Energéticos y soberanía; la derrota

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Cuando la tecnocracia se llena la boca con explicaciones en torno de la relación directa entre los precios internacionales de la gasolina importada, los cuales son la soga en el cuello del país, al menos en materia de consumo cotidiano de energía nadie se acuerda de la idea central de los energéticos: garantizar la viabilidad de un país y darle la indispensable y soberanía para vivir con independencia.

Si un vendedor no coloca su producto durante un mes no pasa nada más allá de un quebranto financiero del cual se repondrá más temprano de lo imaginable. Pero si un comprador no tiene gasolina durante un mes, la revuelta le toca la puerta.

México tiene almacenamiento de combustibles solo por cinco días. Así como se oye de tétrico. Y el desabasto especulativo de hace unos días es una llamada de atención en ese sentido.


Un país en guerra y sin combustibles es un país camino de la derrota. Leamos este ejemplo tomado de la enciclopedia:

“…Durante el año 1943, la explotación de petróleo crudo en los países del Eje era de 172 mil 943 barriles diarios provistos por Albania con 2 mil 742 barriles, Austria 20 mil 488, Checoslovaquia 547, Francia 975, Alemania 13 mil 625, Hungría 17 mil 390, Polonia 9 mil 589 y Rumania 107 mil 348 barriles diarios.

“En el año 1943, las plantas de combustible sintético alemanas contribuían con 129 mil 660 barriles diarios, un combustible más caro que el natural obviamente.  También mezclaban un 5% de alcohol con petróleo para obtener mayor rendimiento en los niveles de producción. Viendo el volumen de las importaciones procedentes de Rumania, se puede deducir inmediatamente, que si el Eje perdía esos yacimientos petrolíferos, no sólo la maquinaria de guerra alemana se detendría sino que el país entraría en crisis…

“…Luego de Stalingrado, el avance de las tropas rusas cortó el suministro de petróleo polaco y rumano a Alemania que representaba el 67.6% de sus importaciones y pasaron a cubrir las necesidades soviéticas, una merma significativa que necesariamente iba a detener la maquinaria bélica alemana…

“…Para hacer más crítico ese estado de cosas para Alemania, cuando Italia se rindió los Aliados confiscaron 140 mil toneladas de combustible… La gasolina para automotores se redujo en 60% y el diésel en 50%.  Todos los combustibles sufrieron una reducción, de un total de 500 mil toneladas en marzo, a 125 mil toneladas en setiembre, pero luego tuvieron un repunte, debido principalmente a una producción extra de 30 mil toneladas de gasolina de aviación en noviembre. A partir de ese momento la producción se vino cuesta abajo.

Para tener una idea más clara del dramatismo de la escasez de combustible en Alemania y que fue la razón principal de su derrota, basta hacer una comparación entre la producción de EEUU y la producción Alemana.

“La producción de las refinerías de Estados Unidos en 1943 era de 4 millones 125 mil  barriles diarios, bien abastecidas por el crudo barato sudamericano, o sea que lo que producía EEUU en 15 días era similar a la producción alemana durante todo un año, cuando todas las refinerías europeas estuvieron bajo control germano…”.

Obviamente las guerras se ganan con energía: y si alguien lo duda, basta con recordar cómo el uso del átomo liberado causó la estrepitosa derrota de Japón y el fin de la Segunda Guerra Mundial.

Hoy los mexicanos hemos renunciado a la idea siquiera de la soberanía energética. Dilapidamos miles de millones de barriles de crudo, ganamos fortunas inimaginables  y destazamos en un desolladero infame a la cuarta empresa petrolera del planeta.

En estas condiciones hemos llamado a las compañías petroleras de cuyo concurso habíamos prescindido. La tristeza nacional de haber sido exportador y ahora ser un comprador en problemas, con dificultades para explicar de dónde salió el conejo muerto de la chistera sucia.

Bien dijo López Portillo, debemos prepararnos para administrar la abundancia; pero al parecer no se refería a la mítica cornucopia, sino a la excesiva cantidad de estupideces acumuladas en los últimos veinte o treinta años en materia petrolera. Desmantelar refinerías y limitar su instalación al mínimo necesario para garantizar el fracaso, porque no eran negocio, como si la ganga fuera adquirir todo cuanto antes podíamos fabricar.

Un  verdadero crimen.

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