¿Hasta cuándo?

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Cada día que pasa, nos damos cuenta de los acontecimientos que conforman los encabezados de la prensa internacional, fotos, videos, notas, palabras, imágenes, testimoniales, palabras, todo en un mismo instante, en tiempo real,  todo en un solo lugar, multiplataformas, dicen ahora, alrededor del mundo. Y tal pareciera, que la información es cada vez más rápida, se ignora que tan precisa sea ésta, pero lo cierto es que genera en el espectador, o algunos dirían, en el receptor, cada vez más estímulos visuales, emocionales, sentimentales e intelectuales.

Poco a poco, y de manera discrecional, dichos estímulos van dejando se esencia humana, y se convierten en números, cifras, likes, seguidores, reproducciones, una y otra vez. Una y otra vez se reproducen en la red videos y testimoniales de atentados en Yerushalaim; en la tienda departamental de Yavne, en las calles… Y la misma historia se repite, no solo en Israel, sino en varias partes del mundo. Pero en esencia, y siempre a cuadro, los actores son los mismos: humanos contra humanos. Unos vestidos de blanco, los otros vestidos de negro. Unos con la cabeza cubierta,  de tela, de metal, de acero. Los otros, con la cabeza desnuda: de esperanza, de fe, de sueños. Otros de piel blanca, otros de piel morena, pero en esencia, todos humanos. Todos somos humanos.

Por lo anterior, ¿es en realidad la esencia de lo que vemos u oímos? De ninguna manera. Lo que vemos y oímos son colores, intereses, posturas ideológicas, incluso listados de nombres, ideologías, filosofías, dirían otros, para tratar de justificar, el fin, a través del medio. Sin embargo, la esencia, la verdadera  esencia de la humanidad, poco a poco, la hemos estado perdiendo: cada vez hablamos menos, y chateamos más. Cada vez vivimos menos, para guardar más.


¿Hasta cuándo volveremos a darnos cuenta del verdadero valor de la vida? ¿Hasta cuándo tendremos el valor de ser felices? ¿Hasta cuándo podremos vernos a los ojos, como humanos, y ser capaces de comprender lo que sentimos, hablamos y pensamos, independiente de nuestro idioma, ideología o afiliación política o religiosa?

Sin lugar a dudas, como humanidad tenemos mucho que aprender. Tal como dice el Salmista, las palabras son como flechas, y como carbones que arden lentamente. No hagamos de nuestras palabras las flechas que dañan a otros, a muchos kilómetros, tal como explica el Midrash. Dignifiquemos nuestras palabras con actos elevados, de amor, de hermandad y de re conocimiento al otro. Solo en nosotros está la solución a los problemas que aquejan al mundo. Y la respuesta, está en nuestra conducta cotidiana. Así lo dijo el Baal Shem Tov:  Tu prójimo es tu espejo. Si tu propio rostro está limpio, también, lo estará la imagen que percibas. Pero si miras a tu prójimo y ves una mancha, sabrás que es tu propia imperfección la que ves reflejada. Simplemente, se te está mostrando aquello que tienes que corregir en ti mismo.

Shalom u brajot.

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