La tercera ciudad

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Septiembre de 1985.

Septiembre de 2015.

Estamos a un año de treinta transcurridos desde el terremoto. Cifra redonda. Hora, motivo, pretexto o las tres cosas juntas para pensar cómo vamos a conmemorar esa fecha. No es asunto menor.


La ciudad de México ha sobrevivido a dos destrucciones. Fundada en 1325 donde un águila devorando una serpiente marcó el lugar prometido a una tribu errante, capaz de construir en menos de dos siglos la capital de un imperio que abarcó enormes extensiones y pueblos gobernado desde un islote, complejo urbano destruido entre 1519 y 1521 por quienes se habían asombrado de su belleza. Causaron tal mortandad que tuvieron que retirarse dos o tres años a Coyoacán y Cuernavaca mientras despejaban de acequias y lagos los restos putrefactos de los vencidos.

Sobre las ruinas edificaron una segunda capital, trazada por un “buen geométrico” llamado Manuel García Bravo sobre un área aproximada a la del actual perímetro A del Centro Histórico. La armonía de sus calles y parques, la riqueza de sus mercados y los numerosos palacios, iglesias, hospitales y vecindades estimularon a inmigrantes cuyo número, en menos de cinco siglos, la convirtieron en la más poblada del mundo con 100 millones de habitantes.

Fue tanta su riqueza urbanística que la avaricia, el abandono y la corrupción no lograron arruinarla como lo hizo el terremoto de 85. Entre 10 y 15 mil muertos, centenares de edificios derrumbados, incalculables pérdidas materiales nos enfrentaron a una realidad que frente a la tragedia trajo un hecho sorpresivo: la ayuda espontánea de vecinos heroicos a vecinos desconocidos sepultados en los escombros. Antes que el auxilio o la vigilancia oficial se hicieran presentes y sin saqueos de propiedades abandonadas, los jóvenes y viejos del barrio retiraron tanques de gas, ayudaron a los paramédicos, repartieron agua y comida, faltaron a sus trabajos para salvar vidas y dieron ejemplo de generosidad que no ha sido reconocido en la medida de su importancia. Les debemos todavía, a 30 años de distancia, un testimonio de agradecimiento por su actitud cívica sin comparación previa ni posterior, tal vez un monumento donde se una a ese homenaje alguna frase en memoria de los fallecidos el 19 de septiembre.

La colaboración vecinal contribuyó al nacimiento de comités de defensa urbana, hoy convertidos en fuerzas políticas presentes en la toma de decisiones por las autoridades. Y la labor de reconstruir fue elemento fundamental de la creación del Consejo Consultivo del Centro Histórico por Vicente Fox, presidente de la República, y Andrés Manuel López Obrador, jefe de Gobierno del DF, instrumento del rescate del casco antiguo de la capital.

A un año de la tercera década es oportuno agregar al monumento, si se aprueba, un esfuerzo de mayor trascendencia: estamos apenas a tiempo de pensar y estructurar un plan de desarrollo de la ciudad ante los enormes problemas crecientes a los que se enfrenta. No es ocasión de celebraciones festivas ni de discursos fúnebres, sino tiempo apretado pero suficiente de convocar a un gran concurso de planeación urbana que nunca hemos tenido, donde se consideren factores económicos, históricos, demográficos y naturales para combatir problemas agobiantes, empezando por la pobreza de millones de capitalinos, tal vez más de la mitad, carentes de servicios vitales y plantear soluciones no derivadas de un concepto de caridad sino de una convicción de justicia social.

Hace algunos meses se abrió un concurso para renacer el barrio de la Merced con resultados asombrosos. El número y la calidad de los trabajos presentados probó el interés de los habitantes en los problemas urbanos y la gran capacidad los concursantes. Sus ideas están siendo aplicadas con la prudencia necesaria para no dañar la actividad cotidiana de quienes viven, estudian o trabajan ahí y cientos de miles que cada día llegan a comprar o vender, menester fundamental que obliga a anteponer los derechos adquiridos a la velocidad de la obra. Las actividades más diversas se realizan sin alterar las costumbres ni traicionar la vocación antigua característica de ese gran núcleo de comerciantes, sus familias y servidores en constante movimiento las 24 horas de todos los días del calendario.

El Gobierno del Distrito Federal podría encargar al Colegio de Arquitectos y a la Sociedad de Urbanistas para que, como en el caso de la Merced pero en una dimensión proporcional a la del DF y sus problemas, formule la convocatoria y sus bases para lo que sería el plan más ambicioso del sexenio.

Si se empieza hoy, la primera palada podría darse a las 7 y 19 minutos de la mañana del 19 de septiembre del 2014.

30 años.

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