El irresistible Imám del islam radical

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Recopilado por Yoram Bar-Am,  traductor independiente, escritor, columnista  y publicista, miembro de la Asociación de traductores e intérpretes de Israel (ITA).

Una nota publicada en el diario EL PAIS en España indica que la proliferación de burkas y barbudos en el paisaje humano de Melilla esuna realidad que es ya imposible de disimular y ya nadie se atreve a discutir. Los ultras que proclaman un islam anacrónico y rigorista son una minoría creciente y magnética. La religión está de moda entre los jóvenes de las barriadas, a los que fascina la idea de pertenecer a una avanzadilla moral internacional que triunfa en todo el mundo árabe. En la Melilla empobrecida y marginada encuentran los captadores una mina de oro humana.

Mujeres musulmanas caminan por la Avenida Rey Juan Carlos I de Melilla, al acabar un desfile militarel pasado junio. Foto: SANTI PALACIOS


Si en el Reino Unido o en Alemania se han dado casos de yihadistas universitarios y con horizontes laborales envidiables, en Melilla las fuerzas de seguridad han detenido a sospechosos de un perfil que poco tiene que ver con los radicalizados europeos. “Los barbudos se aprovechan de los chicos que no tienen nada que perder”, estima Yusuf Kadur, presidente de la comunidad islámica Al Nur, que pronto inaugurará un centro islámico con el que aspira a ejercer de contrapeso “a los barbas”. “Crecen por días”, afirma. “Aquí captan a los que pasan hambre”.

Cuando los musulmanes melillenses hablan de captar, se refieren a pasar a formar parte de la órbita de los barbudos, a practicar un islam mucho más rígido. De ahí a empuñar un kalashnikov en nombre del Ejército islámico hay un abismo, sostienen decenas de melillenses consultados que viven como el enésimo agravio contra los musulmanes las detenciones contra presuntos yihadistas. Los 12 kilómetros cuadrados de la ciudad autónoma han sido testigo de cuatro redadas islamistas en l que va del año.

 

Sin la religión, hace tiempo que esto habría estallado”, piensa un vecino de La Cañada

 La cañada de Hidum es el principal foco del salfismo en Melilla y un lugar en el que el rigorismo religioso convive con la mugre, las drogas y la ley del más fuerte. En la ladera de una colina a las afueras de Melilla se alza este laberinto de edificios bajos y desconchados. Los hay a medio construir y los hay también con ostentosas balaustradas pagadas con partidas de sospechosa procedencia. Aquí no hay trabajo y el poco dinero que se mueve procede del menudeo de la droga, de algún plan de empleo de seis meses o de una ocasional contrata municipal como la que le acaban de adjudicar a un grupo de paletas barbudos. Por lo demás, la Cañada roza el pleno desempleo.

Un policía hace guardia en la Cañada de Hidum en Melilla tras una redadade islamistas en septiembre. Foto:ANTONIO RUIZ, EL PAIS.

En las calles sin aceras se acumula la basura, sin que nadie pase a recogerla. Un coche calcinado yace al pie de una farola de la que los vecinos chupan la electricidad. Una mujer con hiyab y guantes verdes, que le tapan hasta el último centímetro de piel, espera en el asiento de copiloto de un coche. Su marido con barba larga, se ha bajado a recoger la ración de comida que reparte la Asociación Nueva Cañada. “Damos de comer a más de 300 familias”, explica uno de sus miembros, Hasan. Ayudan también a decenas de niños con fracaso escolar y a la legión de indocumentados que escapan los radares oficiales.

En este barrio se esconden forajidos de Marruecos. Se falsifican también bastidores de coches robados en Alemania que luego cruzan la frontera marroquí. Los jóvenes entran y salen con frecuencia de prisión. “Ahora ya roban hasta en el barrio, atan a ancianas como en las películas”, relata un vecino que teme dar su nombre. “Te levantas con el olor a humo. Esto se ha convertido en un caos. Nos han abandonado. Sin la religión, hace tiempo que esto habría estallado. Los jóvenes están desorientados y amargados. Los barbas les lavan el cerebro. Esta es una moda nueva, que viene de muy lejos”.

La radicalización no se ciñe a la Cañada. Cada vez hay más barrios melillenses con un locutorio o una mezquita en la que se juntan rigoristas. Las chicas con niqab, un velo que cubre el rostro y solo permite ver los ojos, se dejan ver por toda la ciudad y proliferan locales en los que se ha dejado de servir alcohol y cerdo. “Ha habido un cambio radical”, sostiene Massin Hartit, Vicepresidente Mundial del Tamazight y promotor de la cultura bereber en la televisión Popular TV, desde donde retransmiten el día a día de barrios como La Cañada. “Ahora se ven muchas más chicas con burka, un islamismo que no es propio de aquí, que viene de fuera. Los emigrantes marroquíes que han venido de Cataluña con la crisis traen corrientes más arabizadas. Se encuentran con gente que no tiene ni para comer, sin estudios ni nada que perder”.

Pero la alienación y la pobreza no explican por sí solas la radicalización de la juventud. Tampoco en Melilla. Pasarse a las filas del islam radical significa aquí, en Berlín y en Manchester, pasar a formar parte de la que consideran una élite moral internacional, de una corriente global y magnética. Significa tener un proyecto de vida y pasar a ser reconocido. “En esos barrios hay mucha droga, y los islamistas elevan a un toxicómano a la categoría de persona respetable de la noche a la mañana”, explica Abderramán Benyahia, presidente de la Asociación musulmana de Melilla. “Esto es solo una muestra más de la deriva global de islamización”, añade.

Muchos jóvenes absorben con curiosidad casi ciega lo que viene de fuera y rechazan el islam de sus padres, más rural, bereber y menos arabizado. Miran por encima del hombro a su familia, que siente cómo poco a poco pierde a sus hijos. A los padres les preocupa lo que ven y también lo que no ven. Les preocupa lo que sus hijos de 15 años hacen cuando salen de casa y vuelven sin dar demasiadas explicaciones. “A mi hijo de 16 le han intentado captar”, explica Kadur, de Al Nur. “Me acabo de gastar 600 euros en ropa de marca con tal de que no se ponga la ropa islámica y se deje barba”. El cambio de vestuario es el primer síntoma que detectan los padres.

“Las chicas se reúnen en casas donde escuchan con atención las dars, las clases de religión”

Ellos, los hombres islamistas, son más visibles. Son la imagen pública de un colectivo que protesta cuando hay redadas policiales y que predica en las mezquitas. Ellas son más difíciles de detectar y a menudo pasan inadvertidas, confinadas en el universo doméstico. Tienen además sus propias vías de radicalización, paralelas a los de los chicos. En Melilla, las alarmas saltaron en agosto, con la detención de la primera presunta yihadista española, una joven de Melilla que viajó a Marruecos con una menor para supuestamente unirse a las filas del Estado Islámico. Está por determinar si las sospechosas son efectivamente culpables, pero de lo que no hay duda es de que tanto las detenidas como un ejército de jóvenes melillenses profesan una renacida devoción por el islam impulsada y canalizada por las corrientes más ultras.

Si los barbudos conectan con los jóvenes en equipos de fútbol, en gimnasios instalados en garajes, en la mezquita o en excursiones al campo, las chicas frecuentan páginas de Facebook, forman grupos de WhatsApp y se reúnen en casas donde escuchan con atención las dars, las clases de las sabias. Las maestras propagan también su sabiduría en acontecimientos sociales como las bodas o incluso los funerales para formar corrillos en los que adoctrinan a las jóvenes. Leen el Corán en árabe culto y las chicas absorben las enseñanzas con disciplina. Les enseñan cómo ponerse los distintos tipos de pañuelo, o cómo comportarse con la suegra. Ellos, les dicen, son los príncipes que las protegerán y trabajarán para ellas siempre que ellas sigan al dictado la ley islámica.

En esas casas y en esos encuentros se distribuyen materiales de lectura. “¿Cuál es la mejor mujer? Aquella que cuando él la mira se complace, cuando le pide que haga algo, ella le obedece y nunca hace algo que él deteste con respecto a ella o a sus bienes”, recoge por ejemplo La verdadera personalidad del musulmán, un libro que circula entre las jóvenes casaderas melillenses. Tú puedes ser la mejor esposa del mundo o Nada te turbe, una suerte de manual de autoayuda para anclarse en la fe en los momentos difíciles de la vida, son otros de los títulos más consultados.

“Últimamente hay más religiosos”, explica una joven de 20 años que frecuenta las dars. “Tenemos mucho tiempo libre. Con el Corán, cuanto más sabes, más quieres saber. Es muy bonito. Muchas amigas mías han decidido ponerse el burka. Son unas enamoradas del islam y quieren que les vea solo su marido. No tiene nada que ver con el terrorismo”. Dos chicas de Melilla que recientemente decidieron taparse completamente con el niqab —al que en Melilla llaman burka a pesar de que este último cubre incluso los ojos—, aceptaron conversar con este diario sobre su decisión. Cancelaron la cita tras consultar con sus maridos. Buena parte de las mujeres que caminan como sombras negras por Melilla son cristianas conversas, según confirman varios vecinos melillenses.

“Pasarse a las filas del islam radical significa pasar a formar parte de una élite moral internacional” 

Las redes sociales son un vehículo para propiciar encuentros y canalizar la radicalización. Pero es necesario que exista un determinado contexto para que los jóvenes se sienten ante un ordenador y se expongan a páginas radicales o incluso yihadistas, advierten fuentes de los cuerpos de seguridad. “Es normalmente una persona del entorno la que les dice: métete en este chat o en este foro. Van a tiro hecho. En el caso de las mujeres, en un 90% son reuniones cara a cara en casas”, explican.

Las escuelas públicas ejercen de barómetro social

Periódicamente surgen casos de alumnos que se niegan a participar en actividades que consideran haram —prohibidas, según el islam—. Hubo un chico que se salió de clase un Ramadán porque el profesor mostró una foto del David de Miguel Ángel. Una chica se negó a fotografiarse con el cartel de Bring back our girls para pedir la liberación de las niñas secuestradas por Boko Haram. A otras, sus padres no les dejan salir de excursión con sus compañeros en fin de curso.

Luis Escobar, maestro melillense y delegado de la Central Sindical de Funcionarios Independientes apunta un elemento adicional: “Para muchos de estos chicos, su lengua materna es el bereber y no entran en contacto con el castellano hasta los cinco o seis años cuando están en la escuela. Ahí se crea el primer retraso que se va acumulando durante su vida escolar. Cuando llegan a secundaria, no se sienten capaces de seguir adelante y se quedan tirados en la calle”. Escobar reclama profesores de apoyo y mejores alternativas profesionales para los jóvenes.

Las muertes de musulmanes en Palestina, Siria e Irak resuenan con fuerza en las barriadas melillenses, en las que a las corrientes globales se superponen las particularidades locales. Mohamed Busián es el abogado de tres de los seis presuntos yihadistas detenidos este año y se explaya en el rencor que generan las desigualdades entre musulmanes y cristianos en Melilla: “El poder que ha ostentado tradicionalmente la comunidad cristiana y la discriminación social y económica, que pervive, crea frustración. Los jóvenes encuentran su refugio en las ideologías radicales”. El paro, la pobreza o el fracaso escolar se ceban desproporcionadamente con la comunidad musulmana en Melilla. “Hay una fractura social inmensa, que contrasta con el discurso oficial de la multiculturalidad. El agravio comparativo con los cristianos fomenta el victimismo y el integrismo”, cree este abogado que se declara contrario al islamismo que profesan sus clientes.

El victimismo contribuye también a que la comunidad musulmana se blinde frente a las críticas externas. La mayoría silenciosa no comulga con las nuevas corrientes, pero consiente su expansión ante el temor de que les consideren malos musulmanes. La división de las asociaciones y representantes musulmanes de la ciudad tampoco ayuda.

En un bonito parque junto a la carretera de Hidum, Mohamed Driss, presidente de la Comisión Islámica de Melilla, que representa a la comunidad, asegura que se han enterado de las redadas yihadistas “por la prensa”. Driss asegura que no ha percibido un aumento del radicalismo. Culpa a “poderes occidentales de querer mancillar el islam” y se resiste a hablar de las tensiones en el seno de la comunidad. Es de los que cree que la ropa sucia es mejor lavarla en casa.

 

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Yoram Bar-Am, escritor, columnista, publicista, traductor e intérprete profesional independiente, miembro de la asociación de traductores e intérpretes de Israel (ITA), con residencia en Tzur Ygal, Israel. Posee experiencia acumulada superior a 30 años en la traducción, interpretación y publicación de textos y documentos legales, comerciales, técnicos, médicos, diplomas y certificados personales. Los servicios de traducción e interpretación incluyen acompañamiento de comisiones comerciales y diplomáticas y servicios de traducción simultánea y/o consecutiva ante los tribunales en Israel y el extranjero.

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Acerca de Yoram Bar-Am

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