Por qué hacia Occidente

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La ola de desgraciados y pobres gentes que huyen de Libia, Siria, Yemen y hasta de Turquía con destino a Occidente es el producto puro y duro del Estado Islámico, un regalo envenenado cuyo rumbo no puede ser hacia el corazón de Asia, donde la situación social es aún peor, ni hacia Rusia o Irán, país en el que serían considerados subhumanos suníes. Hablando con claridad, lo único que frenaría ese flujo humano sería la doble derrota de Assad y de los negros islamistas, algo que a Europa le saldría mucho, pero que mucho más barato que ordenar el caos sociológico y demográfico que los refugiados le están provocando y aún le causarán.

Pero la comunidad europea no está para esos lances ni alcanza a ver el mapa completo del mal, de otro modo ella y los norteamericanos no hubieran firmado un pacto con los iraníes sobre la energía atómica y sus derivados. Es Irán el hormiguero de los peores deseos y los más grandes rencores, un Irán también agotado por las guerras pasadas y las condiciones de pobreza y desajuste a las que lo sometió el embargo y la presión de Occidente, y tampoco se siente con ánimo de pasar a la acción mientras tenga vicarios.

Después de meses de lucha contra el Estado Islámico no es mucho lo que se ha conseguido. Cada día que pasa son más los musulmanes que ven en sus triunfos y resistencia la causa de un nuevo orgullo. Jóvenes desocupados, raperos del Magreb, franceses de tercera generación que no tienen claro su porvenir y fantasean con degollar y asesinar a quien sea necesario con tal de hacerse un nombre y prosperar quemando sus pasaportes de origen y abominando de su educación europea. Pero Occidente no entiende la situación, está absorbido por la causa de los derechos humanos, el altruismo y otros venenos de la resignación. La raza blanca está cansada, entregada al hedonismo y las chucherías electrónicas y hallaría difícil sobrevivir con cuatro dátiles al día, una pita y un humus rancio.


A lo sumo recupera los tics del fascismo y el nazismo y quema centros de acogida de refugiados en lugar de ir a la guerra y descabezar de una vez por toda a los islamistas radicales en Siria, Libia e Irak. Por otra parte, y en lugar de comprar yates caros y reclamar playas privadas en Marbella, y si quieren mantenerse vivos tal y como han sido hasta ahora, visto y considerando que Occidente no quiere hacerlo como corresponde, ¡son Arabia Saudita y los países del Golfo Pérsico los que deberían sufragar un ejército de mercenarios árabes para frenar a quienes los odian! Son ellos los que deben acabar de una vez y por todas con el problema estabilizando por la fuerza los países de los que emanan las fuerzas de la desestabilización. Por lo visto prefieren invertir en el Corte Inglés como Qatar, o comprar empresas aquí y allá y emplearlas a modo de tapadera.

Así van las cosas y la muchedumbre de refugiados viene hacia Europa enceguecida buscando una libertad de la que sus países no han disfrutado nunca y por la que no han luchado como corresponde. No es casual que los lugares que peor tratan a los pobres fugitivos, como Hungría por ejemplo, sean los que tienen fresca aún una historia totalitaria. Tampoco es casual que algunos de los que deambulan y reclaman un lugar bajo el sol mueran en un camión cerrado en una carretera de Austria. Es el pasado nazi que retorna, el fantasma del asesino que se llevó las vidas de niños, ancianos y mujeres ahumándolos con las emanaciones del tubo de escape, mucho antes de inventar las duchas de gas venenoso.

Tal vez por eso los austríacos, muchos, se apresuran a exorcizar a ese fantasma ofreciendo su ayuda y ejercitando su pequeñísimo buen corazón. Las cosas, la realidad no va a mejor. Destruir ruinas antiguas e insustituibles como las de Palmira ¿qué anuncia sino que en cuanto puedan atentarán contra iglesias cristianas y sinagogas? Para el Estado Islámico son ídolos, algo abominable. Es triste, triste y lamentable que ningún importante líder europeo le ponga el punto a la i de insumisión frente a los que se dicen sumisos.

Acerca de Mario Satz

Poeta, narrador, ensayista y traductor, nació en Coronel Pringles, Buenos Aires, en el seno de una familia de origen hebreo. En 1970 se trasladó a Jerusalén para estudiar Cábala y en 1978 se estableció en Barcelona, donde se licenció en Filología Hispánica. Hoy combina la realización de seminarios sobre Cábala con su profesión de escritor.Incansable viajero, ha recorrido Estados Unidos, buena parte de Sudamérica, Europa e Israel.Publicó su primer libro de poemas, Los cuatro elementos, en la década de los sesenta, obra a la que siguieron Las frutas (1970), Los peces, los pájaros, las flores (1975), Canon de polen (1976) y Sámaras (1981).En 1976 inició la publicación de Planetarium, serie de novelas que por el momento consta de cinco volúmenes: Sol, Luna, Tierra, Marte y Mercurio, intento de obra cosmológica que, a la manera de La divina comedia, capture el espíritu de nuestra época en un vasto friso poético.Sus ensayos más conocidos son El arte de la naturaleza, Umbría lumbre y El ábaco de las especies. Su último libro, Azahar, es una novela-ensayo acerca de la Granada del siglo XIV.Escritor especializado en temas de medio ambiente, ecología y antropología cultural, ofrece artículos en español para revistas y periódicos en España, Sudamérica y América del Norte.Colaborador de DiarioJudio, Integral, Cuerpomente, Más allá y El faro de Vigo, busca ampliar su red de trabajos profesionales. Autor de una veintena de libros e interesado en kábala y religiones comparadas.