Las relaciones familiares se han transformado y la frustración por no tener ha hecho mella en los individuos. Nos hemos transformado en seres anhelantes e insatisfechos, enojados y tristes de tanto desear. El no obtener crea un vacío existencial.. Casi siempre hay agujeros que no se llenan, ni se podrán llenar. No aceptamos ese hueco y la molestia que produce se transforma en aburrimiento.
Vivimos en una época de creciente tiempo libre, no sabemos como llenarlo. Al llegar el fin de semana, y hacer alto en el trabajo, o las actividades cotidianas, la gente puede enfrentar un gran vacío provocado por falta en la estructura del tiempo. “neurosis dominguera”. Hacen consciente el vacío de su vida. Una enfermedad del posmodernismo.
Lo podemos definir como tedio, como paso del tiempo lento, sin sentido ante un mundo de fantasías y expectativas de la diversión y de la ocupación. Desde pequeños enseñamos a los niños que el aburrimiento es negativo y que todo el tiempo hay que estar haciendo cosas. . “No tengo la menor idea de a donde quiero ir, pero tengo que hacerlo rápido”
Se puede agregar que el aburrimiento es un producto concreto de nuestra forma de vivir en las sociedades industrializadas, resultado de una conciencia desmesurada, insatisfecha. Un tedio natural, es parte de la vida. Tiene que ver con el exceso de expectativas que pueden producir frustración.
Se puede describir como una substancia que rellena los huecos que no están ocupados por la pasión, aventura, ocupación, problemas o ansiedades. Nuestra cultura va desde las brutalidades que se cometen hasta la banalidad de la sociedad de consumo que emana un atractivo irresistible. Queremos tener todo y el no tenerlo nos frustra, el tenerlo también. El fracaso para conseguir satisfacción a través de lo material, produce frustración; parecería que todo el tiempo necesitamos actividades que nos aceleren el pulso, al no tenerlas sentimos ese vacío existencial que duele y perturba. Muchas veces es solo producto de nuestro pensamiento.
Ha aparecido lo que Freud denominó “El malestar en la Cultura”. Contribuimos a su creación y no sabemos como manejarlo. Los bienes materiales de nuestros ancestros han exageradamente superados y ha surgido en su lugar el exceso y anhelo de un bienestar material más fantaseado que real. Nuestros abuelos quedarían sorprendidos al ver los closets o roperos actuales, y la cantidad de artículos inútiles que tenemos en casa, el cúmulo de actividades programadas para divertirnos.
Ellos paseaban por los parques y no se imaginaban que sus nietos y biznietos, preferirían un centro comercial cerrado con aire acondicionado. Los construyen cada día más atractivos, nada que ver con los almacenes de hace muchos años.
Quisiéramos vivir inmersos en un carrusel de fiestas y distracciones, un mundo irreal que puede caer con facilidad. Este artificio aumenta nuestro malestar. “Todos los excesos dañan el alma”. No podemos tener todo lo que vemos o imaginamos.
La publicidad y la fantasía del amor que se nos muestra en el cine, en los medios de comunicación, nos lleva a anhelar lo irreal, ser el príncipe o princesa del cuento. Una cultura popular que se difunde a través de la música, las películas, los medios de comunicación; transmite un mensaje que tiene que ver con libertad, con el derecho de vestir o beber o comer como a uno le plazca. Al no lograrlo, al aburrirnos, sentimos la falta de sentido de vida que se transforma en un gran vacío.
Somos víctimas de todo tipo de emociones que pueden oscurecer los momentos de mayor luz. Por ejemplo, el amor y el odio quedan como partes de un todo; nos cuesta trabajo reconocerlo, preferimos ser vistos como seres amorosos y no como seres que sabemos odiar. Disfrazamos las tendencias agresivas en nosotros y en el prójimo, así se perturban las relaciones humanas.
Se ha dado un significado positivo a ciertos sentimientos, se ignora y califica de negativos esa otra parte que nos abruma. Decimos te quiero con mucha facilidad pero mostrar nuestro desamor por alguien nos parece negativo sin embargo existe y nos corroe por dentro. No solo somos buenos sino que hay una parte de maldad en cada ser humano. Nos columpiamos entre lo positivo y lo negativo. No somos perfectos, pero si perfectibles.
Las relaciones humanas implican acuerdos y desacuerdos, encuentros y desencuentros que terminan en enojos cuando hay imposibilidad de comunicarse adecuadamente. Nadie puede adivinar los sentimientos y deseos del otro. Hay que expresarlos y aceptar que no necesariamente el otro que nos escucha está de acuerdo.
Los sentimientos más contradictorios están en nuestro interior pero la educación, el control y el aprendizaje que hemos tenido por generaciones nos permiten reprimir aquellos sentimientos desagradables y vergonzosos. La más leve irritación me puede convertir en el monstruo más indeseable. Aquello que rechazo en forma contundente me puede surgir ante una situación imprevisible y desagradable. Tales tendencias humanas son un factor que perturba nuestra relación con los otros. Tener una mente brillante y analítica de filósofo francés, complica la vida.
Virtudes y defectos, inteligencia y estupidez, crueldad y compasión, habilidad y torpeza, salud y enfermedad, alegría y tristeza, genio y locura, bondad y perversidad, voz y color, fealdad y belleza, y otras mil características se traspasan de generación en generación impulsadas por una fuerza misteriosa.
Cuestiones como el cansancio, el hambre, la sed, el miedo, cambios hormonales, ayudan a ese monstruo interno a mostrarse en el momento y lugar menos adecuado y de forma grotesca. Este pensamiento para muchos es muy desagradable y tienden a negarlo. Me parece importante aceptar estos sentimientos sin calificarlos. Al aceptarlos nos es más fácil controlarlos y evitar una explosión emocional.
Sólo existe una manera de hacer frente a la vida: tener siempre una tarea que cumplir, un plan a seguir y saber estar con uno mismo. Un profesor que tenía 90 años en su mesita de noche estaba llena de libros por leer y tenía una lista de pendientes por cumplir.
El análisis de nuestras frustraciones y la estructura del tiempo libre contribuyen a curar el vacío. El hombre actual sufre porque cree que su existencia no tiene sentido. Una persona que dice estar feliz, puede poner cara de ilusión con facilidad. Una expresión difícil de fingir, sólo se logra cuando se tienen ilusiones y se hacen planes para el futuro. El querer construir algo nuevo y diferente para seguir adelante es un buen remedio contra el vacío existencial y el aburrimiento.
Muchos de estos enojos se van heredando de generación en generación y no se sabe donde empezaron y menos donde terminaran. Lo importante es mantener el enojo vivo y se buscan razones por doquier.
La existencia de tales tendencias agresivas que podemos percibir en nosotros mismos, y en el prójimo, es el factor que perturba nuestra relación con los semejantes.
Debido a esta primordial hostilidad entre los hombres, la sociedad civilizada se ve constantemente al borde de la desintegración. El interés que ofrece la comunidad de trabajo no bastaría para mantener su cohesión, pues las pasiones instintivas son más poderosas que los intereses racionales. La cultura se ve obligada a realizar múltiples
A medida que avanzaba la madrugada, los ruidos ajenos se silenciaron, y otros imaginarios ocuparon su lugar:
Photo by Seabamirum
Artículos Relacionados: