Ladrones en pos de su Alí Babá

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No debería extrañarnos que en el reclutamiento de musulmanes de Occidente para luchar en el Oriente Medio, así como también de conversos recientes cuya ferocidad y odio son aún mayores, subyazca la rapiña, la avidez de riquezas, el ánimo conquistador de los piratas y ladrones. Los pozos de petróleo que hasta hace poco pertenecían a los kurdos iraquíes o a los sirios alimentan hoy a esa banda de criminales que es el Estado Islámico, del que ahora los expertos reunidos en Austria nos dicen que durará mucho tiempo. Depende, depende del armamento que se use contra ellos. Estados Unidos acortó la guerra con sus megabombas y con ello el sufrimiento inútil de millones de seres.

Mientras la guerra sea un mal inextirpable, mientras sigamos matándonos, debemos esmerarnos para llevarla a cabo lo mejor posible en defensa propia. Lo que por ahora vemos es, y duele decirlo, el descarte de material obsoleto que dejan caer los aviones de la alianza occidental para ¡hacerle lugar a los armamentos nuevos! Un aspecto como de basural y cementerio de chatarras al que el drama bélico no es ajeno, ya que las armas viejas tienen que eliminarse sí o sí. Es inexplicable que con lo que Occidente sabe, tras años de estar en la zona, sea incapaz de llevar a cabo una campaña respetable y esperanzadora para nosotros, los que vivimos bajo el tembloroso paraguas de la democracia liberal. No estamos viendo más que acrobacias y picaduras de mosquitos.

También es inexplicable que Arabia Saudita y algún que otro emirato declinen enviar masivas tropas de tierra para combatir a quienes odian a sus clases dirigentes y constituyen, por eso, una amenaza palpable. Ellos deberían ser los primeros interesados en yugular lo antes posible a los padres e hijos del califato. Son los árabes de su inmensa península, con todo su poderío económico, los que deberían asumir los costos de esta guerra apocalíptica. Son los príncipes con casa en Marbella y dueños de clubes de fútbol quienes tienen que tomar la iniciativa si no quieren que el reloj corra en su contra. A menos que. . .sean esos mismos señores los promotores secretos del califato, cosa que no debemos descartar. Lo que Occidente no sabe, aún, es todo lo que hay en juego, no sabe o no quiere saber. Los auténticos héroes de lo que allí sucede son los kurdos y las kurdas, tal vez porque tienen el aliento del lobo en el cuello.


No es la debilidad de Siria, sumida en una interminable guerra civil, ni el descalabro político de Irak, lo que propicia el crecimiento del Estado Islámico, ni siquiera es nuestro modo de vida. ¡Es la propia frustración árabe con su subdesarrollo y la falsamente romántica creencia de que la edad de oro está atrás, en el pasado! ¡Es la ignorancia pura y dura de generaciones de hombres que insisten en volver a las cavernas del odio como Alí Babá para ocultar allí sus tesoros robados! Tanto la revolución americana, como la francesa y la rusa, fueron plurales y soñadoras de un futuro inédito y diferente, cualquier cosa menos algo monolítico y unidireccional, así que no estamos ante una revolución musulmana sino ante el regreso de la piratería perpetrada por unos mediocres cuyos máximos valores son la rabia y el desprecio.

Un bebé es arrollado en Jerusalén y un soldado atropellado en Canadá, a miles de kilómetros de distancia, simplemente porque en el desierto de su ira un loco islamista dijo que eso es lo que hay que hacer. Si nuestros enemigos no tienen fronteras es hora de que nosotros tampoco las respetemos y hagamos justicia aquí y allá con el convencimiento de que estamos actuando en defensa de nuestros más profundos intereses. Ya.

Acerca de Mario Satz

Poeta, narrador, ensayista y traductor, nació en Coronel Pringles, Buenos Aires, en el seno de una familia de origen hebreo. En 1970 se trasladó a Jerusalén para estudiar Cábala y en 1978 se estableció en Barcelona, donde se licenció en Filología Hispánica. Hoy combina la realización de seminarios sobre Cábala con su profesión de escritor.Incansable viajero, ha recorrido Estados Unidos, buena parte de Sudamérica, Europa e Israel.Publicó su primer libro de poemas, Los cuatro elementos, en la década de los sesenta, obra a la que siguieron Las frutas (1970), Los peces, los pájaros, las flores (1975), Canon de polen (1976) y Sámaras (1981).En 1976 inició la publicación de Planetarium, serie de novelas que por el momento consta de cinco volúmenes: Sol, Luna, Tierra, Marte y Mercurio, intento de obra cosmológica que, a la manera de La divina comedia, capture el espíritu de nuestra época en un vasto friso poético.Sus ensayos más conocidos son El arte de la naturaleza, Umbría lumbre y El ábaco de las especies. Su último libro, Azahar, es una novela-ensayo acerca de la Granada del siglo XIV.Escritor especializado en temas de medio ambiente, ecología y antropología cultural, ofrece artículos en español para revistas y periódicos en España, Sudamérica y América del Norte.Colaborador de DiarioJudio, Integral, Cuerpomente, Más allá y El faro de Vigo, busca ampliar su red de trabajos profesionales. Autor de una veintena de libros e interesado en kábala y religiones comparadas.