Panamá Papers, 6ta parte: Los que no tienen nada

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Desde otra perspectiva me pregunto si es Suerte la que tuvo este muchacho que se hizo Administrador. Un cuento al que llego, también por el Facebook

La vendedora de chontaduro que graduó a su hijo como administrador

Se llama Betty, es negra y vende chontaduro en el centro de Cali. Le pregunto si le molesta que le digan que es negra, si prefiere la palabra “afro”. Me mira con un gesto de burla y responde, tajante: “eso é pura guevonada mijo. ¿No ve que yo soy negra? Cómo má me van a decí, pue negra, mijo”.


Betty tiene 53 años y vende chontaduro desde hace unos 12, tres años después de llegar desde el Alto Baudó, Chocó, cuando su hijo tenía 15 años. Decidió venirse por todo: cansada de las Farc, del ELN, de los paramilitares, de la pobreza, de no tener acueducto, de no tener energía eléctrica ni gas ni televisión por cable ni calles ni una escuela para Pablo, su hijo. En fin, cansada de lo más triste del Chocó. “De que los políticos se robaran to y a uno, la gente del pueblo, lo dejaran po ahí sin na, viviendo en medio de la na…”.

Así que llegó a Cali justo en el 2000, haciendo parte del gigante éxodo de desplazados por la violencia y la pobreza que desde 1980 llegan a esta ciudad. Pero decidió que no viviría en el oriente y, con algún dinero ahorrado de sus años de trabajo en Chocó, rentó un cuarto cerca a Terrón Colorado. Empezó trabajando como empleada doméstica en una casa en El Peñón.

Fue duro, dice ella. No estaba acostumbrada a ese tipo de cosas, a trabajarle a alguien y a recibir malos tratos. En Chocó, como fuera, trabajaba para ella misma. Vendía frutas, vendía pescado, lo que fuera, y nunca se sintió humillada por nadie. En Cali conoció esa sensación de rabia y algo de impotencia al ver que alguien que por alguna razón se siente superior a vos, intenta hacerte sentir inferior.

A la entrada del apartamento en que trabajaba, todos los días se encontraba con una mujer, negra también, que tenía un pequeño puesto de dulces, mango y chontaduro. Nunca se le había ocurrido que pudiera hacer eso pero, dos años después, harta de su salario miserable y de las mezquindades de sus patrones, se sentó a hablar con la mujer que vendía chontaduros y se le ocurrió que ella también podría hacerlo.

“Ella me dijo que no era tan duro y que me podía ir mejor que ahí mantequiando. Me acompañó hasta la 34, al lado del parque del Avión, y compramos los chontaduros, que yo ya sabía preparar”…

Por esos días, su hijo Pablo estaba a punto de terminar el bachillerato en el Santa Librada y Betty estaba decidida a hacerlo ingresar a la universidad. Sin embargo, aún no tenía el dinero suficiente para la matrícula. De modo que Pablo empezó a trabajar con ella en el centro vendiendo chontaduro y mango. Básicamente, el jovencito lo que hacía era acompañarla, comprarle el almuerzo, hacerle uno que otro mandado. “Es que si lo dejo solo en la casa me hubiera cogido to eso vicios de esta ciudad, vea. Y entonces así no hubiera llegado a ninguna parte”.

Durante un año, Pablo acompañó a su mamá al centro de la ciudad a ayudarla. Se la pasaba jugando en la Plaza de Caicedo mientras Betty vendía mangos y chontaduro. Cada día, perfectamente podía ganarse alrededor de $35 mil, lo que le bastaba para el arriendo, la comida, los servicios y ahorrar. Para fin de año, Betty le dijo a Pablo que no le regalaría nada de navidad, porque su regalo era la matrícula a la Universidad Libre.

A Pablo, cuenta Betty, no le importó no estrenar ese fin de año, no le importó no tener un celular, unos tenis nuevos, nada. Solo le importó saber que su madre, esa mujer negra, delgada, soltera, que había tenido el valor de salir de su tierra y llegar a una ciudad desconocida, que había tenido el valor de trabajar como doméstica y luego renunciar para vender chontaduro, ahora le decía que iba a pagarle su universidad.

Ahora, cada vez que lo cuenta, Pablo abraza a la mujer, la besa en la frente y ella, con una risa ruidosa, le dice: “eso sí mijo, tiene que acordarse de esta negra cuando esté vieja, porque ya estoy mamada de vender estas cosas”.

Así que Pablo estudió durante cinco años en la universidad, pagando cada semestre con el dinero que su madre ahorraba de la venta de chontaduro y mango. Más o menos en quinto semestre las cosas empezaron a complicarse, lo que hizo que Betty comprara un pequeño puesto para vender también dulces, cigarrillos, papas, chiclets. “Y eso sí, le dije que por nada se saliera de estudiar y que no iba a trabajar tampoco. Que se dedicara a la universidad, solo a eso, que yo me encargaba del resto”.

Y mucho más allá del mérito del joven y la emoción que yo siento al leer esta nota me pregunto qué posibilidades tiene el joven de conseguir trabajo por ser egresado de una universidad de segunda línea en una sociedad clasista.

Encuentro en la red una publicación del año 2013

  1. Pregrado: Administración de empresas
    Valor promedio semestre: $ 7.336.083
    Salarios mínimos: 12,95
    Universidades: Universidad de los Andes, CESA, Universidad del Rosario, Universidad de la Sabana, Universidad Javeriana, Universidad ICESI, Universidad Sergio Arboleda, EAN, Universidad del Norte y EAFIT.

¿Y de conseguir trabajo cual será el sueldo en relación a los demás egresados? ¿Hasta cuanto el color de su piel puede determinar el nivel del sueldo?

No puedo dejar de considerar este relato, como emergente de las condiciones que crean los Panamá Papers que curiosamente “todos pasan por alto” como dijo mi yerno

sra comida

Acerca de Julio Ioseph May

Julio Ioseph May (Yossi) nació en Entre Ríos, Argentina. Es Contador Público de la Universidad de Buenos Aires. Desde 1973 viviò  en el Estado de Israel y a partir de febrero 2014 reside en Barranquilla, Colombia. En vistas a la tercera edad comenzó a practicar su sueño de escribir que lo acompañó desde chico.Participa activamente en variados grupos literarios del internet. Comparte publicaciones de cinco antologías: De Paz y De Guerrasy Lazos Umbilicales publicadas en Israel en 2007, "primer antología" de Muestrario de Palabras (2007) y Libro del Haiku, Ediciones Artesanales Santoamor (2008) ambas en Buenos Aires. Pensamiento Antologico Universal, La poesia purifica la vida humana, Congreso Universal de Poesia Hispanoamericana, publicada en Mexico 2010. La revista virtual Palabras al Sol publicaba regularmentecuentos y poemas de su autoría. Su preferencia es la narración.

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