El antisemita que no sabe que lo es

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La imbecilidad política es aún más grave que la psicológica ya que afecta a grandes capas y estamentos de la población mundial. A un paciente psicológico se lo trata o medica con fármacos, pero a un estúpido político casi no hay por donde agarrarlo, tan resbaladizamente forrado de ideas sombrías está. Para empezar están los complots secretos, luego los imperialistas, después las multinacionales y por fin los judíos, que como siempre tienen la culpa de todo. El universo humano está lleno de pueblos maltratados por su propia gente pero ellos, los imbéciles, han decidido que USA, el ogro del tío Sam, es el principal enemigo de la Humanidad puesto que se asocia con la casta de los opresores para mantener a los hambrientos a raya. No considera importantes las donaciones permanentes, públicas y privadas, que hacen los estadounidenses para ayudar a otros.

Es un país tan malo que debe de ser por eso que los sufridos ´´espaldas mojadas´´ quieren ir allí, a los Estados Unidos, ésa la razón por la cual los niños centroamericanos se desesperan por mascar chicle en la Segunda Avenida de Nueva York y calarse un gorro de béisbol. Pese a su blindaje ideológico el imbécil tiene un punto débil: la nuca, su inconsciente, donde el virus del antisemitismo espera con uñas y dientes el momento preciso para saltar mientras el tonto que lo porta, dice, con voz de falsa inocencia, que él tiene amigos judíos que se oponen a Israel. No muchos, tres o tal vez dos, más importantes que todo un país respetable en el que hay tantos judíos que, a su juicio, uno menos no importa.

El punto débil de ese imbécil es que él, que admira al Islam, lo hace únicamente de vacaciones. No va a Siria, al Líbano o siquiera a los países del golfo para protestar por la discriminación malsana de la mujer o de los trabajadores extranjeros. No va a Indonesia más que para dar un paseo y si acaso viaja a la India no entiende por qué hay allí tanto lío entre musulmanes e hinduistas. En resumen, que el imbécil de turno es un antisemita que no sabe que lo es y cuando se le muestra la verdad pone el grito en el cielo y saca a relucir esos dos o tres amigos íntimos cuyo judaísmo no le molesta ya que de algún modo su propia bondad los neutraliza. El imbécil admira también a Maduro y a CK, la inefable presidenta de un país que una vez fue extraordinario y que hoy mismo está al borde de la bancarrota por su mala gestión, corrupta y partidista.


No importa cuán ineficaz y retrógrada se haya constatado que es su ideología en los países que defiende con vehemencia, ninguno es tan malo como Norteamérica y los norte- americanos. No le importa que Putin sea más zarista que los desaparecidos zares ni que el señor Erdogan desprecie a los kurdos y quiera anclar a Turquía en la versión más mezquina del Islam. La culpa la tienen los judíos y su pequeño país erizado de armas, siempre excesivo y siempre maltratador. No debe asombrarnos que crezcan, los imbéciles, en número, y que haciéndolo se conviertan en cómplices de terroristas y fundamentalistas de toda laya.

Por desgracia esa imbecilidad es contagiosa, asciende o puede ascender a las altas esferas y entonces se dan las peores alianzas, como la de la izquierda con el islamismo. El pobre imbécil suele ser un pensador mediocre que, enfrentado a la verdad, se va por la tangente de su instinto discriminador y prejuicioso con tal de no cejar ni siquiera cuando su aparato mental hace un ruido a fisuras y la Historia con mayúsculas le muestra sus errores. No lo curará, no, la verdad, no lo ilustrará ningún hecho; no le hará bajarse del caballo de su equivocación ninguna prueba positiva de que aquellos a quienes critica son en realidad los que propician y garantizan la vida muelle que lleva. Y menos aún si ocurre que Israel gana su enésima batalla y contra todo pronóstico los judíos siguen persistiendo en su judaísmo. El imbécil hará lo posible por persistir en su imbecilidad y señalar con el dedo lo más lejos posible de su nuca.

Acerca de Mario Satz

Poeta, narrador, ensayista y traductor, nació en Coronel Pringles, Buenos Aires, en el seno de una familia de origen hebreo. En 1970 se trasladó a Jerusalén para estudiar Cábala y en 1978 se estableció en Barcelona, donde se licenció en Filología Hispánica. Hoy combina la realización de seminarios sobre Cábala con su profesión de escritor.Incansable viajero, ha recorrido Estados Unidos, buena parte de Sudamérica, Europa e Israel.Publicó su primer libro de poemas, Los cuatro elementos, en la década de los sesenta, obra a la que siguieron Las frutas (1970), Los peces, los pájaros, las flores (1975), Canon de polen (1976) y Sámaras (1981).En 1976 inició la publicación de Planetarium, serie de novelas que por el momento consta de cinco volúmenes: Sol, Luna, Tierra, Marte y Mercurio, intento de obra cosmológica que, a la manera de La divina comedia, capture el espíritu de nuestra época en un vasto friso poético.Sus ensayos más conocidos son El arte de la naturaleza, Umbría lumbre y El ábaco de las especies. Su último libro, Azahar, es una novela-ensayo acerca de la Granada del siglo XIV.Escritor especializado en temas de medio ambiente, ecología y antropología cultural, ofrece artículos en español para revistas y periódicos en España, Sudamérica y América del Norte.Colaborador de DiarioJudio, Integral, Cuerpomente, Más allá y El faro de Vigo, busca ampliar su red de trabajos profesionales. Autor de una veintena de libros e interesado en kábala y religiones comparadas.