La sacralidad del shabat judío, a punto de romper el Gobierno de Netanyahu

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La última grave crisis del Gobierno israelí gira alrededor del respeto a la sacralidad del shabat, día de descanso para el Judaísmo, que ha llevado a la dimisión de un ministro ultraortodoxo al oponerse a que se trabaje en una vía de tren en sábado.

“Como no he tenido éxito, no voy a poder mantener mi responsabilidad ministerial después de tan seria ofensa contra uno de los valores eternos del pueblo judío, el día del shabat”, escribió el ministro de Sanidad Yaakov Litzman, del partido Judaísmo Unido por la Torá, en la carta de dimisión que entregó ayer al primer ministro, Benjamín Netanyahu.

La crisis amenazaba con romper la coalición de gobierno y llevar a elecciones anticipadas, en un momento además en que el partido de Netanyahu, el Likud, aparece lastrado en las encuestas.


Litzman ha afrontado el dilema con el que tarde o temprano todos los partidos ultraortodoxos ashkenazíes (de origen europeo) se han topado cada vez que han formado parte de coaliciones de gobierno desde 1970: que viven en un país en permanente tensión entre los valores laicos y los religiosos, y que viola sistemáticamente siempre que puede las estrictas leyes del sábado, que impiden a los fieles desde trabajar hasta encender una luz, usar el coche o cargar peso.

“El descanso del shabat es una bonita tradición de los cuentos de Bashevis Singer (autor polaco judío), pero es impracticable y yo no lo quiero preservar en mi día a día y menos aún que me lo impongan”, dijo a Efe Sharon Mijaeli, una abogada laica de Tel Aviv, que se encuentra en el espectro opuesto al ministro dimitido.

Para los religiosos judíos el respeto del descanso en shabat, que comienza cuando se pone el sol el viernes y termina al atardecer del sábado, es un mandamiento divino: “Dios descansó el día del shabat después de crear el mundo y lo mismo debemos hacer nosotros”, explicó a Efe Nava Waserman, doctora en Judaísmo.

“La idea es descansar y conectar con el lado espiritual de la existencia, alejarnos de lo material”, añade esta experta, lo que incluye en la esfera privada de los practicantes no usar la electricidad y no viajar, por ejemplo, y en la esfera pública de Israel se traduce en restricciones en el transporte público, cierre de negocios o ausencia de vuelos de la aerolínea israelí El Al.

Para los ultraortodoxos de la rama Gur, a la que pertenece Litzman, el respeto al sábado es una de las características centrales de su estricta ortodoxia, junto a la separación de los sexos y seguir disciplinadamente los dictámenes del rabino.

El actual rabino Gur, Yaakov Arie Alter, por ejemplo, se niega a reunirse con judíos que violan el shabat, y entre ellos se encuentra el primer ministro, según señala hoy en el diario Maariv el comentarista Shlomo Shamir.

La rama de hasídicos Gur es la mayoritaria dentro de la ultraortodoxia judía, y por ello tradicionalmente han estado en posiciones claves en los gobiernos de coalición.

Si bien los ultraordoxos son solo del 10 % de la población israelí y los Gur, según indica Waserman, se calcula que son unos 70,000, son los responsables de la legislación en temas tan fundamentales como casamientos y divorcios, que sólo se efectúan en Israel en el Rabinato; de la ausencia de transporte público en sábados y festivos, de la prohibición de vender alimentos con levadura en Pascua y de otras limitaciones religiosas.

La reciente crisis gubernamental se resolvió finalmente anoche con el acuerdo entre Netanyahu y los líderes ultraortodoxos para aprobar una serie de regulaciones para mantener el estatus quo.

Una de ellas es una componenda legal: modificar la ley básica para que un viceministro tenga la autoridad administrativa de un ministro de modo que el dimisionario Litzman no sea titular de Sanidad pero sí viceministro y aun así pueda volver al Gabinete.

Respecto a los trabajos ferroviarios, que se verían seriamente dañados si no pudiesen avanzar los sábados, precisamente el día en que no hay servicio de tren, acordaron que el Gobierno podrá dar permisos especiales para trabajar en shabat cuando se trate de “trabajos vitales”.

También se acordó que algunos supermercados puedan continuar abiertos en la laica Tel Aviv los sábados (algo que también molesta a los extremistas religiosos) y que la Liga de Fútbol siga teniendo partidos de fútbol ese día.

Un pequeño triunfo para los que creen que el país no debe ser secuestrado por la ultraortodoxia judía que, sin embargo, previsiblemente continuará -a través de su peso político- tratando de imponer su visión del mundo al resto de la sociedad.

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