Sí hay algo positivo para México con la llegada de Trump

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Existe un aspecto positivo para México por la llegada de Donald Trump a la Presidencia de Estados Unidos y su amenaza de cerrar las puertas a las exportaciones y migrantes mexicanos: nos va a obligar a vernos en el espejo, observar nuestros problemas y encontrar soluciones para tener un mayor desarrollo económico. Ciudadanos, empresas y gobiernos tendremos que salir de nuestra zona de confort a fin de encontrar nuevos horizontes de crecimiento. Frente al portazo estadunidense, a los mexicanos nos toca hacer la chamba de mejorar el país.

Hay que comenzar por fortalecer el Estado de derecho. Que la ley se cumpla para todos. Que haya consecuencias para los que violan la ley. Terminar con la impunidad y la cultura de que “el que no transa no avanza”. En esta tarea es muy importante que las élites —políticas, económicas, militares, religiosas, intelectuales y mediáticas— sean las primeras en comprometerse a respetar la ley. No ha sido el caso en México donde ser poderoso es sinónimo de tener el derecho de violar la ley con impunidad.

Muchas empresas de otros países no invierten en nuestro país por la debilidad del Estado de derecho. No les gusta tener que sobornar a las autoridades para que sus negocios puedan operar. Les molesta que los contratos no se respeten y que los litigios sean largos y caros cuando se presentan conflictos. La debilidad del Estado de derecho incrementa la incertidumbre y los costos de transacción. Los negocios que sí invierten en México quieren ganar más dinero porque, a mayor riesgo, mayores las utilidades. ¿Queremos más inversiones de nacionales y extranjeros? Pues hay que fortalecer el Estado de derecho.


Son muchas las cosas que tenemos que hacer para lograr este objetivo. Primero, combatir la corrupción gubernamental, uno de los grandes cánceres del país. Debemos ir más allá del Sistema Nacional Anticorrupción incorporando medidas que quedaron fuera de éste como la delación premiada y la obligación de todos los funcionarios de presentar sus tres declaraciones: patrimonial, de pago de impuestos y de conflictos de interés.

Además, habrá que robustecer toda la cadena de la aplicación de la justicia penal: policías, fiscales, jueces y cárceles. México debe resolver el problema de la creciente violencia. Regiones enteras del país sufren cotidianamente homicidios, secuestros y extorsiones. Ya llevamos muchos lustros dizque combatiendo este flagelo sin haber avanzado mucho en la construcción de las instituciones públicas que se requieren para ello.

Lo cual nos lleva al siguiente punto que debemos hacer frente al portazo de Estados Unidos: una reingeniería del sector público que permita sanear el problema de las finanzas públicas y redefinir las prioridades del Estado mexicano. Por un lado, hay que detener, de inmediato, el crecimiento del gasto público que nos ha llevado a endeudarnos de manera desproporcionada. Debemos restaurar el pilar de finanzas públicas sanas como condición para la estabilidad macroeconómica. Y, por otro lado, hay que desaparecer instituciones públicas redundantes u obsoletas para darle ese dinero a otras organizaciones a las que urge mejorar sus capacidades, por ejemplo las relacionadas con el Estado de derecho.

Lo único que no podemos hacer es nadar de muertito frente al enorme desafío que significa la creciente cerrazón en los países occidentales. Sí: hay que redefinir la relación con Estados Unidos, pero también aprovechar la coyuntura para componer lo que no funciona en casa. Debemos entender la dimensión del cambio mundial, salir de la modorra y arreglar al país antes de que la economía colapse. Eso ocurrió en los años ochenta y noventa. Ante una crisis mayor, México se vio obligado a limpiar las cosas que ya no funcionaban: la industrialización a partir de la sustitución de importaciones, la exportación de una sola materia prima (el petróleo) y un alto gasto público dirigido a apuntalar un sistema político autoritario en decadencia. Fue duro, doloroso y costoso, pero salimos adelante. Hoy estamos todavía lejos de una crisis económica mayor como la de esos años. Sin embargo, el mundo está cambiando y, si no nos ponemos las pilas y comenzamos a cambiar lo que no funciona, el deterioro nos llevará a una crisis cada vez peor donde inevitablemente haremos los cambios, pero ya sobre las rodillas.

Twitter: @leozuckermann

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