Wislawa Szymborska murió el pasado 1 de febrero. Poeta que fue Premio Nobel en 1996, época en que la conocí. este poema sobre Casandra me sigue deslumbrando.
Casandra: Hija del rey Príamo y de la reina Hécuba de Troya. El dios Apolo, que amaba a Casandra, le concedió el don de la profecía, pero cuando ella se negó a corresponder a su amor, Apolo volvió inútil el don haciendo que nadie creyera en sus predicciones. Casandra advirtió a los troyanos de muchos peligros, incluso del caballo de madera con el que los griegos entraron en la ciudad, pero fue desestimada como una loca.
Después de la caída de Troya, fue sacada del santuario del templo de la diosa Atenea por Áyax, hijo de Oileo, y llevada al campamento griego. Cuando se repartió el botín, Casandra fue entregada al rey Agamenón como su esclava y amante. Casandra le advirtió que sería asesinado si volvía a Grecia, pero de nuevo no obtuvo crédito.
A su llegada a Micenas ella y Agamenón fueron asesinados por Clitemnestra, esposa de éste y reina de Micenas.
Monólogo para Casandra
Yo soy Casandra.
Y esta es mi ciudad bajo cenizas.
Y estos mi báculo y mis lemniscos de adivina.
Y esta mi cabeza henchida de dubitaciones.
Cierto, al fin triunfé.
Mi verdad es un resplandor que golpea el cielo.
Sólo los profetas que no fueron creídos
gozan de visiones semejantes,
sólo aquellos que no supieron actuar,
y todo se habría cumplido igual de rápido
aunque no hubiesen existido.
Ahora recuerdo con claridad
Cómo al verme el pueblo de pronto callaba.
Las risas se interrumpían.
Las manos dejaban de estrecharse.
Los niños corrían hacia sus madres.
Ni siquiera sus precarios nombres llegué a conocer.
Y esa canción, la de las hojas verdes,
nunca nadie la terminó de cantar en mi presencia.
Los amaba
mas los amaba desde lo alto.
Por encima de la vida.
y desde donde puede resultar más sencillo que ver la muerte.
Lamento la dureza de mi voz.
miraos desde las estrellas –clamaba-
miraos desde las estrellas.
Escuchaban y bajaban la vista.
Vivían en sus vidas.
Expuestos a los vientos.
Juzgados de antemano.
Con cuerpos para el adiós desde que nacieron.
Mas cabía en ellos como una húmeda esperanza,
una llama nutriéndose de su propio centellear.
Sabían el significado de un instante,
ah al menos uno cualquiera
antes que –
Me salí con la mía.
Mas eso de nada vale.
Y este es mi vestido chamuscado.
Y estos mis trastos de adivina.
Y este mi rostro desfigurado.
Rostro que nunca alcanzó a saber que podía ser bello.
Gracias!