Uno podría preguntarse que ser es más auténtico, si el calmo o el colérico. Lo cierto es que el joven Alberto Burgh, le hizo perder la paciencia al filósofo que hizo de la doctrina de no ser presa de las pasiones un punto importante de su Etica. Burgh, nacido en el seno de una familia calvinista de comerciantes y explotadores de las riquezas de las Indias Orientales, se convirtió al catolicismo. Desde Florencia, el 11 de setiembre de 1675, le dirigió una carta a su antiguo compañero de diálogos filosóficos donde acusaba al filósofo del d-os infinito por cuya virtud acaece y se conserva absolutamente todo, de haberse dejado extraviar por el príncipe de los espíritus malignos y que toda la filosofía del renombrado pensador no era más que ilusión y quimera, apercibiéndolo que por ese camino, su alma no sería salvada.
Pero es la respuesta de Spinoza la que conmueve, no siempre para bien, por cuanto luego de arremeter contra la Religión Católica, hizo lo suyo contra la ortodoxia judía a la que el llama Fariseísmo.
El filósofo nacido en Amsterdam escribió en carta número LXXIV: que los Fariseos “con no menos confianza que los adictos a la Iglesia Romana, presentan miríadas de testigos, los cuales, con igual obstinación que los testigos romanos, refieren a cosas oídas, como experimentadas por ellos mismos. Luego retrotraen su estirpe hasta Adán. Con igual arrogancia se jactan de que su Iglesia, propagada hasta este día, ha permanecido inconmovible y sólida, frente al odio hostil de los paganos y de los cristianos. Alegan principalmente en su defensa que tienen más antigüedad que todos. Gritan a una que recibieron sus tradiciones de D-os mismo y que solamente ellos conservan el Verbo escrito y no escrito de D-os. Nadie puede negar que todas las herejías han salido de ellos, pero ellos mismos han permanecido constantes durante millares de años, no porque los obligara algún gobierno, sino solamente por la eficacia de la superstición. Los milagros que narran, son capaces de fatigar a mil locuaces. Pero de lo que más se enorgullecen, es de contar con muchos más mártires que cualquier nación, y diariamente crece el número de aquellos que sufren con singular constancia de ánimo de fe que profesan; y esto no es mentira: yo mismo he conocido, entre otros, a cierto Yehuda, a quien llaman el fiel, que en medio de las llamas, cuando ya se le creía muerto, comenzó a cantar el himno que empieza: Baruj atá Adonai, noten atá et a nefesh shelí, y en medio del canto expiró”.
¿Que podemos sacar en conclusión de este pasaje? En primer lugar es altamente revolucionario en el seno del judaísmo de su época. La reforma que hizo posible la concepción del judaísmo como un pueblo y no una religión aconteció con Mendelshon un siglo después, pero el terreno ya estaba propicio. Vean lo que pasaba concomitantemente. Enrique Oldenburg le escribía a Spinoza desde Londres el 8 de diciembre de 1665, diez años antes de la carta a que hicimos referencia, lo siguiente:
“Paso ahora a la política. En boca de todos corre aquí el rumor de que los israelitas, que han estado dispersos durante más de dos mil años retornan a su patria. Pocos, en este lugar, lo creen, pero muchos lo desean. Lo que Usted oiga y opine sobre esta cuestión, comuníqueselo a su amigo. Por lo que a mi atañe, no puedo prestar fe a estas noticias hasta que no sean referidas por señores dignos de fe de la ciudad de Constantinopla, a la que este asunto le interesa más que todos. Anhelo saber lo que los judíos de Ámsterdam han oído de este asunto y cómo les ha afectado tan importante anuncio que, si fuera verdadero, parecería determinar ciertamente en el mundo un cataclismo de todas las cosas”.
Enrique Oldenburg se estaba refiriendo al movimiento de masas que encabezaba el falso mesías Shabetai Tví. Ver mi artículo: http://diariojudio.com/opinion/el-movimiento-de-los-judios-pecadores/53563/#
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