¿Es La Corrupción, Estúpidos?

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En algún momento las campañas de Ricardo Anaya y José Antonio Meade se verán obligadas a incluir una mayor dosis de sustancia en sus pronunciamientos de oratoria o mediáticos. López Obrador ya lo ha hecho, con su Plan de Nación de más de 400 páginas, aunque buena parte de la sustancia allí plasmada es confusa y no aparece con frecuencia en los discursos, spots o videos del candidato. Ninguna campaña esgrima pura sustancia, pero algo de vez en cuando se antoja necesario. El Frente ha dado un buen paso adelante con el Ingreso Básico Universal, y Meade ha adoptado como programa las reformas de Peña Nieto. Es algo, pero no suficiente para la larga marcha que concluye el 1 de julio.

Como no se puede todo al mismo tiempo, cada candidato deberá escoger dónde desea concentrar el ingrediente de sustancia que le inyecte a su retórica. Por distintas razones, ni Meade ni López Obrador pueden adoptar el tema de la corrupción como primer insumo de sustancia en sus campañas. AMLO, porque ya se autolimitó, por lo menos discursivamente, a combatir la corrupción futura, perdonando la pasada. Meade, por obvias razones, no puede adentrarse en las aguas pantanosas de la interminable corrupción de las dos administraciones a las cuales perteneció (en primera línea). Anaya sí puede, pero no sin complicaciones.

El meollo del asunto es la impunidad, es decir, la ausencia de castigos por crímenes pasados. Para que haya consecuencias, se debe investigar, y no, como dijo Vicente Fox en 2001, simplemente esperar que “aparezcan pruebas”. Sólo aparecen, si se buscan. La pregunta entonces es ¿Quién las busca, y dónde? Si se deja en manos de la justicia ordinaria, o incluso de las aún inexistentes instituciones del Sistema Anti-corrupción, es altamente improbable que se encuentren las mentadas pruebas.


Por ello, llámese como se llame, es indispensable algún instrumento ad hoc, excepcional, para realizar las faenas que las podridas e impotentes instituciones existentes jamás podrán llevar a cabo. Sin proponer algo en este sentido –Comisión de la Verdad, Investigadora, Contra la Impunidad, de Retrovisor, etc.– carecerá de credibilidad y de eficacia la advertencia de proceder contra los funcionarios de este régimen y por lo menos de los dos que lo precedieron (Calderón y Fox). Buscar, y si se encuentra, sentenciar; si no se encuentra, absolver.

Pero esta es sólo la primera complicación. La otra es de índole política. Existen dos peligros para este enfoque. El primero es que Peña Nieto y su gente se espanten, y concluyan que, con todo y todo, les conviene más que llegue Andrés Manuel a la Presidencia que Anaya. La supuesta animosidad personal ya existente entre el Presidente y el candidato opositor abonaría a esta hipótesis. El segundo peligro yace en la actitud del empresariado. Muchos ven con malos ojos que el Frente ataque al candidato del PRI, y peor todavía, que haga del combate a la corrupción, incluyendo zanjar cuentas con el pasado, la piedra de toque de su campaña.

Algunos empresarios piensan que eso sólo fortalece a AMLO, debilita a Meade –su consentido– y no aporta nada positivo. La creencia es lógica, interesada, y falsa. Dejarle la bandera de la lucha contra la corrupción a AMLO equivale a entregarle la victoria. No atacar la impunidad por el pasado, garantiza la del futuro.

1 comentario en «¿Es La Corrupción, Estúpidos?»
  1. Da la impresión según la opinión de la mayoría de los comentaristas y gran parte de los ciudadanos que la próxima elección presidencial se debe definir solo en función del perfil del candidato cuando a final de cuentas lo importante es definir la opción del proyecto de nación que deseamos tener.

    Anaya, Meade y cualquiera de los candidatos independientes solo representan la continuidad de una politica económica neoliberal que a lo largo de ya más de 30 años solo ha resultado ser un rotundo fracaso que ha tenido solo un muy bajo crecimiento que ha fluctuado alrededor del 2% promedio anual y que solamente ha beneficiado a una pequeña minoría creando en lo general una mayor pobreza y desigualdad social, habiendo generando en su mayoría solo empleos mal pagados, lo que ha contribuido grandemente a generar los altos niveles de violencia y corrupción que estamos viviendo. El 1% de la población tiene el 43% de toda la riqueza del país, 77% recibe menos de $300.00 pesos diarios, mayormente entre dos a tres salarios mínimos y 10 millones se encuentran en pobreza alimentaria extrema. Hemos caído en todos los niveles de bienestar: ingresos, salud, educación, cultura, producción agropecuaria, calidad de vivienda, tiempo de esparcimiento, etc. Pagamos en la mayoría de productos y servicios prácticamente los mismos precios que se pagan en los países desarrollados pero con salarios que en su mayoría apenas son una décima parte de lo que se paga en esos países. Las pocas ventajas del salvaje neoliberalismo nunca las aprovecharon nuestros tropicales tecnócratas región IV y solo le añadieron su incompetencia y desmedida corrupción. Fuimos la novena economía mundial y ahora somos la quinceava, somos de los países con menor crecimiento dentro de la OECD y considerado el más corrupto, además de que a nivel mundial también estamos dentro de los considerados con mayores índices de corrupción, así como también uno de los países con mayores niveles de violencia a nivel mundial. Se han entregado todas las riquezas que eran el patrimonio nacional en manos de solo unos pocos cuantos como la telefonía, los bancos, las carreteras, los puertos, los aeropuertos, Imevisión, las líneas aéreas, los ferrocarriles, las minas, la siderurgia, gran parte de la generación eléctrica y ahora el petróleo solo para beneficio y mayor enriquecimiento de unos pocos y en detrimento del resto de la población y de la afectación del medio ambiente y ahora van por la educación, la seguridad social y el agua si no lo evitamos. Se desatendió al campo y la producción de fertilizantes y de muchos productos en que éramos autosuficientes ahora los tenemos que importar y por la misma corrupción siendo productores de petróleo paradójicamente importamos gasolinas, todo esto gracias a las politícas neoliberales que han creado un país de primer mundo para un selecto grupo al tanto que han hecho de México una mala caricatura de lo que sería un estado feudal transportado al siglo XXI con cotos de inmenso poder e incalculable riqueza, mientras que la gran mayoría de la población vive esclavizada dentro de una pobreza que va desde la alimentaria y patrimonial hasta la de una disminuida clase media que sobrevive al día, todo esto dentro de un ensangrentado, tercermundista y fallido país inmerso en el fango de la corrupción, la incompetencia y el cinismo.
    Seguir por este mismo camino con la continuidad de estas polítícas solo continuará generando un mayor crecimiento de la desigualdad social y mayores índices de delincuencia así como el remate de los pocos bienes que aún le quedan a la nación, todo en beneficio de solo unos pocos cuantos y en detrimento de la gran mayoría de los mexicanos. “Insanidad es seguir repitiendo lo mismo y esperar un resultado diferente” Albert Einstein.
    De lo que si podemos estar seguros es de que gane quien gane en las próximas elecciones, se refrendará el dicho que dice que cada pueblo tiene el gobierno que se merece.

    Alberto Algranti Yomtov.

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