Una tarde como la de hoy, hace 79 años, mi padre, el Rabino Dr. Fritz Winter z¨l, estaba reunido en el fuero familiar, cuando una voz anónima lo instaba a abandonar momentáneamente su casa, puesto que fuerzas de la Gestapo iban a arrestarlo junto a mi abuelo, el Rabino Dr. Moritz Winter. Mi padre abandonó la casa y efectivamente, horas más tarde vinieron a buscarlo.
Así comenzó el periplo que meses más tarde lo haría juntar sus mínimos petates, cruzar la frontera, embarcar en Marsella, reunir, liderando con sus 24 años a los judíos de abordo, darles consuelo, oficiar los servicios, bendecir a sus novios, enterrar a sus muertos, acompañarlos en el difícil camino de la inmigración desde la costera ciudad de Arica hasta las alturas de Cochabamba.
El seminario (Hochschule), donde mi padre estudió y recibió su título (Smijá), fue atacado con piedras por las hordas nazis. Cuenta una leyenda urbana (corroborada por los relatos familiares) que el Rabino Dr. Leo Baeck, líder espiritual de la judeidad alemana, maestro y mentor de mi padre, les dijo a los alumnos que recogieran cada uno una piedra y el día que lograsen vivir en libertad, la usaran como piedra fundamental de un nuevo hogar comunitario judío.
Mi padre, que personalmente no presenció el pogrom, no se llevó una piedra. Sin embargo se acompañó de la piedra del espíritu (siempre fue un hombre de espíritu y no de fuerza, a tono con frase del profeta con la cual tanto se identificaba,” No por la fuerza, sino por el espíritu, dijo Dios de los Ejércitos”- Zacarías 4:6) y con ella le dio consuelo a muchas almas, en Bolivia y en Uruguay.
Esa, su piedra del espíritu, me acompaña siempre y en este día en especial.
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