La Comunidad Judía de Venta Prieta

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Hace algunos años incluí en esta columna dominical un breve trabajo sobre una de las primeras comunidades judías asentadas en las goteras del entonces Real de Minas de Pachuca. Tal entrega generó muy buenos comentarios y su inclusión en una página web de la comunidad judía de México, aunque hubo quien dudó de los datos que en ella se consignan. A petición de diversos lectores, vuelvo a utilizar el tema, que ratifico está debidamente documentado y sustentado en documentos que pueden consultarse en diversos archivos, invocados aquí oportunamente.

Venta Prieta, antigua comunidad cercana a Pachuca, hoy parte ya de la mancha urbana y por ser el lugar donde se ubica la escultura de la Victoria del Viento, monumento simbólico de la ciudad erigido en 2010 para conmemorar el Bicentenario del inicio de Independencia Nacional, es también un sitio emblemático de la historia regional en razón de haber sido habitado por uno de los primeros grupos de judíos sefaradíes a finales del siglo 16.

Herencia de la España medieval, las “Ventas” eran sitios construidos a la vera de los caminos, que con mayor categoría que los mesones, brindaban servicios de alojamiento y comida a los caminantes, así como macheros y bastimentos para el descanso y comida de las recuas que conducían. Uno de estos lugares fue precisamente el ubicado en el cruce de los caminos que conducían de Pachuca a México y a Actopan, que con el nombre de “Venta Prieta”, debió fundarse durante las últimas décadas del siglo 16; el calificativo de “Prieta” se le otorgó seguramente en razón del color oscuro de su suelo arcilloso y difícilmente apto para el cultivo.


Fue este el lugar escogido para sus negocios por la familia de Manuel de Lucena y Beatriz Enríquez, ambos de origen portugués. El historiador Luis Rublúo señala la gran importancia que debió alcanzar el negocio de los Lucena y lo describe de manera amplia. “A la casa del Mercader don Manuel de Lucena se entraba por un tendejón, en el cual la costumbre era el acomodamiento de las barricas de vino, y la guarda de telas, así como de diversos objetos de su comercio. Ahí, trataba sus convenios con la excelente clientela, integrada entre viajeros que iban a la Provincia de Pánuco y por quienes venían a los minerales de la propia Pachuca y Real del Monte, o bien, a la villa de Actopan.

“Pero en la propia casa existía una estancia particularmente importante, era el asiento de los recuerdos sagrados y de las tradicionales, fue aquel sitio el que se reservó para la celebración del sábado, costumbre secreta de una docena de familias portuguesas y españolas de confesión cristiana, pero en realidad de convicción judía; fieles en su misteriosa «cripta» de la por entonces llamada Ley de Moysén”.

Los expedientes de la inquisición que obran en el Archivo General de la Nación ratifican que Manuel de Lucena, su esposa y su suegra, practicaban en aquel sitio los ritos de la religión judía, entonces proscrita y perseguida por la Corona Española en todos los ámbitos de sus dominios, tanto en Europa como en América. Por otro lado, en aquella “Venta” recibían apoyo y protección todos los judíos condenados al uso del sambenito —especie de capotillo o casulla que debían vestir los condenados y relajados por haber cometido faltas menores contra la religión católica, única permitida en la Nueva España— del que no podían deshacerse hasta ser absueltos o transcurrir el tiempo de la condena, el uso del sambenito, segregaba a quien lo usaba del resto de la sociedad, la que debería ignorarlos y tratarlos como apestados o leprosos.
Muchos fueron los condenados al uso obligado del sambenito, que aprovecharon la lejanía de la “Venta” Prieta de los Lucena para despojarse en ese lugar de aquel atavío y ya sin él, realizar sus negocios cotidianos, fuera de la capital del virreinato.

Fue a mediados de 1596 cuando uno de los vecinos de la Venta de los Lucena, después de percatarse del auxilio que se prestaba en ese lugar a un condenado al uso del sambenito, decidió denunciarlos ante el Santo Oficio, tribunal que pronto inició el procedimiento inquisitorial y meses más tarde, Lucena sería condenado a morir a garrote y después ser quemado su cuerpo, en tanto que el otro ajusticiado Luis de Carvajal, fue sentenciado a morir quemado vivo, por no haber abjurado de sus creencias. Las sentencias se ejecutaron el 8 de diciembre de 1596, en la Plaza del Quemadero en la Ciudad de México.

Por otra parte, fueron incautados todos los bienes de los condenados, incluyendo la “Venta Prieta” a fin de ser rematados en pública subasta. No obstante, la bien acreditada clientela de la Venta de los Lucena, su venta fue postergada por varios años, ya que el expediente formado al respecto que obra en el Archivo Histórico del Poder Judicial del Estado, contiene las diversas citaciones de remate, sin que el bien cambiara de manos.

Los hechos aquí narrados tienen sustento en diversos documentos que obran en distintos repositorios, invocados como cita y mediante ellos puede reproducirse la historia de la comunidad que hasta la fecha lleva el nombre de Venta Prieta, porción que hoy forma ya parte de la mancha urbana de la capital del Estado y se constituye como la más privilegiada área de crecimiento de la ciudad, donde, por cierto, subsiste una pequeña sinagoga.

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