¿Quién no los tiene? Casi todo el mundo. Hay quién se da cuenta y los ignora, otros tratan de comprenderlos. A veces nos protegen otras nos bloquean. ¿Cómo saber la diferencia? Cuesta trabajo distinguir unos de otros y cuando confundimos, fantasía con realidad el sufrimiento surge dentro de nosotros y nos atenaza la garganta. Esos miedos irracionales nos llenan de una sensación de incomodidad.
Una noche, estamos a punto de entrar a un parque y sentimos miedo de hacerlo, esto es benéfico ya que nos alerta para no correr un peligro. Estos miedos, no los tenemos que combatir. Nos protegen.
Hay personas para quienes esa sensación de incomodidad, es acompañante constante; se mezcla con culpas y remordimientos… ¿de dónde vienen? Son característicos de los humanos y cada quién tiene los propios. Algunos heredados generacionalmente, otros nuevos. Hay que aprender a escucharlos para saber que nos avisan, a desecharlos cuando son irracionales.
El poder de la mente es tan fuerte que puede transformar nuestra vida en un infierno. Nos imaginamos cosas y les ponemos toda la energía de que somos capaces sin distinguir entre una fantasía, una pesadilla o algo real. Nos paralizan y nos convierten en seres inadecuados. Juan desde niño aprendió a temer la oscuridad nocturna y nunca se cuestionó que tan real era esto. En este momento de su vida, se ha aislado de sus compañeros porqué nunca trató de deshacer esos temores. Hay una gran diferencia entre lo que nos imaginamos que puede suceder, y lo que sucede realmente.
Algunos padres viven un infierno en lo que esperan a sus hijos. Los pensamientos negativos los invaden e imaginan todo tipo de tragedias que sólo están en su cabeza. ¿Cómo pueden hacer para cambiar lo negativo a positivo?
Sergio ha tardado en llegar a casa y no avisó a sus padres. El pensamiento que surge en sus padres es: chocó y se accidentó. No se lo cuestionan y la madre llora desconsoladamente. Da por hecho que así es. ¿Por qué les habrá llegado esta idea y no la de que el muchacho está contento con los amigos y no se ha dado cuenta que las horas han pasado. Este pensamiento reactivo es nuestra propia responsabilidad. Cuando Sergio aparece les dice que su teléfono estaba apagado y no se dio cuenta. Sin embargo lo que sufrieron por no cuestionarse su negativismo fue real.
El pensamiento es promovido por cada persona, aunque se haga en forma automática. Somos responsables de lo que pensamos; así que eso negativo produce un gran desasosiego. Vivimos esas realidades dramáticas y las sufrimos. Esas ideas que surgen sólo son eso, no son verdad.
Patricia va en su coche y de repente el motor empieza a fallar, el terror nocturno hace presa de ella. Ella sabe que tiene que espantar esas imágenes que amenazan saltarle a la yugular. Ha aprendido a respirar para espantar esos fantasmas, al lograrlo ya está lista para resolver el problema real de su coche
No podemos dejar de sentirlos pero si podemos darnos cuenta que sólo están dentro de nosotros y no son realidad. Esto no quiere decir que no sufrimos, pero somos responsables de ese falso pesar. Le podemos reclamar al otro sin que este tenga responsabilidad alguna. Una manera “lógica” de reaccionar, aprehendida desde niños. Se puede cambiar esa forma de razonar tomando conciencia de ello.
La mamá de Luis, es muy nerviosa. Cuando piensa que su hijo ha tardado mucho los fantasmas negros llegan a ella y la hacen trizas. Se dejó aprisionar por ese desasosiego. Al llegar el chico, ella ha sido presa de momentos terribles, consecuencia de sus pensamientos negativos. No pregunta que sucedió, sino que lo empieza a regañar y bloquea la posibilidad de un diálogo razonable.
Luis le contesta: mamá yo no soy responsable de tus pensamientos. Me atacas sin preguntar. Mi teléfono se descargó y sabía que estabas preocupada pero no tenía como llamarte. Caía una lluvia torrencial con truenos y relámpagos. En total llego cuarenta minutos más tarde de lo prometido. Tu reacción irracional bloquea nuestra interacción. Yo no soy culpable de tus temores. La señora decidió que lucharía contra esos temores irracionales, logró ir a la raíz de ellos y paulatinamente fueron desapareciendo. Luchó contra esas sombras oscuras que penetraban su forma de razonar y logró construir un sistema reflexivo adecuado. No fue fácil, pero tuvo éxito.
Un grupo de muchachos tiene que atravesar un parque y uno de ellos comenta: me da miedo el parque tan sólo, sin gente y las sombras de los árboles que se mueven me aterran. Que feo se ve el parque solo. No hay nadie, ni un ruido, sólo la sombra de los árboles que se mueven con el aire y alimentan las fantasías negativas que confunden el movimiento de las hojas con personas que los pueden atacar. Preso de su cabeza, corrió hasta que no pudo más, hasta sentir su ropa empapada por una lluvia de miedo que salía de su interior y se derramaba sobre su piel. El miedo se colaba hasta la garganta
El susto de este joven se contagia a los demás convirtiendo este evento en un terror colectivo que crece. Afortunadamente uno de ellos no se deja jalar por esa corriente contagiosa y logra disipar la nube que invadió y pudo paralizar al grupo. Les pide que caminen más rápido y empieza a entonar canciones que los sacan de ese lugar fúnebre al que habían llegado arrastrados por el miedo colectivo.
Estamos llenos de esas sombras del pasado que pretenden alumbrar nuestro presente e incluso el futuro. Ese ruido que acosa nuestro pensamiento puede ser positivo o negativo. Tenemos la capacidad humana de calificarlo. Lo positivo escucharlo. Los terrores absurdos hay que tener precaución, lo que nos muestra es ilusorio y nos contamina. Contamina el suceso actual. Cuando esto sucede, no vemos la realidad sino que la dibujamos y le agregamos nuestros fantasmas.
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