Soy un hombre feliz

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Estoy muy contento. En cuanto la Asamblea Constituyente apruebe el proyecto de Constitución de la Ciudad de México —propuesto por el jefe de Gobierno, Miguel Ángel Mancera, y múltiples asesores— seré un hombre muy feliz. Tendré muchos derechos. Los capitalinos seremos la envidia del resto de México y del Universo entero. No exagero: mi ciudad será como el Jardín del Edén. Mire, usted, todos los derechos que tendremos los capitalinos.

Comienzo con uno que me gusta mucho. Dice el artículo 10 que toda persona tendrá el “derecho a una sexualidad plena en condiciones seguras” y más adelante agrega que “las autoridades adoptarán las medidas necesarias para garantizar el ejercicio de estos derechos”. Por fin se atrevió el Estado a meterse en nuestras habitaciones para garantizarnos un coito pleno. Lo que me intriga es cómo lo asegurarán. ¿Habrá una policía sexual? ¿Podremos quejarnos en Locatel por una felación desagradable? ¿Los solteros podrán pedir auxilio para encontrar pareja en el 911?

Los chilangos seremos todos iguales. No habrá diferencias de ningún tipo. No, señor, porque el artículo 9 “garantiza la igualdad sustantiva entre todas las personas sin distinción por cualquiera de las condiciones de diversidad humana. Su cumplimiento es de responsabilidad común. Las autoridades adoptarán medidas de nivelación, inclusión y acción afirmativa de carácter temporal o permanente, encaminadas a acelerar la igualdad sustantiva en los ámbitos económico, político, social, cultural y ambiental en la esfera pública y privada, basadas en el trato igualitario con criterios de equidad, objetividad, razonabilidad y proporcionalidad”. Camaradas, cantemos la Internacional. Karl Marx estaría extasiado. Sí: igualdad sustantiva para todos. ¿Qué es eso de sustantiva? De acuerdo con la Real Academia de la Lengua, hay dos acepciones: 1. que tiene existencia real, independiente, individual; 2. importante, fundamental, esencial. Entonces, si entiendo bien, cuando se promulgue la nueva Constitución se decretará la existencia del novyj sovietskij chelovek.


Nuestra ciudad será “democrática, educadora, solidaria, productiva, incluyente, habitable, sostenible, segura y saludable”. Todo estará al servicio del prójimo: “El desarrollo urbano y rural, la utilización del suelo y de los espacios y bienes públicos y privados deben otorgar prioridad al interés social, cultural y ambiental”. Adiós a los cochinos capitalistas y sus aviesas ambiciones individualistas.

Por si no había quedado claro, el artículo 14 ordena a las autoridades adoptar “las medidas necesarias para erradicar las desigualdades estructurales y la pobreza, revertir la inequitativa distribución de la riqueza y del ingreso entre personas, familias, grupos sociales y ámbitos territoriales”. Ha llegado la hora de resucitar el cuerpo del camarada Trotsky, que está en Coyoacán, para asesorarnos cómo hacerlo.

En lo que aprendemos, nuestra bella ciudad paradisiaca nos “garantizará el derecho a una renta básica, dando prioridad a las personas en situación de pobreza y aquellas que no puedan satisfacer sus necesidades materiales por medios propios, así como los grupos de atención prioritaria”. Y, para que no haya problemas, el artículo 5 decreta que “queda estrictamente prohibida y será sancionada toda práctica clientelar o corporativa en la prestación o gestión de servicios públicos y programas sociales”. Por disposición constitucional se acabaron los grupos de René Bejarano y otros perredistas y morenistas. Vamos a ser bien felices sin ellos: con un gobierno impoluto que repartirá dinero gratis a la gente. ¡Qué maravilla!

Se me está acabando el espacio y todavía me falta por mencionar hartos derechos que tendremos. Se respetará, por ejemplo, nuestra “integridad física y sicológica, así como a una vida libre de violencia”. Señores ladrones, extorsionistas, secuestradores y asesinos, por favor hagan sus maletas que ya no podrán ejercer su profesión en la CDMX. Desde luego que estará prohibida “la incitación a la violencia y al odio”. Supongo que, aparte de la policía sexual, habrá una autoridad que juzgará esto. Cuídense, entonces, los Nicolás Alvarado que se atrevan a utilizar malas palabras en la capital.

Hasta acá me quedo el día de hoy porque se me ha terminado el espacio. Ya mañana les contaré más y más derechos que tendremos los capitalinos. Ya me imagino la envidia que estoy concitando en los otros estados. Yo me voy a dormir contentísimo, cantando Pequeña Serenata Diurna de Silvio Rodríguez: “Soy feliz, soy un hombre feliz, y quiero que me perdonen por este día los muertos de mi felicidad”.

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