Cuando Steven Pinker publica algo, la crítica toma nota. Afamado psicólogo cognitivo con importantes puestos en la Universidad de Harvard y en el Massachussetts Institute of Technology (MIT), Pinker alcanzó el reconocimiento en gran parte gracias a sus libros, bestsellers muchos de ellos, que tratan grandes temas filosóficos, sociales y científicos de una forma accesible pero con gran erudición. Su tomo más reciente, “The Better Angels of Our Nature: The Decline of Violence in History and its Causes” (Los ángeles nobles de nuestra naturaleza: El declive de la violencia en la historia y sus causas)—pesado tomo de más de 700 páginas—toma como gran tema la violencia y el declive de ésta que la sociedad parece manifestar actualmente.
Su acercamiento científico-histórico-social propone que nuestra época actual de paz relativa surgió después de, y a causa de, la violencia aberrante de la Segunda Guerra Mundial. Esto nos podría parecer un tanto incongruente en México—donde la guerra civil entre campos opuestos del narcotráfico y el gobierno está destrozando nuestra estructura social como la conocemos. Sin embargo, el potente cerebro de Pinker busca abarcar con una visión telescópica y envolvente a lo largo de regiones, épocas, economías y culturas diversas, a gran escala y con el enfoque apuntado firmemente hacia el posible futuro de la humanidad. En el periódico inglés The Guardian, el filósofo político de Cambridge David Runciman describió el libro como “brillante, capaz de alterar la mente”; en el New York Times, el filósofo de Princeton Peter Singer lo calificó de “un logro increíblemente importante. El hecho de haber logrado una investigación de tan amplio alcance, en tantos campos tan variados, es un logro magistral.”
Esto no es para negar lo controversial de su tesis. Pinker aduce su extrapolación sociológica desde el cánon de la Iluminación—recorriendo las filosofías de Hobbes, Locke, Hume, Descartes, Jefferson, Stuart Mill, y otros fundadores de la época de la modernidad. John Gray, en la revista inglesa Prospect (Prospecto) fue uno de los pocos que criticó el tomo, destacando el hecho que muchos de estos filósofos no estaban en sintonía filosófica. Además, más de uno de ellos estaba a favor de la violencia si era “por el bien social”. Curiosamente, un libro anterior de Pinker (el bestseller “La hoja en blanco: La negación moderna de la naturaleza humana”) expone la hipótesis de que la naturaleza humana es inmutable y ataca el concepto de la mente humana como “tabula rasa”. Indudablemente la mente humana es un objeto misterioso e inconcebiblemente complejo. Ahora, Pinker ha modificado un grado su postura, y “Better Angels” recorre un filo de navaja en el campo de la psicología evolutiva; entre el rigor Darwiniano y el humanismo moral.
El humano, como sabe todo psicoanalista, está en constante crucifixión entre sus peores impulsos—egoísmo, furia, avaricia, y demás—y los mejores, aquéllos que Abraham Lincoln denominó “los ángeles nobles de nuestra naturaleza.” Pinker nos da esperanza de que algún día triunfen los “ángeles nobles”, y el sueño de poder heredar un mundo mejor. Al hablar de este periodo de paz de la posguerra, Pinker escribe que, “como resultado de este bendito estado, dos categorías de guerra—la guerra imperial para adquirir colonias, y la guerra colonial para mantenerla—ya no existen…Sin duda [los superpoderes] ocasionalmente luchaban contra los aliados del otro y fomentaron la discordia entre los países más pequeños”. Pinker toma en cuenta que una gran razón por el declive de la violencia es la presión social—aquél contrato social que nos obliga a reprimir esos impulsos menos deseables. El efecto verdadero se expresa en mas bajos índices de delincuencia, y una menor incidencia de revuelos sociales. También hay investigación e innovación que buscan reforzar el orden social y fomentar desarrollo. La democracia también ha sido un factor esencial para llegar a la paz en el mundo desarrollado.
A lo largo de la historia de la humanidad hemos logrado cultivar una naturaleza humana más apacible, en paralelo con una afición sublimada por la brutalidad y la anarquía. Sin embargo, aún no es ltotalmente claro si nuestra naturaleza primitiva está en camino a la “extinción” o meramente reprimida por las convenciones sociales cuyo yugo toleramos. De hecho, si la estructura social a nuestro alrededor se colapsara, es dudoso por cúanto tiempo podríamos conservar las convenciones a las cuales fuimos condicionados. Hay múltiples ejemplos de salvajismo y brutalidad que surgen cuando hay posibilidades de lucro, o masas, o indignación, o falta de supervisión…
Finalmente lo que Pinker logra con su texto es recordarnos la enorme capacidad de crecimiento que tenemos como humanos. Animal único, de potencial puro al nacer, que ha desarrollado una serie de contratos sociales y valores morales, los cuales evolucionan de acuerdo a nuestro contexto determinado. Hoy en día tenemos los avanzados conceptos de “derechos humanos” y “consciencia global” para escudarnos del caos. Hay una lucha por proteger al planeta al mismo momento que otros buscan decimarlo. Para el humanista liberal, como indica Grey, el propósito de la ciencia a menudo es la justificación de la violencia inherente en todo ser humano—las gradaciones de violencia podrán variar, pero el principio y el origen permancecen los mismos. Además, y esencialmente—milagrosamente—es cierto lo que dice Pinker: “En muchos países, es menos probable morir a manos de otro que en cualquier otra época de nuestra historia”. Esto es, en el momento en el que vivimos, algo reconfortante, esencial e inolvidable.
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