Esta frase la escucho con palabras y sin ellas en el pensamiento y sentimiento de todos los seres humanos. Conforme el tiempo va pasando y nos vamos envejeciendo muchas de las fuentes de afecto se van alejando de nosotros, a veces las perdemos definitivamente.
La vejez es la única etapa de la vida que no da lugar a otra etapa. Le tememos ya que después sigue la muerte. No se habla mucho ella pero casi todos le tememos. ¿Alguno de ustedes ha pensado en el apoyo amoroso que se necesita en esta etapa de la vida?
El mundo material en el que hemos vivido no nos permite comprender que tanto la vida como la muerte son parte de lo mismo. Esto es bastante teórico pero poco real; la mayoría de la gente quiere más vida y quisiera que la muerte tarde en llegar.
Mientras el ser humano está vivo, no importa la edad, tiene necesidad de dar y recibir afecto. Abrazamos a un bebé con placer, nos cuesta trabajo abrazar a nuestros viejos y viejas ya que sólo podemos ver el paso del tiempo en su semblante, cabello y cuerpo. Nos cuesta trabajo ver que la belleza se hace diferente pero no desaparece. No les damos el debido respeto por todo lo que llegar a esa edad ha implicado.
Me ha tocado platicar con personas de 50-55 años y son muy intolerantes con sus parientes viejos y están aterrorizados de su propia vejez. La tolerancia de la cual se habla pero no se practica, cunde en muchas personas. El problema es que los prejuicios que tenemos en contra de la vejez, tarde o temprano nos caen encima y resultamos víctimas de nuestra forma de pensar.
Regina me cuenta: el ser abuelo o abuela, para muchos de nosotros es un privilegio que sólo llega con la edad. Disfrutar de los nietos en mi caso es un regalo, un premio por haber llegado. Me siento muy agradecida y contenta porque los niños me quieren y soy una abuela esperada cuando voy de visita. Agrega, yo no conocí abuelos y por otro lado pienso que los abuelos de ahora somos diferentes y más complacientes que los otros. Creo que mis padres no se esforzaron por ser tan complacientes con mis hijos como yo lo he sido con los nietos.
Rosalinda opina lo siguiente: el amor que doy y recibo cuando estoy con mis nietos es un regalo que engrandece el alma, no tiene igual. Cuando me ven y corren hacia mi, lo vivo como una gran caricia que me llena de satisfacción amorosa. Esta convivencia se convierte en el alimento necesario para seguir caminando.
Leonor nos platica que sus nietos viven en el extranjero, y los visita ocasionalmente y disfruta su compañía. Al regreso la nostalgia me pega como un latigazo y cada vez aprendo un poco más a desarrollar el arte de la huída para evitar caer en la tristeza. Me gusta charlar con mis nietos. Crecen tan de prisa y los años parecen correr más a medida que te vas haciendo mayor. Una manera de pasarla bien con los jóvenes y niños es escuchando lo que dicen sin criticarlos No tengo porque estar de acuerdo con todo pero si acepto que algunas cosas que hacen no las comprendo. Pero no importa, disfruto esa corriente cálida que surge entre ellos y yo. Somos familia y la sangre llama.
Luis se encontró con una amiga de la juventud y ella le dijo que tenía 70 años; le costaba trabajo darse cuenta que el tiempo había corrido sin parar. Tenía el pelo blanco como la nieve y el rostro con algunas arrugas, un poco más entrada en carnes pero se veía muy guapa. La vitalidad en sus bellos ojos azules era la misma de siempre. A partir de entonces reanudamos nuestra amistad y compartimos las experiencias de vida que cada quien había tenido. Yo no tenía nietos, pero los de ella me querían y platicaban conmigo de tal manera que pude jugar a tenerlos. El cariño surge con o sin lazos sanguíneos.
Es muy agradable hablar con algunos viejos y viejas orgullosos de haber llegado. Lo que es frustrante y terrible es llegar a ser un adulto mayor y pensar que uno ha empleado mal su vida. Esto es consecuencia de un mal momento ya que todos hemos hecho lo mejor que hemos podido aunque nuestras expectativas hayan sido tan amplias que nos sentimos frustrados.
En esta etapa de la vida, hay que aceptar que estamos en el lugar que nos toca, aunque una voz castigadora nos presione por dentro y nos quiera mostrar lo contrario. Necesitamos afecto y hay que pedirlo a los demás y a nosotros mismos. ¡No juzgarnos con tanta rigidez como solemos hacerlo!. Dar afecto a los que están a nuestro alrededor sin ser los jueces que juzgan y critican.
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