Giorgio Perlasca, el ‘Wallenberg italiano’ que salvó a más de 5,000 judíos húngaros

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Giorgio Perlasca salvó a más judíos que los 1200 judíos salvados por el famoso Oskar Schindler. Al igual que Raoul Wallenberg, Perlasca audazmente rescató a los judíos húngaros de debajo de las narices de los nazis, y sin embargo, el heroico Giorgio Perlasca sigue siendo desconocido.

Nacido en 1910 en el pequeño pueblo de Como en el norte de Italia y criado en la cercana ciudad de Padua, la familia de Perlasca estaba compuesta por funcionarios y oficiales del ejército italiano. Inicialmente atraído por el fascismo italiano, se ofreció como voluntario para el ejército cuando Italia invadió Etiopía en 1935. Más tarde se unió al Cuerpo de Tropas Voluntarias, una fuerza italiana que asistió a las fuerzas rebeldes de Francisco Franco en la Guerra Civil Española desde 1936 hasta 1939. En agradecimiento por su servicio, Perlasca recibió una carta de agradecimiento del nuevo y victorioso gobierno de Franco.

La carta ordenaba al servicio exterior español que acudiera en su ayuda si alguna vez necesitaba ayuda diplomática. En ese momento, Perlasca no tenía idea de cuán importante sería esta carta.


A su regreso a Italia, descubrió que Mussolini se había alineado con el Tercer Reich de Hitler e introdujo sus leyes raciales en 1938. Perlesca, que tenía muchos amigos judíos de Padua y de su tiempo en el servicio militar italiano, se oponía firmemente al antisemitismo. En un momento explicó: “No era fascista ni antifascista; Yo era antinazi. “A partir de entonces, se reservó su lealtad para el rey italiano, Víctor Manuel III.

Desde los primeros días de la Segunda Guerra Mundial, Perlasca evitó el reclutamiento trabajando como agente de importación y exportación para el ejército italiano. Viajó a Zagreb, Belgrado y Europa del Este, donde fue testigo de las terribles masacres perpetradas por el Eje contra judíos y serbios.

Giorgio Perlasca, Septiembre 1935

En 1942 fue asignado a Budapest. Encontró la capital húngara “llena de vida, donde nada faltaba y los restaurantes y teatros estaban llenos de gente aparentemente despreocupada, muchos de ellos judíos”. Perlasca, alto, bien vestido y con un estilo muy personal, también disfrutaba de una vida social activa que se vió interrumpida de forma abrupta a finales de septiembre 1943.

Italia se rindió a los aliados y el país se dividió. Algunos se alinearon con la República Social Italiana de Mussolini, mientras que otros apoyaron al rey que se unió a los Aliados. Perlasca fue arrestado como un extranjero enemigo e internado en un campamento cerca de la frontera con Austria. Después de lograr escaparse del campamento en octubre de 1943, regresó a Budapest.

Su vida cambió drásticamente en marzo de 1944 cuando los nazis húngaros tomaron el poder. Perlasca corrió al consulado español en Budapest. Al presentar su carta vital de las autoridades españolas, recibió un pasaporte español con su nuevo nombre: Jorge Perlasca.

Perlasca rescata judíos en la estación de tren en Budapest

Perlasca pronto descubrió que el cónsul español, Ángel Sanz Briz, estaba emitiendo “cartas de protección” para los judíos húngaros que eran forzados a usar la Estrella de David amarilla. La embajada española se vio abrumada por las solicitudes de judíos apátridas que buscaban asilo en un país neutral como España o la salida segura de Europa hacia nuevos rumbos.

El consulado español también empleaba a judíos como empleados y los alojaba en ocho edificios de apartamentos bajo su control. Perlasca ofreció su ayuda. El gobierno húngaro descubrió entonces que los funcionarios españoles habían estado albergando judíos en sus casas y en la embajada y comenzaron a asaltar las casas de los diplomáticos.

Con Budapest sumida en el caos, Ángel Sans Briz y otros funcionarios recibieron órdenes de desalojar la embajada y el consulado de inmediato. Briz le dejó una nota a Perlasca suplicando que se fuera también de inmediato.

Al darse cuenta de que sin contar  con la protección de la embajada española los nazis matarían a muchos judíos, Perlasca decidió valientemente quedarse y tratar de ayudar a los judíos de Hungría.

Perlasca era entonces la única persona en el Consulado con pasaporte español y decidió ir al Ministerio de Relaciones Exteriores en Budapest, Hungría.

Utilizando su don de gente tan particular y una chutzpah ilimitada, y haciendo uso de una carta que había falsificado, Perlasca logró convencer a los funcionarios Húngaros que había sido nombrado nuevo cónsul español y que Sanz Briz estaba simplemente gozando de un permiso especial en su país natal.

Las autoridades alemanas y húngaras dieron crédito a su nombramiento oficial y se convencieron al ser advertidos de que España tomaría serias represalias si se veía obligada a entregar a sus refugiados. Afortunadamente para él, no pudieron confirmar el nuevo estatus de Perlasca con Madrid y se le permitió seguir cumpliendo sus funciones.

“No podía soportar ver a las personas marcadas como animales… No podía soportar ver a los niños siendo asesinados”, afirmó. “Hice lo que tenía que hacer.”

Perlasca describió su situación: “Al principio, no sabía qué hacer, pero luego comencé a sentirme como un pez en el agua. Continué dando pases de protección y cuidando a los judíos en las ‘casas de seguridad’ enarbolando el pabellón oficial español. Como dice el proverbio, “la oportunidad hace al ladrón y nadie es considerado ladrón sino cando es descubierto…”.

El nuevo “cónsul” organizó servicios de comedores, asistencia médica y protección para 5200 judíos en los apartamentos del consulado. Una red de inteligencia creada especialmente para esos fines le advirtía con anticipación las posibles búsquedas realizadas por los nazis.

Las misiones diplomáticas de otros cuatro estados neutrales, Portugal, Suiza, el Vaticano y Suecia, también ayudaron a salvar vidas judías.

En los meses siguientes, Perlasca hizo más que organizar el escondite, la alimentación y el transporte de miles de judíos.

Se le ocurrió un plan brillante para utilizar una antigua ley española que daba a los judíos nacidos en España la ciudadanía y la plena protección de ese país.

Perlasca emitió con éxito pases falsos de seguridad que sostenían que los judíos húngaros eran en realidad de origen español. Los pases indicaban: “Los familiares de todos los españoles residentes en Hungría requieren su presencia inmediata en España. Hasta que podamos restablecer las comunicaciones y facilitar el regreso de eas perona en la medida posible, permanecerán en Hungría bajo la protección del gobierno de España”.

Giorgio Perlasca se asoció en sus actividades ilícitas con el sueco Raoul Wallenberg, Angelo Rotta del Vaticano y Friedrich Born de la Cruz Roja Internacional, para dar fe y asegurar la existencia de los judíos en toda Hungría. Juntos ayudaron a organizar y garantizar el escape de miles de judíos.

Sin embargo, Raoul Wallenberg poseía abundantes fondos, pero no había nadie para pagarle un sueldo a Perlasca. Cuando los fondos consulares se agotaron, utilizó su propio dinero, y luego algunos fondos del comité judío local. Finalmente, tuvo que pedir fondos a las familias que se escondían en los apartamentos.

Siendo un hombre valiente y osado, Perlasca actuó como si realmente fuera un diplomático protegido, arriesgando abiertamente su propia vida para salvar a otros.

Un día de diciembre de 1944, fue a la estación de tren y comenzó a discutir con un oficial alemán, exigiendo la liberación de dos niños judíos en un tren con destino a Auschwitz. También estuvo presente Raoul Wallenberg, el diplomático sueco cuyos actos audaces similares también salvaron muchas vidas judías.

“Un joven oficial con el grado de Mayor de las SS sacó su pistola, apuntándome”, recordó Perlasca más tarde. “Wallenberg, parado cerca, le gritó que no podía tratar a un representante diplomático español de esa manera. Luego, en un momento determinado, llegó un teniente coronel de las SS y preguntó qué estaba sucediendo. Escuchó lo acontecido, y luego ordenó fríamente al Mayor que no hiciera nada más porque, ‘Tarde o temprano’, dijo, ‘de todos modos conseguiremos a otros niños’.

Ambos oficiales de la SS se retiraron y fue entonces cuando Wallenberg me dijo que el coronel de las SS era el notorio Adolf Eichmann”.

En una oportunidad, Perlasca se percató de que algunos soldados nazis estaban dirigiendo a un grupo de judíos a su ejecución. Usando su atrevido aire de autoridad, insistió en que los soldados debía liberar a los prisioneros y dejarlos a su cuidado. Perlasca logró  anular sus protestas y eventualmente los soldados nazis se alejaron y dejaron atrás a los judíos.

Cuando el Ejército Rojo bombardeó Budapest hacia fines de 1944, el Ministerio del Interior planeó trasladar a todos los judíos de los apartamentos consulares al gueto y luego incendiarlo.

Perlasca se negó a dar crédito a tales atrocidades y creer que este horrible plan se aplicaría hasta el momento en que vió a los judíos de los apartamentos protegidos por Portugal dirigiéndose al ghetto. Dirigiéndose de inmediato al Ministro del Interior, suplicó que detuvieran los planes, pero sus argumentos humanitarios y religiosos no tuvieron ningún efecto.

Perlasca decidió entonces cambiar su estrategia y comenzó a emitir amenazas, advirtiendo que si el gobierno español no obtenía en las próximas 48 horas la seguridad de que los judíos bajo su protección estarían a salvo, todos los húngaros en España serían encarcelados y sus propiedades serían confiscadas. Añadió además que los gobiernos de Brasil y Uruguay serían instados a hacer lo mismo.

El Ministro del Interior decidió abandonar su plan vicioso. Cuando las tropas soviéticas ingresaron a Budapest en enero de 1945, los judíos finalmente pudieron abandonar los apartamentos.

Sin embargo, los rusos obligaron a Perlasca a trabajar como barrendero en las calles.

Después de algunas semanas, pudo partir hacia Estambul y finalmente regresó a Italia.

En Italia había muy pocas personas que puieran acreditar su historia. “Mi esposa no dijo abiertamente que no creía mis historias”, recordó. “Pero estaba totalmente seguro de que ella no estaba convencida de lo que le relataba”.

De modo que Perlasca dejó de hablar sobre sus hazañas en Budapest y vivió en un relativo anonimato.

Los hechos completos de su extraordinaria historia no surgieron sino hasta finales de la década de 1980, cuando algunos judíos húngaros recordaron los acontecimientos de Budapest durante la guerra en una reunión familiar.”¿Te acuerdas de ese cónsul español?” alguien preguntó. Varios lo recordaron, y colocaron un aviso en el periódico judío de Budapest pidiendo otros testimonios. Poco a poco surgió la historia de Perlasca y los tributos finalmente comenzaron a fluir.

En 1989, el Parlamento húngaro le otorgó su más alto honor y le fue dedicada una estatua en Budapest.

Israel le otorgó la ciudadanía honoraria y se plantó un árbol en su nombre en Yad Vashem en Jerusalén.

Como parte de su proyecto Justos Entre las Naciones, la Orquesta Sinfónica de Raanana en Israel encargó una pieza orquestal original, “Sus mejores momentos”, del compositor Moshe Zorman en homenaje a Perlasca. La pieza musical se estrenó en un concierto al que asistieron el hijo de Perlasca, Franco, y su nuera, Luciana Amadia.

En 1990 fue honrado en Nueva York por el Comité Raoul Wallenberg. El rey español le otorgó la Orden de Isabel y una pensión. En Italia se convirtió en el tema de un libro y su figura protagonizó una película.

Al igual que muchos héroes del Holocausto, minimizó su valor hasta el final. Deplorando el alboroto, preguntó: “¿No hubieran hecho lo mismo si hubieran visto a niños judíos siendo asesinados en las calles?

El Dr. Hugo Dukesz, uno de los judíos salvados por Perlasca, le escribió este tributo: “Queremos expresar el afecto y la gratitud de los varios miles de judíos que sobrevivieron gracias a su protección. No hay suficientes palabras para elogiar la ternura. con la que nos alimentaste y con la que cuidaste de los ancianos y enfermos entre nosotros. Nos animaste cuando estábamos cerca de la desesperación, y tu nombre nunca se omitirá en nuestras oraciones.

Que el Todopoderoso te conceda tu recompensa.


Publicado por  Menucha Chana Levin, B.A. M.Ed en www.aish.com. Nacida en Sudáfrica y criada en Canadá, ha vivido en Jerusalén con su familia durante más de veinte años. Autora de cinco novelas, su último libro es Hidden Heritage sobre la adopción internacional en familias judías.

Traducido y elaborado por Yoram Bar-Am, escritor, publicista, traductor e intérprete profesional independiente para Diario Judío de México.

Acerca de Yoram Bar-Am

Yoram Bar-Am, traductor profesional independiente, miembro de la asociación de traductores e intérpretes de Israel (ITA), con residencia en Tzur Ygal, Israel. Posee experiencia acumulada superior a 30 años en la traducción, interpretación y publicación de textos y documentos legales, comerciales, técnicos, médicos, diplomas y certificados personales. Los servicios de traducción e interpretación incluyen acompañamiento de comisiones comerciales y diplomáticas y servicios de traducción simultánea y/o consecutiva ante los tribunales en Israel y el extranjero.   

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