La Sierra de La Mayada

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A don Antonio Escudero Ríos, extremeño, amigo de Israel y también amigo mio.

Si el Valle de Silencio es el rey de los valles peñalbeses, La Mayada es la reina de las sierras. Es más amplia, más sinuosa y más cálida que sus paralelas Las Verdinas y La Fervencia.

En los años cincuenta, en los meses de verano, era todavía una sierra bulliciosa adonde acudían diariamente los pastores con sus rebaños. Había incluso una magnífica poza, en parte natural y en parte acondicionada, en la que los pastores se bañaban por la tarde después de que el sol hubiera hecho todo lo posible para calentar el agua gélida de aquellas alturas durante las horas centrales del día.


A partir de los años sesenta, mucha gente abandonó el pueblo, y se extinguió el noble oficio de pastor, quedando solitaria nuestra maravillosa sierra. Tanta tristeza la invadió que dejó de regalarnos sus exquisitos arándanos.

Cuando era mayor su soledad, los nuevos peñalbeses tuvieron la feliz idea de pactar con un pastor foráneo el aprovechamiento de sus pastos, con lo que volvió a ser algo de lo que antes había sido, y pudimos oír de nuevo los balidos y esquilas del ganado y los silbidos del pastor. Toño ha devuelto la vida y la alegría a las sierras de Peñalba.

No dispongo de ninguna documentación escrita sobre el pasado remoto de La Mayada. Los más viejos del lugar nos suministran entre nieblas y calimas alguna información oral que parece referirse a acontecimientos de los últimos años del siglo XIX y primeros del XX. Esta información parece proceder de sus padres, abuelos o bisabuelos, que aún pudieron ser testigos de los hechos. Hablan, en concreto, de la presencia de rebaños de merinas que iban y venían de La Mayada a La Fervencia por la aún hoy conocida como la “senda de las merinas”. Hablan también del tamaño descomunal de los perros que las custodiaban. Hasta hay voces que dicen que los pastores procedían de Extremadura. A esto hay que decir que, aunque la trashumancia tradicional era básicamente de León a Extremadura, como nos cuenta Gil y Carrasco en su delicioso y detallado artículo “El pastor trashumante”, después de la Guerra de la Independencia también se dio en sentido contrario, buscando los extremeños en las sierras del norte los pastos y las aguas que escaseaban en sus tierras agostadas. Además, a partir de 1896, quedó Astorga comunicada por tren con las tierras extremeñas, lo que permitía una trashumancia menos dificultosa.

Toño me dice que aún se puede ver cerca del “Neveiro” un corral con capacidad para unas cuatrocientas ovejas. Cabe pensar que este encerramiento se preparó entre finales del XIX y principios del XX.

Este pasado remoto es, obviamente, un remoto no muy lejano. Pero ¿qué era La Mayada en los siglos anteriores, incluso en los tiempos de Genadio (siglo X)? Sabemos por su testamento (año 920) que en aquel entonces el Valle de Silencio era un valle eminentemente agrícola, de cuyos frutos vivían, más bien malvivían, los eremitas del Valle. ¿Tenían también ellos o los monjes de Peñalba y Montes ovejas o cabras que pastasen en lo alto de la sierra? La toponimia apunta hacia ahí. Si el nombre actual de la sierra procediera de los últimos siglos, de los supuestos pastores extremeños, no sería “Mayada”, sino “Majada”, a la castellana. La denominación “La Mayada”, típicamente asturleonesa, como las de los topónimos cercanos “Mayadón” y “Mayadica”, nos retrotrae a tiempos medievales. Esto indica que ya entonces esta bendita sierra era dominio estival de los pastores. La toponimia no nos permite ir más allá; pero cabe pensar que nuestra sierra ya era aprovechada para pastos veraniegos en los días de Fructuoso y Valerio (siglo VII), entonces todavía con su nombre latino “Maculata”, que es de donde procede etimológicamente y cuyo significado es ‘tejido en forma de red’, → ‘redil’.

La toponimia nos enseña también que la actividad pastoril no se circunscribía a La Mayada, sino que se extendía, por la parte occidental, hacia “El Mayadón” y, ya pasando la Peña de las Cuevas, “La Mayadica”.

“Mayadica” es claramente un diminutivo, con un sufijo que se usó especialmente en el Siglo de Oro (siglos XVI-XVII). “Mayadón”, aunque al hablante de hoy le suene a aumentativo, era antiguamente diminutivo, como lo eran “pontón”, “Peñedón”, “montón”, “perdigón”, “rabón”, “ratón” y, en el corazón de Burgos, “Arlanzón”.

En la parte baja del Valle de Silencio, muy cerca de Santo Tomé y de la Peña de las Cuevas, hay un paraje llamado misteriosamente “La Cabaña”. ¿Pertenece este topónimo al difuso marco pastoril de La Mayada? ¿Está vinculado a La Mayadica, con la que comunicaría a través de la parte baja de la Peña de las Cuevas? Podría ser; pero podría aludir también a alguna humilde ermita de las que, ya cubiertas de vegetación, vio en 1603 la comitiva de la Duquesa de Alba en su vespertino paseo al Valle de Silencio.

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