Religión, Estado y multiculturalismo: ¿un modelo único?

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Más allá del enfrentamiento entre las fuerzas laicas, respaldadas por el ejército egipcio, y los seguidores del ex presidente Mursi durante la última semana, los acontecimientos en Egipto también alimentan el debate sobre la democracia y la gobernanza bajo un régimen como el de la Hermandad Musulmana. Dejando de lado la cuestión de si los cambios actuales reflejan la voluntad de la mayoría, permanece otra interrogante: ¿Queda legitimado el principio de la Hermandad, de establecer un régimen democrático según los valores de la ley musulmana y al mismo tiempo adoptar un orden democrático que permita elecciones libres y soberanas, al tiempo que no acepte los valores liberales que contradigan dicha ley? Esta cuestión es también relevante en otros casos como el de Túnez.

Las relaciones entre el Estado y la religión en regímenes democráticos y en los que no lo son siguen captando la atención del pensamiento público no solamente como secuela de la así llamada Primavera Árabe, sino también a la luz de los procesos de cambio político en otros regímenes. Así lo ejemplifica la discusión reciente dentro de la Unión Europea en torno al lugar de los símbolos religiosos, en este caso cristianos, en la esfera comunitaria. Este debate ha sido muy nutrido por la intención de Eslovaquia de celebrar los mil 150 años del cristianismo con unas monedas conmemorativas del euro, representadas con los anunciantes del cristianismo en Bizancio. El argumento en contra de esta intención fue que, a la luz de los valores del multiculturalismo, no se puede dar preferencia a una religión por sobre las otras. Aunque dicho debate concluyó al ser aceptadas las monedas en su forma original, el tema de la pluralidad religiosa en sociedades donde hay grandes minorías religiosas y/o étnicas sigue estando vigente.

Desde la óptica de las relaciones entre religión, Estado y multiculturalismo, la condición israelí también merece atención. Israel es un Estado judío-democrático. En este contexto es muy interesante subrayar el pensamiento desarrollado por la profesora Ruth Gavizon, merecedora del Premio Israel (2011) en investigación del derecho, quien en su prolífica obra analiza sistemáticamente la manera en que Israel cumple con estas dos definiciones al mismo tiempo —judío y democrático. Gavizon puntualiza el hecho de que el pueblo judío está definido por su nacionalidad (judía) y su religión (judía). El carácter judío del Estado surge de su establecimiento como el Estado Nación del pueblo judío, además de que la gran mayoría de sus ciudadanos son judíos. Dicho carácter está reflejado, entre otros, en el idioma (hebreo), en los símbolos estatales y en el himno nacional. Por otro lado, Israel de ninguna forma es una teocracia: su régimen es democrático, el Estado tiene las mismas responsabilidades frente a todos sus ciudadanos y respeta sus derechos en las diferentes esferas. Es cierto, dice Gavizon, que la democracia israelí no es perfecta, pero tampoco lo son otras democracias más antiguas. Además, a pesar de que la democracia israelí parece ser más formal que liberal en diferentes sentidos, Gavizon argumenta que puede ser que en sociedades multiculturales, con minorías étnicas o religiosas importantes, ésta sea la manera más incluyente para todos los ciudadanos.


En resumen, parecería ser que a la luz de los cambios políticos que se están dando en muchos países y ámbitos mundiales, el debate sobre las relaciones del Estado con sus ciudadanos, en términos de religión y cultura mayoritaria vis-à-vis los derechos de las minorías, seguirá siendo un importante foco de atención.

* Artículo publicado en la columna “Ideas mediterráneas” en Excelsior el 11 de  julio, 2013. Rodica Radian-Gordon es Embajadora del Estado de Israel en México.

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