Miradas sesgadas, vómitos antisemitas

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Con motivo de la Operación Margen Protector, Ares reina de nuevo sobre la tierra de Israel y sobre la franja de Gaza. Y este nuevo estallido de violencia es un cauce abierto para que aflore ese añejo sentimiento judeófobo que con tanto arraigo prende en las tierras de la península ibérica. Y es que el tratamiento que da la prensa del conflicto por estos lares es sin duda totalmente tendencioso. Y muchas veces, con la excusa de criticar la más que evidente desproporción del ataque israelí contra la franja de Gaza, surgen entre la humareda de los cohetes y los misiles afirmaciones de un antisemitismo que, en cualquier lugar del mundo civilizado, estarían perseguidas por la ley.

Pero empecemos por el aspecto tendencioso. Así, de entrada, señalar que, por norma general, en la prensa se tiende a minimizar la continua lluvia de cohetes lanzados por Hamás, así como el peligro que supone para la seguridad de la ciudadanía israelí la construcción de túneles que conectan la franja de Gaza con el territorio de Israel. Es más, en la mayoría de las ocasiones, el titular de la noticia, con grandes letras y en negrita, destaca la agresión israelí. Eso sí, ya en el texto, como de pasada, se comenta que ese ataque es una respuesta al lanzamiento de cohetes de Hamás. De hecho pocas veces se señala un hecho esencial para entender este conflicto. Todo ataque israelí tiene como origen responder a una agresión desde el lado palestino. El combate siempre lo inicia Hamás. Pero este dato, insisto, de capital importancia, poco dice a los periodistas españoles. Y es que, cuando uno de los contrincantes en la contienda es judío…

Otra cosa es la respuesta militar israelí. Hoy, 4 de agosto, leo en El País que la ONU califica de «acto criminal y ultraje moral» el bombardeo, por tercera vez, de una escuela de la ONU para los refugiados palestinos que huyen de los bombardeos, por parte de las Fuerzas Armadas de Israel. Estoy de acuerdo con la calificación de la ONU y entiendo la encrucijada fatal en la que se encuentra Israel. Sé que es tarea de titanes enfrentarse a un enemigo capaz de colocar a su propia población civil como escudo humano. Pero, aun asumiendo que el derecho a la autodefensa es, para cualquier nación e individuo, algo básico, no puedo sentir la menor complicidad con esa respuesta salvaje que acaba con la vida de miles de civiles inocentes.


En entrevista concedida a Deutsche Welle (1/8/2014) Amos Oz lanza dos preguntas al entrevistador que, para mí, resumen con lucidez el callejón sin salida al que se enfrenta Israel en su lucha contra Hamás: «¿Qué harían ustedes si su vecino de enfrente se sienta en el balcón, pone a su niño sobre sus piernas y comienza a disparar una ametralladora contra la habitación de sus hijos? ¿Qué harían ustedes si su vecino de enfrente cava un túnel desde su casa a la habitación de sus hijos con el objetivo de volar su hogar por los aires o secuestrar a su familia?» Éste es el gran dilema israelí. Pero, a pesar de todo, me sigue pareciendo inmoral la brutalidad de la respuesta. Y además creo que no es inteligente actuar así.

Es evidente que los gobernantes de Israel saben que Hamás está deseando que cada mañana los ciudadanos del mundo nos encontremos con la imagen de civiles palestinos carbonizados por el fuego israelí. ¿Por qué se prestan entonces a este juego macabro? Segando la vida de civiles, amparándose en la legítima defensa, Israel da alas a unos fanáticos fundamentalistas que le están venciendo en la batalla de la opinión pública. Israel es un faro de luz en medio de un mundo anclado en la Edad Media. No puede seguir asesinando a civiles inocentes, como cualquier tiranía teocrática vecina, amparándose en la legítima defensa.

Pero hablemos de la tendenciosidad de la prensa al acercarse al conflicto entre Israel y Hamás. Llaman la atención, por ejemplo, dos artículos publicados en dos de los periódicos más importantes de España, El País y El Mundo, con el afán de «orientar» al lector ante la situación de Oriente Próximo.

En «Palestina, una mirada al origen del conflicto» (blogs.ElPaís. com, 31/7/2014) F. Javier Herrero hace un breve –y tendencioso, insisto– recorrido histórico que finaliza, una vez señalada «la instauración del estado sionista», con la siguiente frase: «El rechazo palestino a la división de su patria ya no tiene receptor y por la fuerza de las armas y el terror durante unos meses el sionismo lleva a cabo la expulsión de más de 700.000 árabes y 400 aldeas son arrasadas. Es la Nakba, la catástrofe…». Herrero, que por cierto, habla de una «patria» palestina que en esos días no existía, obvia en su relato un punto de capital importancia. Que al declarar la ONU la partición de la región en dos estados, uno árabe y otro judío, son los árabes los únicos que no aceptan la propuesta. Y es entonces, a los pocos días de la salida de las últimas fuerzas británicas, cuando cinco ejércitos árabes atacan a la vez al recién nacido estado judío. La consigna es echar a los judíos al mar. Pero los judíos luchan a muerte por su nuevo estado y los árabes pierden la guerra que ellos mismos han provocado. Y ahí, sí, se inicia la tragedia de muchos árabes que pierden sus hogares. Detalle esencial que Herrero no cree necesario mencionar. Y es que Herrero necesitaba, sin lugar a dudas, reforzar el papel de víctima de la población árabe en este conflicto. Y para ello oculta, deliberadamente, un aspecto fundamental del relato histórico. Por cierto, Herrero también habla del Gran Mufti de Jerusalén, Amin Al-Husayni. Pero no comenta que fue un gran aliado de Hitler durante la Segunda Guerra Mundial. Nada dice, tampoco, de su labor reclutando voluntarios para las Waffen SS en Yugoslavia. Ni de sus obsesivas llamadas a los jerarcas nazis para que exterminaran al mayor número de judíos posible. Otro descuido…

En cuanto a El Mundo solo decir que elige, para explicar el origen del conflicto, a un profesor de la Universidad Complutense de origen palestino llamado Najib Abu-Warda. Muy equilibrado todo ¿no? Solo citaré el título de su artículo para que se puedan hacer idea de las referencias que tiene el lector español al acercarse a la prensa para intentar entender el laberinto de las guerras entre árabes e israelíes. El título del artículo es «Del Holocausto nazi al sionista». Así, de entrada, se cae en uno de los tópicos antisemitas más manidos de la actualidad. Comparar, en un alarde de falta de rigor histórico absolutamente demencial, el holocausto que vivió la judería europea durante la Segunda Guerra Mundial con las víctimas de las guerras que sostiene Israel contra los árabes. Y no sigo analizando el texto porque con su título ya está dicho todo.

Por lo demás en principio llama la atención que el único culpable de este conflicto, a la vista de la opinión pública española, es Israel. La responsabilidad de Hamás se minimiza de continuo. Por ejemplo, el 1 de agosto Israel y Hamás acordaron una tregua humanitaria que arrancaba a las 8 de la mañana. Según el lado israelí, hora y media después varios combatientes de Hamás salieron de un túnel y atacaron a soldados del ejército de Israel matando a dos soldados. Otro, el teniente Goldin, que en un principió se pensó que había sido secuestrado, murió también en la refriega. Varios gobiernos condenaron la violación de la tregua por parte de Hamás. Aunque Hamás se defendió diciendo que la acción militar se llevó a cabo antes de que empezara la tregua. ¿A quién creer? Significativo me parece el hecho de que Ban Ki-Moon, secretario General de la ONU, en declaración leída por su portavoz condenara solo a Hamás de esta violación de la tregua. Ban Ki-Moon se declaró «profundamente decepcionado» por los acontecimientos y aseguró que dudaba seriamente de la credibilidad de las garantías ofrecidas por Hamás a las Naciones Unidas ¿Cómo dio la noticia la prensa peninsular? Empezando por el viejo solar vascón, donde asisto, aturdido, a esta oleada de animadversión hacia el estado de Israel, en Diario de Navarra (2/8/2014) el titular de portada –agárrense– era el siguiente: «Hamás e Israel rompen la tregua con duros combates». Paradójicamente, luego, al llegar a la noticia en el interior del periódico, sí se señalaba la decepción de Ban Ki-Moon ante la actitud de Hamás. Noticias de Navarra (1/8/2014) insistía en la misma afirmación: «Israel y Hamás rompen la tregua y los combates dejan decenas de muertos». Gara (2/8/2014) llegaba más lejos. En el colmo de la manipulación, directamente acusaba a Israel de ser el causante de la ruptura de la tregua. El titular era bien elocuente: «Israel bombardea a los palestinos con más saña tras romper la tregua». Realmente increíble. ¿Argumentos de Gara? Exactamente los de Hamás. De hecho, al leer la noticia, parece que el periódico vasco acepta gustoso el papel de portavoz de los fundamentalistas islámicos. «La denuncia por parte de Tel Aviv de la desaparición de un soldado israelí y la muerte de otros en dos en un enfrentamiento con combatientes de Hamás, sirvió a Tel Aviv para achacar a la resistencia palestina la ruptura de la tregua» –obviando que durante el cese el fuego los soldados israelíes continuaban en Gaza– (…) Fawzi Barhum, otro portavoz del movimiento islamista, acusó a Israel de haber violado el acuerdo y recalcó que «la resistencia palestina respetó los entendimientos sobre el alto el fuego y actuó de acuerdo al principio de defensa propia». El País (1/8/2014) fue el medio más ecuánime al publicar la noticia con el titular «EEUU y la ONU responsabilizan a Hamás del fracaso del alto el fuego». Mientras, El Mundo (1/8/2014) optó por el suspense: «la tregua entre Israel y Hamás se desmorona al cabo de dos horas». El lector inquieto se preguntará, ¿por qué se ha desmoronado la tregua? Misterio…

La complicidad con Hamás me resulta incomprensible. E inquietante. Un movimiento que en su Carta Fundacional, como bien ha señalado Daniel Jonah Goldhagen («El manifiesto asesino de Hamás», El País, 9/2/2006), llama no solo a la destrucción del estado de Israel, sino que en un impulso homicida hitleriano, ansía la muerte de todos los judíos en general. Y siguiendo el contenido de su carta fundacional, encontramos, leyendo sus artículos, como en los Protocolos de los Sabios de Sión o como en cualquier libelo nazi de los años treinta, que el judío es la personificación del Mal sobre la faz de la tierra. Así, por ejemplo, los judíos buscan «hacerse con el control de los medios de comunicación mundiales». Fomentan revoluciones «para beneficiar sus intereses». Forzaron la Primera Guerra Mundial «para acabar con el califato islámico» y provocaron, también «la Segunda Guerra Mundial». De hecho «no hubo ninguna guerra que estallara en cualquier sitio que no estuvieran presentes sus huellas». Como los nazis Hamás cree que los judíos forman parte de una conspiración secreta para dominar el mundo. «Su plan puede verse en los Protocolos de los Ancianos de Sión.» Y, finalmente, ¿cuándo llegará la promesa de Alá?, «no llegará hasta que los musulmanes luchen contra los judíos (y los maten); hasta que los judíos se oculten tras rocas y árboles, que gritarán: ¡Musulmán! ¡Aquí hay un judío que se esconde detrás de mí, ven y mátalo!»

¿Asombrados de este delirio exterminador antisemita, hoy, en pleno siglo XXI? Pues finalizo con otro artículo de El Mundo publicado el 24 de julio que en nada tiene que envidiar a estos desvaríos medievales. Lo firma el escritor Antonio Gala en su espacio «La tronera». Ya dediqué un artículo en su día en esta revista a Gala («La tronera antisemita de Antonio Gala», nº 95). Bajo el título «¿Los elegidos?», el escritor desliza, como ya es habitual en él –un ser enfermo infectado sin remedio de un virulento odio racista hacia los judíos–, tópicos arcaicos de un antisemitismo trasnochado. Por ejemplo, vuelve, una vez más, a insistir en esa asociación entre el judío y el dinero en la frase «su [el pueblo hebreo] ratificada administración de cualquier dinero…». Achaca así mismo, al propio pueblo judío –por su maldad intrínseca, se supone, en eso coincide con Hamás y con Hitler– ser culpable de sufrir persecución. Curioso. La víctima inocente de la intolerancia y de la violencia culpable a la vez de su desdichado destino. Ergo los asesinos de la judería, al final, son inocentes de sus crímenes: «Lo que sucede es que, de pronto, harta a la parte de la humanidad con la que vive: fenómeno reiterado de su historia: como si no estuviera hecho para convivir.» Coincide también, con Hamás, Hitler, los autores de los Protocolos y con el resto de esa chusma antisemita de la que forma parte con orgullo, en la idea de la conspiración mundial judía para hacerse con el poder: «Piden lo que se les dio y que aceptaron; pero con novedad de grados, dimensiones, beneficios y con la presión nueva que da el poder situado en otra parte del mundo y la invisible comunidad de sangre». Finalmente, legitima y justifica la expulsión de los judíos de un país, como ocurrió en Castilla y Aragón en 1492: «No extraña que los expulsen tanto. Lo que extraña es que los vuelvan a llamar.» Lo más curioso es que finaliza su nauseabundo texto con esta expresión: «No soy racista.» Significativo ¿no? Este es el desolador panorama actual.

Leo ahora, otra vez, «Decepción y tristeza», la emotiva columna de Jacobo Israel Garzón publicada en ABC el 29 de julio con motivo de esta nueva andanada de racismo antijudío. Al fin y al cabo, su lectura me ha movido a escribir este texto. No conozco a Garzón. Pero este texto que finalizo ahora es un abrazo que le envío para que sienta que no está solo en estos días tan tristes y tan mezquinos.

Artículo publicado en Raíces nº 100 (otoño de 2014)

4 comentarios en «Miradas sesgadas, vómitos antisemitas»
  1. En fin Margarita, siento que mi labor de denuncia en Raíces contra el antisemitismo te haya molestado tanto… ahora en serio… esto es el colmo… una judía criticando a un gentil por denunciar el antisemitismo reinante…. que me ataquen desde el bando judeófobo vale… pero que el reproche venga de una judía… lamentable…..

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