“El hijo favorito”

Por:
- - Visto 773 veces
“Israel amaba a Yosef más que a cualquiera de sus otros hijos, puesto que él era el hijo de su vejez. Le hizo [a Yosef] una túnica de colores. Cuando sus hermanos se dieron cuenta de que su padre lo amaba más que a todo el resto, comenzaron a odiarlo”. (Breshit 37:5-6)

Dicen que el tiempo todo lo cura. Casi todo. Hay heridas tan profundas que parecen ser inmunes al paso del tiempo. Una de ellas es la vivencia de ser despreciado por uno o ambos padres. Para ello, el desprecio no tiene que ser absoluto sino relativo. La simple percepción de haber sido desfavorecido frente a otro hermano privilegiado deja una huella indeleble con efectos para la familia en su totalidad.

Tal vez no haya otro objeto inanimado que represente tan claramente la envidia, los celos, la intriga y la desgracia de preferir un hijo sobre otro que la túnica de Yosef. Desde sus brillantes colores iniciales hasta el rojo óxido de la sangre del animal con que la tiñen los hermanos, toda la túnica anuncia tragedia.

Hasta hoy en día, en una sociedad donde quedan pocos tabúes por destrozar, resulta casi imposible hablar abiertamente sobre la predilección de un hijo sobre otro. “Querer a los hijos por igual” se ha convertido (afortunadamente) en un poderoso mantra que guía los esfuerzos de muchos padres.


No obstante, el favoritismo forma parte de una inmensa cantidad de familias en todo el mundo. Ya sea dando más afectos, más privilegios o exigiendo menos disciplina, es frecuente que los padres muestren este favoritismo, aun siendo conscientes de sus efectos nocivos. Más aun, la posibilidad de favorecer abiertamente a un niño sobre otro es mayor entre aquellos que, como niños, sufrieron precisamente de esta situación.

¿Por qué hacemos esto, si sabemos cuánto lastima? Dr. Ellen Libby, autora de The Favorite Child (2010) sugiere que los hijos favoritos afirman algún área o llenan algún vació específico en la vida de los padres. Los motivos de la elección de un hijo sobre el otro tienen profundas raíces en el subconsciente, historia, personalidad y cultura del padre o madre. En algunas familias, ser el primer hijo es de suma importancia. En otras, particularmente en culturas patriarcales, ser hombre es imprescindible. Para algunos padres ser fuerte o vulnerable pueden ser características esenciales, mientras que algunos padres sentirán profundo rechazo o atracción por hijos que le recuerden a uno mismo o a algún otro personaje de su pasado.

Frecuentemente, los padres depositan en sus hijos muchos de sus sueños inconclusos en forma de expectativas. Cuando un hijo parece tener más potencial de cumplir dichos sueños frustrados, es más propicio a ser elegido como favorito. Por ello, hijos con gran habilidad deportiva o talento artístico suelen ser elegidos, según sean los anhelos irresueltos del padre.

Curiosamente, los efectos negativos de esta dinámica familiar han sido clínicamente comprobados tanto para el hijo rechazado como para el elegido. Si bien comparten una tendencia hacia la depresión, hay diferencias importantes en cada una de estas experiencias.

El hijo preferido crece con una visión distorsionada de sí mismo y desarrolla una convicción de que existe siempre un reglamento distinto para él. Cuando, además, la sociedad en la que se desarrolla le ratifica dicha noción, se crea el caldo de cultivo para casos como el de los Porkys de Costa de Oro (Veracruz).

El hijo rechazado aprende que no importa cuanto lo intente, no logrará el resultado añorado: el amor de los padres. Como consecuencia, desarrolla una serie de defensas que lo protegen del rechazo del ser amado, haciéndolo en muchas ocasiones poco querible. La sensación de derrota y frustración son frecuentemente evidentes en el enojo y la depresión que le siguen.

Si bien es cierto que algunos hijos rechazados resultan ser particularmente resilientes, es más frecuente ver una dinámica perversa perpetuándose a lo largo del tiempo en la cual el hijo preferido no logra independizarse y sigue acudiendo a los padres por ayuda aun en su adultez, mientras que el hijo rechazado se convierte en el verdadero sostén de los padres envejecidos, en una búsqueda imposible por la ansiada aceptación.

Esta polaridad entre elegido y rechazado parece vivirse con especial intensidad por las personas incluso muchos años después de la infancia. En un programa de televisión llamado “What would you do?”, la cadena ABC creó una escena ficticia en la cual una madre llevaba de compras a sus dos hijas y mostraba un favoritismo grotesco por una de ellas. El público, sin saber que es una actuación, sale en defensa de la niña rechazada con una intensidad poco característica de los programas de cámara escondida. Interesantemente, incluso después de revelar la verdadera naturaleza ficticia de la escena, a varios de los involucrados les cuesta trabajo apaciguar las vigorosas emociones que dicha escena les había provocado. Es de suponerse que lo vivieron como algo muy personal y arraigado a sus propias experiencias infantiles.

Es difícil imaginar el dolor que impulsó a los hermanos de Yosef a venderle y engañar al padre sobre su muerte. Tal vez la mayor desgracia del favoritismo entre hermanos sea precisamente la carga heredada a éstos, quienes se ven arrastrados hacia a una lucha que nunca debió ser suya. La camaradería es sustituida por recelo y aprensión. Cuando, además, el favoritismo se materializa en un objeto concreto, ya sea una túnica de colores o una herencia, sus efectos se manifiestan con energía renovada, capaz de invadir generaciones posteriores.

El hecho de ser una experiencia común en casi todas las familias no le hace menos trágica. Por el contrario, demuestra su tenacidad y persistencia. Dr. Libby afirma que, si bien es natural sentir preferencia por uno u otro hijo durante un cierto tiempo (por ejemplo, algunos padres prefieren a los niños o adultos sobre los adolescentes), el verdadero problema se suscita cuando el favoritismo se convierte en algo constante que pasa a formar parte permanente de la dinámica familiar. Si esto sucede, es nuestra responsabilidad hacer un alto para reflexionar y, si es necesario, buscar ayuda pues, con nuestro amor, podríamos estar causando más daño que con el odio más profundo.

Shabat Shalom.

R. Jonathan Gilbert es Terapeuta Familiar y de Pareja. Es fundador de Biná, Instituto dedicado a la investigación e integración de las enseñanzas judías en la práctica psicoterapéutica.

Mayores informes: [email protected]

Acerca de Jonathan Gilbert

R. Jonathan Gilbert es Terapeuta Familiar y de Pareja. Es fundador de Biná, Instituto dedicado a la investigación e integración de las enseñanzas judías en la práctica psicoterapéutica.

Deja tu Comentario

A fin de garantizar un intercambio de opiniones respetuoso e interesante, DiarioJudio.com se reserva el derecho a eliminar todos aquellos comentarios que puedan ser considerados difamatorios, vejatorios, insultantes, injuriantes o contrarios a las leyes a estas condiciones. Los comentarios no reflejan la opinión de DiarioJudio.com, sino la de los internautas, y son ellos los únicos responsables de las opiniones vertidas. No se admitirán comentarios con contenido racista, sexista, homófobo, discriminatorio por identidad de género o que insulten a las personas por su nacionalidad, sexo, religión, edad o cualquier tipo de discapacidad física o mental.


El tamaño máximo de subida de archivos: 300 MB. Puedes subir: imagen, audio, vídeo, documento, hoja de cálculo, interactivo, texto, archivo, código, otra. Los enlaces a YouTube, Facebook, Twitter y otros servicios insertados en el texto del comentario se incrustarán automáticamente. Suelta el archivo aquí

Artículos Relacionados: