Cuando pensamos sobre la felicidad generalmente no la vinculamos a la filosofía, ya que la mayoría de la gente cree que ésta es algo más banal y que por ende, no le compete al ámbito de la razón y menos desde la época griega; ya que el sentido más general de la misma, es tan relativa que por ello, para algunos depende de cada uno no requiriendo de un análisis filosófico. Sin embargo, esto no es del todo cierto ya que durante mucho tiempo, fue una problemática que abordo muy críticamente el filósofo Epicuro.
Quien a muy temprana edad, empezó a cuestionarse el hecho de que meditar procura felicidad; ya que cuando la felicidad está presente, todo lo tenemos y cuando nos falta, hacemos todo por alcanzarla de nuevo. Pero es sumamente importante la premisa principal sobre la felicidad de Epicuro, la cual radicaba en considerar a la divinidad como un ser superior, viviente, incorruptible y feliz y por tanto, que nos ha grabado la felicidad en nosotros mismos.
Además, de que debemos acostumbrarnos a pensar en la muerte como algo común que nada significa para nosotros los mortales, ya que según el filósofo todo el bien y todo el mal, residía en la sensación que ésta traía consigo y como la muerte se presenta como un estado total de privación de los sentidos, no había porque preocuparse por ella. Con lo cual, reconocer que la muerte en realidad no es nada para nosotros, nos hace muy dichosa la mortalidad de nuestra vida.
Y esto, no porque nos demuestre que somos infinitos en cuanto a nuestra temporalidad, sino más bien, porque ella elimina el ansia que podemos sufrir por nuestra inmortalidad. Ya que nada debe ser temido en el vivir y por ende, nada debe de ser temido en el morir; porque solo los necios temen a la muerte, creyendo que ésta nos hará sufrir, cuando en realidad el sufrimiento nos dice Epicuro, radica en la espera de su llegada, nada más.
Así, cuando la muerte no está presente, nosotros somos y por tanto no debemos de temerle, pero cuando aparece también nosotros hemos dejado de ser y por tanto, no hay ya nada que temer. Con lo cual, ella no afecta ni a los vivos, ni a los muertos, aunque para algunos es el mal mayor, mientras para otros el descanso liberador.
Entonces debemos de ser como los sabios, quienes ni le temen a la vida, ni le temen a la muerte, ya que el vivir no es una carga y el morir tampoco. Porque como nos dice el filósofo, lo importante es la prudencia ante todo, ya que de ella nacen todas las demás virtudes, las cuales sin duda alguna, se necesitan para llevar una vida feliz, sensata, honesta y justa.
Siendo la felicidad y la dicha, la ausencia de sufrimientos y mansedumbre de nuestras pasiones y no el regocijo de las vanas opiniones; porque si Di-s prestara oídos a todos los hombres, ni uno solo quedaría vivo; ya que dentro de sus súplicas están el hecho de que como éste es un ser todo poderoso, pueda infligir castigo divino a todo aquel que, consideremos nos ha hecho daño. Y por tanto, es mejor que Di-s, no preste oídos a las súplicas de los hombres. Y tú es mejor que ores en nombre de los pobres…
(Especial para el Diario Judío.com de México.)
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