El deseo de ejercitar la mente, sépalo el lector, me hace estudiar todos los días a los filósofos clásicos y los Salmos. En Aristóteles, Kant, Wittgenstein y Ortega y Gasset encuentro sistemas, y en los salmos métodos. Un sistema es como un mapa y un método es, según la etimología, un camino.
Atravesar los caminos nos hace ver lo que existe, y observar los mapas de los caminos nos hace imaginar lo que tal vez no existe o no podemos percibir. Antonio Machado nos cuenta en un bello poema que aunque en el camino del filósofo (o poeta) se ven “colinas doradas”, “verdes pinos” y “polvorientas encinas”, no se sabe adónde se va.
La filosofía es camino y la poesía canto que va formando el destino. He aquí unos versos de Rimbaud en pro de nuestras conjeturas:
“Amour, appel de vie et chanson d´action,
viennent la Muse verte et la Justice ardente
le déchirer de leur auguste obsession”.
Los Salmos, por ser poesía hebrea producen ritmo sin rima, ritmo mediante ideas. Oigamos el Salmo 1:
“Bienaventurado el varón que no
anduvo en consejo de malos,
ni estuvo en camino de pecadores,
ni en silla de escarnecedores se ha
sentado”.
Las palabras “consejo”, “camino” y “silla” nos llevan del cielo moral al bosque, digamos, y luego a algún salón. Es decir, el poeta nos hace experimentar sentimientos divinos, naturales y familiares.
Los sonidos de cualquier soneto producen nociones y las imágenes de los salmos producen conceptos. Cuando un concepto acerca de los sentidos, como el gusto, se combina con otro que trata del tiempo, como la noche, nace el emblema, es decir, la conjugación de lo figurado con lo literal. Oigamos:
“Sino que en la ley de Jehová está
su delicia,
y en su ley medita de día y de
noche”.
Los filósofos no deben hacer emblemas, que son saberes más completos que los conceptos, porque aspiran a la imparcialidad, a la objetividad. Es por eso que los libros de filosofía siempre nos dejan insatisfechos. La Biblia, en cambio, nos satura. Pero la esencia con la que nos satura la Biblia no causa que muera en nosotros la curiosidad. Las siguientes palabras, por ejemplo, confortan e incitan nuestra sed de saber:
“Será como árbol plantado junto
a corrientes de aguas,
que da su fruto en su tiempo,
y su hoja no cae;
y todo lo que hace prosperará”.
La poesía hebrea, sostienen los hermeneutas, es casi perfecto reflejo del alma del pueblo judío. Los Salmos, por unir lo íntimo, lo teatral y lo celestial, nos hacen sentir que nos comunicamos con Dios, sentir que también nos proporcionan los filósofos, aunque de modo indirecto. Las descripciones de Aristóteles, la antimetafísica de Kant, las paradojas de Wittgenstein y las predicciones de Ortega son simples notas al pie de página de los Salmos.
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