Las coyunturas histórico-sociales, a las que se han tenido que enfrentar un porcentaje de Mujeres con capacidad de decisión y coraje en éste país centroamericano, han sido muchas durante décadas. Tachando incluso sus luchas o la mayoría de sus propuestas con todo tipo de descalificaciones, por gran parte de la población masculina y un sector importante de mujeres que repiten los patrones machistas, heredados de un patriarcado imperante y conservador, dentro del cual fueron educadas.
Desprestigiando cualquier avance en pro del cumplimiento de todos los derechos que cobijan a una fémina dentro de ésta Nación, sin exclusión alguna por su condición social, económica, religiosa, civil, de género u orientación sexual, dentro de ésta multiétnica y pluricultural idiosincrasia.
Que no solo se vanagloria de ser la democracia más estable de Latinoamérica, sino también la única que respeta los “derechos humanos,” cuando en realidad la participación de las mujeres en diversos campos y entre ellos la política, no ha sido para nada inclusiva o tolerante per se, y por ende, filosóficamente hablando, relativizo el término democracia en éste país.
Porque frente a los derechos que se deberían de “enseñar y sobreponer” en relación a las niñas y adolescentes desde la escuela y colegio, dentro de la conformación de ésta sociedad tan particular, nos encontramos con propuestas más que conservadoras desde el Parlamento y los diferentes flancos religiosos de esta Nación, que expresa un doble discurso para quienes se interesen en el tema.
El cual se orienta a hacer énfasis en los supuestos “deberes y roles” que como mujeres tenemos las costarricenses, más que a nuestros (reales y legítimos derechos), como seres humanos independientes, ante la estigmatización impuesta por siglos, de un sector de ésta sociedad mezquino y carente de toda igualdad en cuanto a derribar los muros de la discriminación, para construir una convivencia inclusiva, menos dispar y más democrática realmente.
Por ello es fundamental reconocer la titánica labor que realiza el Centro de Investigaciones en Estudios de la Mujer, (CIEM) en Costa Rica para visibilizar los diferentes escenarios en los que se encuentran en vilo, el respeto a los derechos y la participación de las mujeres en la realidad costarricense, como profesionales dentro y fuera de nuestros hogares.
Debido a que los resultados expuestos por el Observatorio de la Participación Política de las Mujeres realizado por el CIEM, éste pasado 24 de enero, en la Asamblea Legislativa, con el apoyo de la Universidad de Costa Rica, el Programa de Naciones Unidas para el Desarrollo, el Reino de los Países Bajos, la Entidad de las Naciones Unidas para la Igualdad de Género y el Empoderamiento de las Mujeres, junto con la Cooperación del Gobierno de Canadá, no rindió antecedentes muy alentadores.
Al exponer no solo el sexismo, sino también la violencia política a la que se tienen que enfrentar las mujeres en Costa Rica de cara a la actual campaña electoral, donde la paridad horizontal, no se está cumpliendo como compromiso en cuanto a los derechos humanos que ostentan todas las féminas. Como así lo expuso la Directora del Centro de Investigaciones en Estudios de la Mujer de la Universidad de Costa Rica, Montserrat Sagot, quien instó a toda la sociedad costarricense a involucrarse más en la lucha contra de la violencia y discriminación de la que son objeto las mujeres en ésta región de Centroamérica, en el sentido de que se deben respetar los compromisos que el país asumió frente a la Convención Americana de Derechos Humanos.
Donde además se presentó el MANIFIESTO FEMINISTA por nuevas formas de convivencia social, inclusivas y democráticas, elaborado por feministas y organizaciones del movimiento de mujeres de Costa Rica, buscando replantearse un modelo de sociedad, orientado en asumir las nuevas coyunturas políticas, económicas, religiosas y de género, que rigen a ésta Costa Rica del siglo XXI, en pro de derechos humanos para todas, sin que medien las emociones e intereses religiosos, a favor de un Estado Laico, como vía insustituible para erradicar las injusticias y las desigualdades.
Así mismo, la Coordinadora del Observatorio, Ana Carcedo, recalcó que como sociedad respetuosa de los derechos humanos, debemos reorientar el rumbo que en apariencia se ha perdido en Costa Rica, en pro de proyectos compartidos acogiendo a la diversidad de actores que constituyen a la totalidad de ciudadanos y ciudadanas de ésta nación, reconociendo e incluyendo a las minorías y respetando sus derechos, dentro de una democracia realmente participativa y tolerante, frente a las diferencias sociales, políticas y culturales que conforman el país.
En la misma línea, la Coordinadora Residente del Programa de Naciones Unidas para el Desarrollo, la señora Alice H. Shackelford, recalcó el hecho de asegurar la igualdad entre mujeres y hombres en los diferentes ámbitos de la sociedad, para de ésta forma, alcanzar un desarrollo sostenible y verdadero en todo el ámbito electoral.
Porque para finalizar, es de suma importancia la promoción de los derechos de las mujeres en su niñez, adolescencia y edad madura, en aras de fortalecer un Estado Social de Derecho, en el cual, realmente coexistan el respeto y cumplimiento de los derechos humanos de todas y todos en Costa Rica, como reflejo de una sociedad que representa a ciudadanos y ciudadanas sin discriminación alguna y menos por su identidad de género…
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