El Azufaifo, Árbol Del Eremita

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A Don Antonio Escudero Ríos, Gran Maestre de la Orden Nueva de Toledo, de filiación templaría y de vida eremítica.
Y a la memoria de nuestro bravo perro Ciro le dedicamos estos hermosos versos de Francis Jammes.
Concededme Dios mío,
si vos me hacéis la gracia el veros Cara los días de Eternidad,
haced que un pobre perro contemple cara a cara
a aquel que fue su dios entre la humanidad.

En el inmenso planeta de los símbolos, tratándose de las cosas corporales del mundo exterior, incluidos los animales y, sobre todo las plantas o las flores, es preciso tener sumo cuidado en proponer los instrumentos “simbolizantes” propiamente representativos de lo simbolizado. Así, por ejemplo, si tomamos los árboles como punto de referencia, resulta muy adecuado considerar al sauce como símbolo de la tristeza, pero sería inadecuado tomar por tal sentimiento al roble o la encina, que parecen mucho más adecuados para simbolizar la fortaleza.
Dentro de este mismo mundo arbóreo, hay un árbol que, en Israel, al canza una antigüedad de más de dos milenios de edad, hasta hundir sus raíces, nunca mejor dicho, en la misma Biblia. En honor a la festividad Tu Bishvat, (Año Nuevo de los árboles) el Ministerio de Agricultura de Israel puso en marcha su página web y aplicación para Smartphone llamada “Patrimonio de los árboles”, que forma parte de un proyecto online para identificar y contar las historias detrás de miles de árboles en todo el país, con una conexión única a la historia y la cultura israelí y judía. ¡Que gran nación ésta, la nación judía, que busca en sus más vierjos árboles, la razón misma del existir y de la vida humana!. En particular, hay un árbol concreto que despierta la mayor admiración, el azufaifo, un árbol fuerte, pese a su ancianidad como el que refleja esta fotografía, tomada precisamente del Catálogo de más de 1.457 árboles del Ministerio de Agricultura der Israel:

Árbol fuerte, pero al mismo tiempo tan delicado; verde, pese a no precisar casi el riego; dulce, porque sus frutos asemejan su sabor al de la manzana de esta propiedad; aislado y solitario, capaz de crecer sin fundir sus raices con los de su misma especie ni con los de ninguna otra; melodioso, puesto que su madera es especialmente apropiada para la fabricación de instrumetos musicales de viento, la tenora, la dulzaina y la chirimía., o de cuerda como los más excelsos estradivarius. Duro, pero al mismo tiempo suave e impermeable, para rechazar por deslizamiento el salobre agua del mar… Como que, en nuestra querida Extremadura, se talaron centenares de individuos para que Felipe II (gran Rey, sin duda, pero con graves errores), construyese la Armada Invencible, que fue vencida por la malvada Isabel II de la pérfida Albión. También es verdad que, como por fin han reconocido los modernos historiadores británicos, su victoria se produjo con la importante cooperación de una -para ellos- oportuna infernal galerna. El caso es que la noble y sufrida Extremadura, además de sus hijos, perdió infinidad de indididuos adultos de esta especie arbórea, el azufaifo. Ese el el árbol al que no consiguieron derrotar los ingleses, pese a sí haber vencido a aquella “invencible” flota, mandada por un imbécil incompetente. Fue lo único que se salvó de aquel desastre: Tan noble árbol, del que fueron hechos los barcos. Tanto, tanto que su madera puede considerarse inmortal y sagrada, puesto que de ellla- se ha llegado a decir- fue hecha la corona de espinas que ciño las sienes de Cristo.
En España, no sólo en Extremadura, hoy aún persiste la especie, pese a la barbarie y el egoísmo de los hombres. También se encuentra en la misma Cataluña, donde se ha desatado una polémica pública en torno a si debe o no ser derribado un azufaifo de más de doscientos años. Probablemente se trate de que, por allí, hasta los árboles deben presentar señales de catalanidad reiterada y tal vez pueda ser considerado un árbol “charnego”.
Pero si, hasta en Cataluña -como los niños de Orense, Jaén, Zamora o Mairena del Alcor, que alli nacen y viven- el azufaifo resiste, sin duda es por haberse apartado a la soledad. Como los hombres que se retiran a ella, los que viven en ella y de ella, que pueden también ser “talados” para otro tipo de empresas, todas ellas propias del espíritu y la grandeza de alma, lejos del consumismo, la economía, la política espuria y canallesca, la moda, la publicidad engañosa y perdularia, los futbolistas, los cantantes y los presentadores de TV. Sobre todo de las mujerzuelas que en ella vociferan, entre otras execrables especies populares, hijas de esta hora tan miserable, estúpida y amarga. Por cierto, el símbolo de la estupidez podría ser perfectamente esa peste de la Televisión. Al menos, de la TV en España.
Mas, también por todo cuanto resulta radicalmente contrario, el noble árbol de referencia, puede ser tomado como símbolo de la soledad; de la soledad mística, dedicada a comprender y abarcar, con el simple pensamiento ensimismado y profundo, los inconmensurables e indescriptibles paisajes del alma humana, mucho más ricos y misterioros que los que pueden contemplarse en el mundo exterior, incluidas no sólo las enigmáticas y arrebatadoras puestas de sol, los tupidos y emarañados bosques, o las nevadas cumpres de las cordilleras, sino todo cuanto en el cosmos, en constante y permanente expansión, se pierde más allá de las últimas nebulosas de las galaxias. Y por ello, el azufaifo, es el símbolo de los eremitas, los ermitaños, los anacoretas y de todo hombre, viva donde viva -incluído el corazón de la grandes urbes llenas de ruido y escándalo- que quiera leer por dentro, saber de sí mismo, enfrentarse al misterio de su esencia y por ende de su existencia.
En definitiva, más que un árbol, el verdadero símbolo del eremitismo es el propio eremita, porque cada hombre ha de ser siempre su propio símbolo, la representación vital y profunda de aquello que quiere ser. Y hablando de hombres nacidos en Extremadura, no puedo olvidar, al paso, precisamente, a mi buen amigo y maestro Don Antonio Escudero Ríos. De un modo similar al de Espronceda, que nació en Almendralejo (aunque no tenga aún Antonio tanta fama), él nació en Quintana de la Serena, también en la misma Provincia de Badajoz, la Civitas Pacis o Pax Julia, el Conventus Pacensis que, en los tiempos de Augusto, formaba parte junto al Emeritensis y al Scallabitanus de la romana provincia de Lusitania. Eso sí, Bajadoz fue reconquistada por Alfonso IX de León y, desde el día 19 de Marzo de 1230 formó y forma parte del viejo Reino, padre de Castilla y de España, cuya Tebaida, la “Tebaida leonesa”, está apretadamente repleta de cenobios, ermitas, monasterios medievales, santuarios, capillas y cuevas, a lo largo del Valle de Peñalba de Santiago, el Valle del Silencio, donde corre ligero el Río Oza, entre los pliegues de las poderosas cumbres de los Montes Aquilanos y donde los anacoretas de media europa se concentraron desde el siglo VII hasta los X y XI, para cultivar, dentro de sí, el más riguroso y prístino saber visigotico-isidoriano.


 

1 comentario en «El Azufaifo, Árbol Del Eremita»
  1. Hermoso texto este que nos reconcilia con el mundo .Se recomienda leer también el hermoso escrito del llorado y desaparecido hace pocos años profesor Pancracio Celdran titulado Loa al azufaifo y que fue publicado en Diario Judio México hace pocos años

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