Los judíos en Italia

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Al final del siglo XIX, en una época en donde el antisemitismo existe en numerosos países de Europa, la situación de los judíos de Italia parece envidiable. En 1866, el barrio insalubre del gueto de Roma es derribado a favor de un nuevo plan de urbanismo. La unificación de Italia trae la igualdad de las condiciones en el plan civil y político. Los judíos se vuelven italianos al igual que los católicos. Múltiples indicios dan testimonio del éxito del proceso de integración en el crisol nacional: matrimonios mixtos, dificultad para el sionismo en imponerse, evolución sociológica. Después de 1870, muchos judíos conocen una ascensión social rápida en la función pública, accediendo a los más altos cargos administrativos y políticos. La emancipación se traduce en la construcción de edificios religiosos monumentales, proclamando así el fin de una época que imponía a los judíos lugares de culto invisibles. Imponentes sinagogas /catedrales se construyen en varias grandes ciudades como Roma y Turín.

Sin embargo esta integración no se realizó sin obstáculos. En ciertas ciudades como Venecia y Roma, los prejuicios antijudíos subsisten en medio de una población mayormente católica, acostumbrada a escuchar a los sacerdotes referirse a los judíos como “pérfidos” en el rezo del Viernes Santo. Pero nunca este antisemitismo conoce un desarrollo comparable al de otros países de Europa.

El fin de esta situación tan favorable se produce el 14 de julio de 1938. El diario Il Giornale d´Italia publica un artículo sin firma, bajo el titulo de “El Fascismo y el problema de la raza”. En una decena de propuestas pseudo científicas, el régimen fascista da el golpe inicial a la política antisemita: “Las razas humanas existen. Las hay superiores e inferiores. La población italiana es de origen ario. Es tiempo de que los Italianos se declaren abiertamente racistas; los judíos no pertenecen a la raza italiana.” Este decálogo del racismo italiano, llamado ” El manifiesto de los sabios” fue largamente pensado por Mussolini antes de su revelación a la opinión pública. Para los 47,000 judíos presentes en Italia el estupor está a la medida del viraje político producido.


A partir del 22 de agosto un censo especial de los judíos es ordenado por el Ministerio del Interior, que crea una Dirección para la Demografía y la Raza. Las primeras victimas de esta política discriminatoria son los judíos extranjeros, que tienen que dejar el territorio antes del 7 de septiembre. El 17 de noviembre, un nuevo decreto se aplica, esta vez a los judíos nacionales, con una serie de interdicciones que se multiplicarían con el tiempo: matrimonios con los arios, servicio militar, posesión de bienes superiores a cierto valor, empleo en las administraciones relacionadas con la Defensa. Los judíos, antiguos combatientes o registrados en el partido fascista antes de la “Marcha sobre Roma” estaban exentos de ciertas medidas discriminatorias como la limitación de la posesión de bienes.

En muy pocas semanas los judíos se vuelven ciudadanos de segunda categoría. El trauma es tanto más vivo pues la ola de estas medidas los tomó desprevenidos, ya que el antisemitismo estaba ausente de la doctrina fascista hasta la mitad de los años 30. Había desde luego una derecha fascista y nacionalista que denunciaba un complot judío internacional pero el caso era muy limitado. A partir de 1936, mientras que Italia se acercaba con Alemania los ataques antisemitas se hicieron más violentos en la prensa como el Popolo d´Italia ,que invitaba a los judíos a renunciar a cualquier identidad especifica si se consideraban italianos. Durante varios meses las denuncias en contra del sionismo fueron el principal vector de los ataques contra los judíos.

La puesta en vigor de un antisemitismo de estado fue por lo tanto un acto político muy pensado, programado varios meses por adelantado, y adoptado por los responsables fascistas sin la menor presión de Alemania. Si el contexto diplomático del eje Roma- Berlín, proclamado en 1936 no fue ajeno a la decisión del gobierno, esta evolución procede sobre todo de una dinámica ideológica propia del fascismo italiano.

¿En que medida se aplicaron las leyes antisemitas y que eco encontraron en la sociedad? Aunque se piensa lo contrario, la moderación no fue la norma. Así, a partir de 1938 los periódicos compiten para criticar, denunciar y burlarse de los judíos extranjeros e italianos y, en unos cuantos meses, la propaganda alcanza la cumbre del odio, como si la prensa hubiera querido borrar el recuerdo de tantos años de tolerancia. Entre las organizaciones fascistas los GUF (Grupos Universitarios Fascistas) llegaron hasta a promover el asesinato.

Conformándose a la letra y el espíritu de las leyes y de las circulares, las administraciones hicieron prueba de eficacia y celo para acatar las directivas del Gobierno, sea para censar a los judíos o excluirlos de ciertas profesiones. El decreto de la defensa de la raza fascista fue adoptado en septiembre 1938. Los profesores judíos estaban excluidos de la enseñanza, desde la escuela elemental hasta la universidad, mientras que los niños tenían que dejar la escuela publica y frecuentar escuelas separadas.

Según los lugares, la legislación se aplicó en una forma más o menos rigorista. En Trieste, los judíos contaron con una administración intratable. Tanto en Turín como en Venecia las exclusiones se aplicaron sin mucha fuerza. En varias ciudades los comerciantes pusieron inscripciones hostiles a la entrada de las tiendas: el clásico de “Entrada prohibida a los perros y a los judíos”

Al tomar posicionamiento en la vía del antisemitismo de estado, el poder fascista no pensaba exterminar a los judíos de Italia. Pero con la guerra y la cascada de acontecimientos del verano de 1943, a la ocupación del centro norte de Italia y a la formación de la República de Saló*, se volvió cómplice pasivo de su eliminación. Esta situación podría parecer paradójica,ya que antes de la caída de Mussolini, el 25 de julio de 1943 las autoridades militares y diplomáticas italianas, sobre todo en el sureste de Francia y en Croacia habían protegido a los judíos y tratado de impedir su deportación.

Gracias al fascismo que había censado, catalogado, discriminado y designado a los judíos como enemigos en la opinión pública, el ocupante nazi gana tiempo. Al principio del mes de octubre Teodore Dannecker es enviado por Eichmann a Italia para proceder a las primeras olas de deportaciones. Poco tiempo después los alemanes crean en Verona una oficina permanente encargada de las operaciones antijudías.

A partir del 16 de septiembre de 1943 un primer convoy es mandado a Auschwitz. Dos meses más tarde una redada acaba con la comunidad más antigua de Italia: 1022 habitantes de Roma se mandan a Auschwitz y el 90% de ellos van directamente a la cámara de gas. El 28 de octubre el embajador alemán en la Santa Sede escribe con satisfacción “El Papa, aunque solicitado por varias instancias, no ha tomado ninguna posición pública en contra de la deportación de los judíos de Roma”.

El 30 de noviembre el ministro del Interior ordena el arresto de todos los judíos y la confiscación de todos sus bienes. Ya no hay ninguna distinción entre judíos extranjeros e italianos, tampoco si las redadas están organizadas por los alemanes o por la policía italiana. De los 7013 arrestos 1898 fueron por los Italianos.

Al final de la guerra, sobre una población judía de unas 35 200 personas presentes en 1943 7,860 no regresaron. Igual que en Francia, los judíos se beneficiaron de la ayuda de una parte de la población y de las instituciones religiosas.

Después de la guerra los judíos de Italia fueron confrontados con un proceso de ocultación de las persecuciones antisemitas. Cuando los sobrevivientes de la Shoa regresaron se toparon con una pared de de incomprensión. El análisis de la prensa de esta época revela una amnesia específica. La mayoría de los periódicos olvidaron la contribución propiamente italiana a las persecuciones Solo el ocupante era el responsable. Las cárceles se vacían rápidamente gracias a una ley de amnistía para los responsables fascistas. En 1947, a pesar de la prohibición constitucional se recrea un partido neofascista, el Partido Social Italiano. Hay que esperar hasta 1980 para que se vote una ley previendo una reparación de los perjuicios sufridos y un pago por parte del Estado de una indemnización para los ex deportados. Los estudios históricos susceptibles de aclarar este pasado son muy escasos.

Al final de los años 60 la cuestión de la identidad del judaísmo resurge gracias a la actualidad internacional: repatriación de los judíos de Libia a partir de 1967, guerra de los 6 días y resurgencia de un antisemitismo ligado a los conflictos del Oriente Medio. El atentado en 1982, de la sinagoga de Roma marca un nuevo traumatismo. Al principio del segundo milenio un dialogo con la Iglesia y las instituciones del Estado permiten a los 35 000 judíos aceptar una diferencia cultural, sin renunciar a los valores fundamentales de la República.

A pesar de ciertas señales xenófobas pregonadas por la Liga del Norte, la memoria del antisemitismo y de la Shoa dispone actualmente de numerosos vectores de transmisión en forma de lugares de memoria y de instituciones de investigación, como por ejemplo la creación reciente de un museo de la Historia del Judaísmo y de la Shoa en Ferrara.

*Destituido en julio de 1943, Mussolini es liberado por los alemanes. Apoyado por Hitler establece en septiembre de 1943 la “República Social Italiana” conocida también como República de Saló o República Social Fascista de Saló, régimen colaboracionista que instituye un orden nuevo, más revolucionario y antisemita que el fascismo de antes de la guerra. Duró 600 días.

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