El infortunio de las minorías

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Ser parte de una minoría étnica, nacional o religiosa conlleva mayores posibilidades de ser objeto de discriminación, maltrato e injusticias por parte de quienes constituyen la mayoría en el entorno en cuestión. Sin embargo, las situaciones varían de caso a caso, porque no es lo mismo ser minoría en naciones con buen grado de desarrollo democrático y de respeto a los derechos humanos, que serlo en regiones y países donde prevalecen autocracias más o menos disimuladas y regidas generalmente por ideologías excluyentes de todo aquello que sea apreciado como distinto a lo que representan los poderes dominantes.

Los ejemplos abundan, y a continuación se presentan dos de ellos: apenas hace unas semanas en la ex soviética Kirguistán se desataron violentos ataques orquestados desde los círculos del poder oficial contra la minoría uzbeka que produjeron cerca de 2000 muertos y un éxodo de 400 mil personas en busca de refugio en la vecina Uzbekistán. Kirguistán es una república cuya población de 5.3 millones es predominantemente musulmana. Intereses cruzados de las potencias sobre el territorio kirguiso (Rusia, Estados Unidos y China), sumados a viejas rencillas locales de carácter político y étnico, desembocaron en esta confrontación que tuvo consecuencias espeluznantes en tan sólo quince días. Las reacciones internacionales al respecto fueron decepcionantes. Con la excepción de algunos organismos de carácter humanitario que acudieron al auxilio de las víctimas, nadie más movió un dedo, ni las potencias –que en estos momentos no ven conveniente inmiscuirse abiertamente en las turbulencias de esta zona -ni organizaciones como la Organización de la Conferencia Islámica u otras similares. Éstas permanecieron silenciosas en la medida en que tanto kirguisos como uzbekos son musulmanes, lo cual les dificulta a tales organizaciones denunciar y tomar partido.

El otro ejemplo es el de las minorías kurdas que sumadas alcanzan cifras de entre 25 y 30 millones de personas. Repartidos los kurdos entre Irak, Irán, Turquía y Siria, han sufrido de la permanente represión ejercida por los gobiernos de dichos países, con episodios de intensa brutalidad. Para los kurdos de Irak las cosas mejoraron a raíz del derrocamiento de Saddam, ya que fue posible el establecimiento de la zona autónoma kurda en el norte de Irak. Pero muy mala sigue siendo la suerte de los kurdos en los otros tres países. Siria, quien cuenta con el conglomerado kurdo más pequeño de los cuatro, acaba de protagonizar en marzo pasado, una sangrienta confrontación contra sus kurdos, la cual no trascendió a los medios de comunicación internacionales.


El hecho fue que cerca de 5000 kurdos se habían congregado en la aldea de al-Raqah para celebrar el festival kurdo de Nowruz, cuando fueron atacados a tiros por las fuerzas de seguridad siria. Tal embestida gubernamental contra ellos, que dejó muertos, heridos y encarcelados, forma parte de una política bien definida desde los tiempos de Assad padre. Sobre todo a partir de la década de los setenta el régimen sirio emprendió una campaña de “arabización” de las áreas kurdas con objeto de crear cinturones de población árabe que impidieran la contigüidad de la zona kurda de Siria con sus homólogas de Turquía e Irak. A ello se agregó una política de represión de la cultura y lengua kurdas, con cambios obligatorios al árabe de la nomenclatura de lugares y personas. Es así como estos 1.7 millones de kurdos que constituyen cerca del 10% de la población siria siguen sometidos a la opresión y a esporádicas campañas de despojo de su calidad ciudadana, dejando a parte de ellos en calidad de “maktoumin” (mudos), sin derechos ciudadanos básicos.

Tanto el caso kurdo como el de los uzbekos en Kirguistán son elocuentes de que son muchas las minorías oprimidas cuyas circunstancias específicas no favorecen la posibilidad de su liberación. Y es que su defensa no es asumida por casi nadie en el entorno internacional en tanto hacerlo no sólo no reditúa ganancias, sino que implica riesgos y complicaciones para el mantenimiento de alianzas y equilibrios políticamente convenientes. Es por ello que la retórica de defensa de los derechos de las minorías, con contadas excepciones, se queda en muchos casos sólo en eso, en mera palabrería.

Acerca de Esther Shabot Askenazi

Licenciada en Sociología egresada de la UNAM (1980), con estudios de maestría en Sociología en la UNAM y con especialización en Estudios Judaicos en la Universidad Iberoamericana. (1982-1985) Fue docente en la ENEP Acatlán, UNAM durante 10 años (1984-1994). Actualmente es profesora en diversas instituciones educativas privadas, judías y no judías.De 1983 a 1986 fue colaboradora semanal del periódico "El Nacional" tratando asuntos del Oriente Medio.Desde 1986 hasta la fecha es editorialista semanal en el periódico Excélsior donde trata asuntos internacionales.Es comentarista sobre asuntos del Medio Oriente en medios de comunicación electrónica.Publicaciones:"Los orígenes del sindicalismo ferrocarrilero". Ediciones El Caballito S.A., México, 1982.En coautoría con Golde Cukier, "Panorama del Medio Oriente Contemporáneo". Editorial Nugali, México, 1988.Formó parte del equipo de investigación y redacción del libro documental "Imágenes de un encuentro. La presencia judía en México en la primera mitad del siglo XX" publicado por la UNAM, Tribuna Israelita y Multibanco Mercantil, México, 1992.Coautora de "Humanismo y cultura judía". Editado por UNAM y Tribuna Israelita. José Gordon, coordinador. México, 1999.Coordinadora editorial de El rostro de la verdad. Testimonios de sobrevivientes del Holocausto en México. Ed. Memoria y Tolerancia, México, 2002.Redactora de la entrada sobre "Antisemitismo en México" en Antisemitism: A Historical Encyclopedia of Prejudice and Persecution". Ed. ABC CLIO, Chicago University, 2005."Presencia judía en Iberoamérica", en El judaísmo en Iberoamérica. Edición de Reyes Mate y Ricardo Forster. EIR 06 Enciclopedia Iberoamericana de Religiones. Editorial Trotta. , Madrid, 2007.Artículos diversos en revistas de circulación nacional e internacional.

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