaciones. Así, para cualquier dictadura resulta connatural que el periodismo, la literatura, la cinematografía, la música y la plástica puedan fácilmente constituirse en enemigos de “los intereses nacionales”, por lo que deben ser vigilados con acuciosidad inquisitorial para evitar “daños” al proyecto nacional dominante. El nazismo, el estalinismo, el fascismo y el polpotismo camboyano fueron los ejemplos más tenebrosos con ese perfil, pero en nuestro siglo XXI hay aún muchas dictaduras abiertas o encubiertas que no “cantan mal las rancheras”. ErdoganKim Jong-UnMugabeMaduro y las monarquías árabes petroleras son algunos de los casos más conocidos, pero hay otros que, sin tanta alharaca, también operan de manera similar.

Respecto de Egipto, por ejemplo, hay cada vez más datos que revelan la restauración del poder omnímodo del aparato estatal representado por el ejecutivo del general Abdelfatah al-Sisi. Todo indica que se está retomando el estilo de gobierno que prevaleció en las tres largas décadas de la era de Mubarak, como si nunca hubiera existido la revuelta social que estalló con las protestas populares de la Plaza Tahrir en enero de 2011. La juventud egipcia que en esa época salió a las calles, se movió hábilmente en las redes sociales y arriesgó su vida para conseguir mejores oportunidades y más libertad, hoy se halla desencantada y llena de frustración, en lucha por hacerse oír, aun a pesar de los riesgos.

Uno de los casos de más reciente resonancia es el del grupo de música rock Cairokee. La autoridad central para la censura de las obras de arte dependiente del gobierno egipcio prohibió la venta y difusión en radio y televisión del último álbum del grupo titulado Una gota de blanco. Sin embargo, los censores no contaron con que ya no son los tiempos de antes. Internet, con YouTube funcionó como medio difusor de las 11 canciones del álbum que han alcanzado gran éxito: en total se han registrado 24 millones de visitas, además de que ha sido la música más vendida en ese país por medio de iTunes en el mes de julio. Y aquí es evidente que la censura, al dar publicidad al asunto, contribuyó paradójicamente al éxito del álbum.


¿Y qué es lo que dicen las canciones para ser tan incómodas para el Estado y tan atractivas para la juventud? Simplemente expresan el desencanto y la crítica ante el estado de cosas reinante. Algunas de sus frases dicen, por ejemplo, “…somos una sociedad ciega que no puede ver su colapso…todos participaron en el crimen y jalaron el gatillo, todos eligieron el silencio y enterraron sus cabezas en la arena…” O también, en la canción titulada Dinosaurio se dice: “…moviéndose entre canales de televisión para matar el aburrimiento, aparece la misma hipocresía, la misma estupidez y pomposidad… después de que vendieron nuestras tierras y nos acusan ahora de ser una juventud desleal”. Como se ve, las letras no contienen llamados a una rebelión armada o algo que sugiera el germen de una peligrosa conspiración. Pero, como sucede con todos los totalitarismos, su paranoia y obsesión por detectar y eliminar a los reales o potenciales “enemigos del régimen” no sorprenden. De hecho, constituyen elementos característicos y dominantes en su esencia. Revisar los ejemplos similares del pasado y el presente, ciertamente nos lo confirma.

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